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Comunicado de las comisiones de Justicia y Paz de CODALC y CIDALC

COMUNICADO DE LAS COMISIONES DE JUSTICIA Y PAZ DE CIDALC Y CODALC AL PUEBLO Y A LA FAMILIA DOMINICANA DE HONDURAS "La experiencia histórica de nuestro continente nos demuestra que, sin excepción, todos los golpes de estado han expresado la misma «preocupación», y han justificado siempre con argumentos supuestamente constitucionales y legales la interrupción formal de la democracia, con la necesidad de garantizarla”.

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SOBRE EL GOLPE DE ESTADO EN HONDURAS

Comunicado de las Comisiones de Justicia y Paz de CIDALC y CODALC al pueblo y a la familia dominicana de Honduras

Los promotores de Justicia y Paz de las dominicas y los dominicos de América Latina y El Caribe, queremos expresar nuestra solidaridad con el pueblo hondureño y la Familia Dominicana de ese querido país. Ya han exteriorizado esa solidaridad los miembros de nuestra familia de distintas regiones y países latinoamericanos. Por eso nos animamos a decir que con estas líneas expresamos también la solidaridad de muchas dominicas y dominicos del Continente —religiosas, religiosos, laicas y laicos— con el pueblo hondureño y la Familia Dominicana de Honduras, y un rechazo unánime al golpe de estado en Honduras, en los términos expresados desde el pasado mes de julio por el Promotor de Justicia y Paz de Centroamérica, y el Prior Provincial de la Provincia de San Vicente Ferrer y su Consejo en América Central.

Salvaguardar la democracia

Los golpistas hondureños han justificado el golpe de estado con la necesidad de salvaguardar la democracia de su país. Nuestra preocupación es la misma.

La experiencia histórica de nuestro continente nos demuestra que, sin excepción, todos los golpes de estado han expresado la misma «preocupación», y han justificado siempre con argumentos supuestamente constitucionales y legales la interrupción formal de la democracia, con la necesidad de garantizarla. No hace falta recordar lo que ello ha significado en pérdida de vidas humanas, violación grave de derechos de las personas y grupos, represión y silenciamiento de voces disidentes, así como en privilegios para grupos minoritarios económicos y sociales, y empobrecimiento de los ya de por sí cada vez más pobres sectores de la sociedad.

En Honduras observamos exactamente lo mismo. Se han silenciado los medios de comunicación que se oponen al golpe y defienden el orden legal: primero la Radio Progreso de los jesuitas, ahora Radio Globo y la televisora canal 36. Se reprime el legítimo derecho de la población a la información, y a manifestarse y expresar su voluntad. Se ha detenido a «opositores». Se les ha reprimido con saña. Se desprecia la misma vida humana: no sabemos cuántos muertos cuesta esta «defensa» de la democracia. Y nos cabe poca duda, todo esto sucede para salvaguardar los privilegios de unas pocas familias y empresas que mantienen en la pobreza a la gran mayoría de los ciudadanos.

La democracia formal, es cierto, no es un fin en sí mismo, pero es la condición mínima, absolutamente indispensable e inexcusable, de la verdadera democracia: el respeto de los derechos humanos, el derecho a la autodeterminación del pueblo, la posibilidad y facilitación de la participación en la elección de su destino y la garantía de una vida digna, con todo lo que ella implica, para todos los ciudadanos. Nada justifica su interrupción violenta, y sí la resistencia a ceder este espacio de realización de la sociedad.

Si queremos animar al pueblo hondureño a un diálogo que restablezca la convivencia social y el orden legal y democrático, no podemos ignorar que ese diálogo, para no ser monólogo, ha de ser un diálogo entre sujetos. Y la represión de la oposición, el silenciamiento de la disidencia y la resistencia a reconocerlo, anula a un sujeto indispensable de ese diálogo. Por eso consideramos y acompañamos la resistencia pacífica como una expresión de la vocación democrática del pueblo hondureño, y como afirmación de que sin él no puede haber un verdadero diálogo.

Del lado de las víctimas

No se nos oculta que detrás de cada golpe de estado ha habido, en realidad, la voluntad de prolongar la situación de injusticia social que caracteriza a nuestro continente en particular y al mundo en general.

Nuestra fe cristiana, nuestra fe en Jesucristo, «enviado a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor» (Lc 4,18-19), nos obliga a tomar partido, a ponernos del lado de los pobres y las víctimas de la injusticia. Lo ha expresado el magisterio de la Iglesia latinoamericana y asumido el de la Iglesia universal en toda su Doctrina Social reciente, como la «opción preferencial por los pobres». Como cristianos y como Iglesia no podemos hacerlo de otra manera.

El anuncio del Reino de Dios como reino de justicia y de paz, como soberanía del amor de Dios, debe encontrar en los cristianos la expresión de un compromiso con las víctimas. Y para ello ha de buscar mediaciones que permitan expresar en la historia y la sociedad los valores de la Buena Noticia. Por eso apoyamos la defensa del orden democrático de Honduras por parte de su pueblo como una manifestación concreta de esa vocación y una expresión de ese compromiso.

Como Familia Dominicana queremos seguir animando y acompañando a los hermanos de nuestra familia en Honduras en su presencia en medio de su pueblo, signo profético del Reino y presencia real de Jesucristo en medio de su pueblo.

Fraternalmente.

Fray Miguel Concha Malo, O.P. – Promotor de Justicia y Paz de CIDALC

Hna. Noemí Zambrano – Promotora de Justicia y Paz de CODALC

 

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