La vida contemplativa dominicana, surge por iniciativa de Santo Domingo de Guzmán, fruto de su corazón orante. La vida de las monjas dominicas, lejos de ser una realidad aislada dentro de la Orden de Predicadores, es ante todo una complementariedad maduramente sopesada, tanto del ser como del hacer:
– La monja para hablar con Dios en el silencio, orando ininterrumpidamente, pensar en Él e invocarlo.
– Los frailes, hermanas y seglares, evangelizar por todo el mundo el nombre de nuestro Señor Jesucristo.
Estos dos aspectos de la vida dominicana se fecundan mutuamente por la caridad y la estrecha relación entre sus miembros.
La monja dominica, es una mujer que en el amor, ha hecho de Dios su centro, asumiendo como propios los sufrimientos y alegrías del hombre de hoy, perpetuando en la historia el clamor constante de Domingo: ¡Dios mío! ¡Qué será de los pecadores!, ¡qué será de tantos hombres y mujeres ahogados en el sin sentido, en la desesperación, en el odio, en el vicio…! ¡tantas personas humilladas física y psicológicamente! ¡tantos hombres sin hogar, pan y cariño!… .
Texto de: http://www.dominicos.org/monjas.asp