NUESTRO PADRE DOMINGO Y SU HUELLA EN LA VIDA RELIGIOSA
Homilía de Fr. Héctor Herrera, O.P. en el 50 aniversario de vida Religiosa de Hna. Carol Ann Conroy Devan, O.P. Parroquia San Pedro 08.08.08.
Queridas(os) Hermanas(os):¿Quién este hombre que vivía de Dios y comunicaba a Dios con alegría y que sentía compasión por los pobres de su pueblo? ¿Quién es este varón evangélico que supo hacer suyas las enseñanzas de Jesús preocupándose por formar una familia integrada por mujeres y varones, discípulas y discípulos del resucitado?
Santo Domingo, el Santo de la alegría que supo vivir de Dios y dar a Dios con amor y misericordia a todos. Es el apóstol, el varón evangélico que supo conjugar en su vida a ese Dios tan cercano y tierno, que se hizo uno de nosotros: Jesús, el Dios que camina con nosotros. De él aprendió la ternura de Dios, que no hace diferencia ni distinción entre las personas, sino que a todos nos ama libremente.
Tal como Jesús en su tiempo cambió la mentalidad de aquella época, que sólo se fijaba en el varón; Domingo nos descubre una nueva faceta que enriquece a la Orden en el mundo: el rostro de la mujer, desde los inicios de su fundación. Sabe que sin la mujer orante, la misión de la predicación no surtirá efecto en el mundo.
Y como su Maestro Jesús, tiene entre sus seguidores discípulas y discípulos. Son las mujeres que se encontraban confundidas y tenidas como servidoras, en las que se fija Domingo, como lo hizo Jesús. Y con ellas funda el monasterio de Prulla el 22 de noviembre de 1206. Y emprende el camino de la oración, como fundamento y fuerza de llenarse de Dios para comunicarlo con alegría y con un fuerte testimonio de vida.
Igual que Jesús nos abre horizontes profundos del mundo conocido, que envía a sus discípulos de dos en dos a los pueblos paganos. Domingo sintió una fuerte compasión y ternura frente a los pueblos que andaban como ovejas sin pastor. Dispersa un 15 de agosto de 1217 a los pocos frailes que tenía y los envía a una misión, sin bolsa ni túnica. Sólo con la fuerza de la sabiduría de Dios: la fe y la esperanza.
Hoy celebramos 50 años de vida religiosa de nuestra querida Hermana Carolina. Ella vino con nuestras hermanas dominicas a una misión en Chimbote. Su compasión y ternura que aprendió Domingo al pie de la Cruz de Cristo, la aprendió a través de su vida. Fueron los excluidos por las enfermedades como el sida, los internos de Cambio Puente, las mujeres pobres y viudas, su ánimo y fortaleza para formar y apoyar a los comunicadores sociales, dándole continuidad y consistencia a CECOPROS “Santo Domingo”, su hambre y sed de justicia para los más necesitados, son testimonios que han ido marcando su vida religiosa y su caminar por estas tierras, a veces quizás no comprendida. Pero su voluntad y su entrega de retarse a una cultura distinta ha hecho de ella una misionera itinerante que comunica la Buena Noticia con alegría, con fe y esperanza en este pueblo de los pobres.
Has comprendido como creyente que la misión no es fácil. El campo es amplio y extenso. Las dificultades se atraviesan en el camino. Predicar y hacer el bien para vencer las fuerzas ocultas del mal, es la tarea y el reto de todo cristiano.
Anunciar el reino de Dios es una misión que significa un desprendimiento total. Vaciarnos de las talegas y alforjas para caminar en la presencia del Señor.
Aunque los doce discípulos representan el nuevo Israel que es la Iglesia, no se descarta que Jesús enviara a los 72 discípulos en parejas. Porque él trató con profundo afecto y respeto a la mujer, como lo hizo Domingo. Es una dimensión a recuperar en nuestra misión y visión como Orden de Predicadores.
