Mensaje de Navidad del Maestro de la Orden 2007
Mensaje de Navidad del Maestro de la Orden
2007
Muy queridos hermanos y hermanas:
Al culminar el año 2007 y esperando poder descansar después de la Navidad, no puedo evitar mirar atrás, como quien desea hacer un balance de lo vivido, para recordar algunas escenas –en particular aquellas ligadas a la vida y misión de la Orden- dar gracias a Dios y hallar razones para seguir caminando, creyendo, esperando, amando, venerando al Emmanuel, el Verbo hecho carne.
Además de los tiempos transcurridos en la querida comunidad de Santa Sabina, siempre tan ricos en fraternidad como intenso trabajo, la memoria del corazón recuerda de modo especial las numerosas visitas a conventos y provincias realizadas durante el año.
Intentando una apretada síntesis pienso en las visitas -en Roma- de nuestras comunidades del Angelicum, el Convitto Santo Tomás y el Convento de Santa María Mayor. Fuera de la Urbe también visité las Provincias de Bética, Filipinas, Croacia, Austria – Alemania superior.
En medio de la intensa agenda –viviendo este año Jubilar- he querido encontrar durante los diversos recorridos la mayor cantidad posible de monasterios. A esto se suman encuentros con diversas Congregaciones de Hermanas, Fraternidades laicales, grupos de jóvenes ¡la Orden en su bella policromía sinfónica!
A propósito deseo destacar importantes reuniones de las distintas ramas de la Familia Dominicana en las cuales pude participar de muy diversas maneras: dos días de retiro predicados por fray Timothy Radcliffe y la Hna. Gabriela Zengarini a las hermanas de CODALC y frailes de CIDALC seguidos de la Asamblea de CIDALC (a fines de enero e inicios de febrero en Lima, Perú); el "Congreso Internacional de las Fraternidades Laicales de la Orden" (18 al 24 de marzo en Pilar, Argentina); la "Reunión ‘Inter – federación’ de las Federaciones de nuestras contemplativas en España" (26 al 28 de marzo en Caleruega, España) y la "Asamblea de las Hermanas Dominicas Internacionales" (inicios de mayo en Roma). ¡Cuantas riquezas encierran cada uno de estos encuentros!
Finalmente menciono nuestro Capítulo General de Priores Provinciales (desde el 18 de julio hasta el 8 de agosto en Bogotá, Colombia). A la alegría y esperanza de la Orden manifestadas por los capitulares, invitados y la Familia Dominicana colombiana se sumó el dolor por la muerte de nuestro hermano (&) fray Dominique Renouard. Doy gracias a Dios y a Santo Domingo por habernos regalado este "servidor bueno y fiel". Las celebraciones en Bogotá, su funeral en Lyon y el sepelio L’Arbresle han sido signos elocuentes de la presencia del Resucitado y Santo Domingo entre nosotros.
Les escribo este mensaje de Navidad y Año Nuevo en la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe desde Caracas (Venezuela) donde me encuentro visitando nuestras comunidades (pertenecientes unas al Vicariato Regional de la Provincia del Rosario y otras al Vicariato Provincial de la Provincia Bética). Cuando lean este saludo habré pasado también por Cuba para encontrarme con nuestros hermanos y hermanas que viven y trabajan en esa bella isla del Caribe.
No pretendía compartir sin más con ustedes páginas del calendario o de la agenda. Pero es verdad que en nuestra propia vida Dios construye la Historia de Salvación contando con nosotros. La Orden de Predicadores se manifiesta en su rico dinamismo a través de sus gozos y esperanzas, tristezas y angustias, los deseos de ser fieles a la inspiración de Santo Domingo.
En la Relatio al Capítulo General –con la ayuda del Consejo Generalicio- he querido de alguna manera presentar a mis hermanos ciertos aspectos de la vida y misión de la Orden. Las Actas del Capítulo expresan –al menos desde la perspectiva de los frailes- los desafíos que tenemos por delante… Confío en la lectura fecunda y posterior reflexión personal y comunitaria de estos textos. Espero también –con el esfuerzo de todos- la puesta en práctica de las decisiones capitulares.
En este clima de espera y gozo propios del Adviento y la Navidad miro agradecido a nuestros hermanos y hermanas de la Orden e intento –desde el diálogo compartido- adivinar algunos de sus interrogantes más profundos.
Los jóvenes en general viven ciertamente la etapa que podríamos sintetizar como la búsqueda de la identidad. Esa búsqueda se expresa fundamentalmente en una pregunta: "¿Quién soy?". De allí el interés por descubrir, definir e intentar describir con la mayor precisión posible lo "dominicano" en sus más variadas expresiones. Lo hacen como quien va apropiándose poco a poco de un vestido nuevo, interior, de un nuevo "modo de ser". Por ello los jóvenes son exigentes. Es verdad que a veces sus deseos pueden ser desmesurados o aún irreales y quizás corran el riesgo de caer en cierto narcisismo, pero sus preguntas, sus demandas, piden a sus hermanos "mayores" respuestas adecuadas a lo que nosotros mismos les enseñamos.
Pasados los años aparecen nuevos cuestionamientos. No hay quizás mayores problemas en la entrega a la predicación a través de variadas formas de compromiso. No medimos incluso el precio que esto exige. A veces esa entrega llega hasta la pérdida de uno mismo. La pregunta más acuciante parece entonces tocar el área de nuestra intimidad: "¿Con quién quiero vivir?". Ese reclamo de cercanía y compromiso tan importante y crucial, si no echa raíces profundas, podría provocar solamente aislamiento, resistencia, crítica, algo de cinismo e incluso cierto egoísmo (hasta llegamos a creernos imprescindibles).