Las discípulas de Domingo, del Monasterio de Prulla, encontraron un nuevo sentido a sus vidas y se entregaron a la contemplación del amor a Dios, a la oración, al estudio y al trabajo, porque eran conscientes que tenían que apoyar a los varones predicadores en esa misión. Es una nueva dimensión que Jesús nos enseña hoy en la figura de María Magdalena. Ella no encontraba el sentido a su vida y la encontró cuando sintió que Jesús le da una nueva dimensión a su vida. Sólo cuando nos dejamos amar por Cristo descubrimos una nueva dimensión de nuestra propia dignidad como personas y nos retamos a comunicar esta noticia alegre y gozosa: el Señor vive y nos da una nueva manera de vivir nuestra vocación cristiana. Hna Carolina tú has venido a estas tierras pobres, pero seguramente has encontrado la riqueza del amor de sus gentes. Has venido como mensajera de la paz. No de la paz cómoda, sino de la paz que se basa en el amor, el diálogo, el respeto, la justicia y la libertad. Y por eso has ayudado a muchas personas a través de la formación, en el apoyo junto con toda tu comunidad en el estudio y en la realización de los jóvenes. Yo quiero decirte mi querida hermana: Gracias a Dios por lo que eres: una cristiana que te inspiraste en el gesto de compasión y misericordia de Domingo. Porque en los momentos más difíciles de la vida: allí estabas tú. Tus lágrimas eran los signos de la misericordia de Dios ante la incomprensión de los hermanos. Tu aliento y fuerza de la Palabra de Dios estaba escrita: ¿Quién nos podrá separar del amor de Cristo: la muerte, la persecución, el odio, la acusación?, No, en todo vencemos por que El nos ha amado. Y él nos ha elegido desde el vientre de nuestra madre. Porque Dios se hace humano para enseñarnos a ser más sensibles al dolor y a la dignidad de cada persona, más allá de sus creencias, raza, y color. Tú has aprendido como Domingo a hacer realidad el Reino de Dios como un gran acontecimiento de sanación porque nos enseña a salir al encuentro de nuestro pueblo. Quizás en los diferentes ministerios que la Congregación Santa María de las Fuentes te encargó, nunca imaginaste vivir en esta tierra. La visitaste y te dijiste: voy a entrar, comer con estas personas. Porque quiero compartir la comida de Jesús con los más marginados: con los niños y jóvenes, muy pobres, pero que en sus corazones y mentes tenían esperanza de ser mejores. Con las mujeres y hombres enfermos quizás sicológicamente o físicamente que querían ser sanados. Y signos del reino de Dios: son la acogida, el sentarse para escuchar, el secar las lágrimas, el compartir el pan del amor y de la amistad, el sanar las heridas y reconciliar. Y sobre todo comunicarnos esa gran alegría de Jesús.
Siempre me impresionaba una estatua de Domingo, cuando era joven: su alegría. Y me decía a mi mismo: ¡Qué Domingo tan alegre para comunicar a Dios. Y era mi fuente de inspiración. Quizás tú también tienes esos momentos fuertes de servir con alegría, con fe y optimismo. Pero también has conocido los momentos tristes y difíciles. Perdón si te hicimos sufrir y no comprender en algún momento como hermanos. Pero ten la firme convicción de lo mucho que te queremos, a ti y a las hermanas dominicas. Porque son las mujeres como las primeras discípulas del evangelio: las que abrieron el camino, con la catequesis, la maternidad, el acompañamiento a los clubes de madres, a los jóvenes y el soporte a los frailes y a los laicos.Que tu caminar sea una fuerza de vitalidad siempre nueva para todos los creyentes y no creyentes que ven en tu testimonio de vida a una seguidora de Jesús que hace suya la misión de Domingo. Tu familia quiere decirte gracias a Dios, gracias por tu misión, gracias por lo que eres una hermana y maestra. Hoy también queremos dar gracias a Dios por nuestra Hna. Margarita, que durante casi 40 años ha entregado su vida al servicio del evangelio de la vida en la Maternidad de María. Gracias Margarita por tu amor a la vida, por tantas generaciones que viste nacer y crecer. El Señor te bendiga, porque como hija de Domingo amaste, defendiste y protegiste la vida humana como don de Dios. Hoy como Familia Dominicana: laicos, voluntarios, hermanas y hermanos queremos hacer nuestro el testamento de Santo Domingo que nos recuerda: “He aquí hermanos e hijos míos, el patrimonio que os dejo: tened caridad, guardad la humildad, conservad la pobreza voluntaria”.