Como discípulos de Santo Domingo nuestros hermanos y hermanas mayores pueden muchas veces mirar el futuro con cierto temor. No es necesario estar casados para que el deseo de ser fecundos –la fecundidad- arranque desde lo más profundo del corazón una pregunta vital: "¿A quién dejo / dejamos todo esto?" (Aquello que con no poco sacrificio supimos conseguir), "¿a quién entrego mi vida?" (¿Quién heredará todo esto?). Muchos hermanos y hermanas en las visitas me cuentan sus historias, traen a la memoria del corazón tiempos de noviciados numerosos, de trabajo apostólico intenso y sin reservas, de obras e instituciones impresionantes. La escasez de vocaciones en algunos lugares, o incluso el ver que los jóvenes buscan o recorren otros caminos (allí donde sí hay vocaciones) provoca serios y profundos interrogantes. El deseo de ser fecundos puede transformarse en ensimismamiento, enojo, acritud, esterilidad.
El Evangelio no es una mera colección de respuestas de un Sabio a las preguntas de sus discípulos. A veces –al contrario- encontramos en los labios de Jesús, único y verdadero Maestro, preguntas desconcertantes… que exigen de nosotros una respuesta vital o de vida.
Algunas de ellas tocan o presentan las mismas cuestiones que muy sintéticamente he querido describir más arriba: la cuestión de la identidad (¿quiénes somos?); la pregunta acerca de la intimidad (¿con quién queremos vivir?); el interrogante sobre el futuro de todo lo que hemos sabido construir (¿a quién entregamos nuestra vida?).
Así, en Cesarea de Filipo, Jesús pregunta a los apóstoles "Ustedes ¿quién dicen que soy?" (Mateo 16, 15). ¿Una duda existencial que necesita del apoyo y sostén de los suyos para descubrir su propia identidad? Sabemos que no se trata de eso. Sin embargo, la respuesta de Pedro: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo" (Mateo 16, 16) sí sostiene nuestra propia y más profunda identidad… identidad que se edifica sobre la fe.
Al final del discurso del Pan de Vida en la sinagoga de Cafarnaún muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo. Jesús preguntó entonces a los Doce: "¿También ustedes quieren irse?". Nuevamente Pedro respondió: "Señor ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna" (Juan 6, 67-68). Cuando la gran pregunta que manifiesta el deseo más profundo de intimidad aparece… es el mismo Maestro quien -con esa misma pregunta- nos ayuda a responder desde nuestra esperanza.
A orillas del mar de Tiberíades, allí donde años antes el Señor había llamado a algunos de los suyos, el Resucitado pregunta tres veces a Simón hijo de Juan, el pescador… "¿Me amas más que estos?(…) ¿me amas?(…) ¿me quieres?" (Juan 21, 15, 16 y 17). Las sucesivas respuestas no se hacen esperar. La última sin embargo provoca una respuesta entristecida, sí, pero de entrega total que se apoya solamente en el Maestro: "Tú lo sabes todo, sabes que te quiero" (Juan 21, 17). Es la pregunta cuya respuesta toca la raíz misma de toda fecundidad humana, el amor.
Jesús pareciera no responder directamente con las fórmulas morales que desearíamos a las cuestiones más profundas de cada edad de la vida… Sin embargo lo hace a través de otras preguntas que no pretenden sino arrancar una respuesta más profunda y personal, vital.
Digo "personal" no sólo por referirme a la persona de cada uno de nosotros (pues tocan nuestra misma identidad, intimidad y fecundidad) sino también porque las tres respuestas señalan directamente a la persona de Jesús y "contienen" o están preñadas de su presencia (no simplemente de un conjunto de verdades o razones).
El inicio del Adviento ha llegado con un nuevo mensaje de Benedicto XVI. Una renovada respuesta de Pedro, a través de su sucesor: la Encíclica Spe Salvi. En ella nuevamente los interrogantes más profundos y el deseo de responder acerca de la garantía –sustancia- de los bienes que se esperan, la plena certeza de las realidades que no se ven ¡"Por qué" y "por quién" esperamos! (Cf. Hebreos 11, 1).
No importa la edad, etapa de la vida o los interrogantes que surgen desde lo profundo del corazón de cada uno de nosotros. En el tiempo de Adviento y de Navidad se nos invita a levantar la cabeza, y mirar adelante…
Mis hermanos y hermanas en Santo Domingo ¡Porque "todos somos hermanos"! (Cf. Mateo 23, 8): A las preguntas acerca de nuestra verdadera identidad, nuestro más profundo deseo de intimidad y nuestro deseo de ser fecundos a través del tiempo, no hallamos otras respuestas que pronunciando el nombre de Jesús (Filipenses 2, 10)… el nombre que José puso a su hijo, conforme a las palabras del Ángel (Mateo 1, 24).
Jesús –sujeto y objeto de nuestra predicación- nos invita desde la pobreza del pesebre y la humilde casa de Nazaret; camino a Jerusalén y desde la cruz; resucitado a orillas del mar y en el monte de la Ascensión; finalmente desde el Cenáculo lleno de la efusión de su Espíritu a nuestra triple confesión: de Fe (Tú eres el Cristo), de Esperanza (Sólo tu tienes palabras de vida eterna) y de Amor (Sabes que te quiero).
Entonces como Domingo, seremos confirmados por Pedro y Pablo en nuestra vocación apostólica con la Palabra y el bastón del peregrino y con un mandato bien preciso: "Ve y predica".
Les deseo una feliz Navidad y un año 2008 preñado de cosas verdaderas, buenas, bellas ¡cosas de Dios!
Fraternalmente en María de Guadalupe "Madre del amor hermoso, del temor, de la ciencia y de la santa esperanza" (Eclesiástico 34, 18; de la liturgia de la fiesta de Guadalupe)
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