NUEVO SANTO DOMINICO: FRANCISCO COLL Ante unas 50.000 personas fue canonizado por el Papa Benedicto XVI, el fundador de las Hermanas Dominicas de La Anunciata, Francisco Coll, junto a otros cuatro beatos.
“Su pasión fue predicar, en gran parte, de manera itinerante y siguiendo la forma de ‘misiones populares’, con el fin de anunciar y reavivar por pueblos y ciudades de Cataluña la Palabra de Dios, ayudando así a las gentes al encuentro profundo con Él. Un encuentro que lleva a la conversión del corazón, a recibir con gozo la gracia divina y a mantener un diálogo constante con nuestro Señor mediante la oración”, sostuvo el Santo Padre.
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NUEVO SANTO DOMINICO: FRANCISCO COLL
Ante unas 50.000 personas fue canonizado hoy por el Papa Benedicto XVI, el fundador de las Hermanas Dominicas de La Anunciata, Francisco Coll, junto a otros cuatro beatos.
El flamante santo dominico nació en Cataluña (España), el 18 de mayo de 1812 y murió el 2 de abril de abril de 1875, y tal como lo describió en esta jornada el Santo Padre, “llegaba al corazón de los demás porque trasmitía lo que él mismo vivía con pasión en su interior, lo que ardía en su corazón: el amor de Cristo, su entrega a Él”.
Junto con Santiago Desiderio Laval fue de los primeros 2 beatos proclamados por Juan Pablo II (1979).
En este Año Sacerdotal, Francisco Coll fue canonizado junto a dos sacerdotes más: Jozef Daamian de Veuster (1840-1889), de la Congregación de los Sagrados Corazones de Jesús y María y de la Adoración Perpetua del Santísimo Sacramento del Altar y Rafael Arnáiz Barón (1911-1938), de la Orden Cisterciense de la Estricta Observancia. También fueron proclamados santos hoy Zygmunt Szsczesny Felinski, (1822-1895), obispo, fundador de la Congregación de las Hermanas Franciscanas de la Familia de María y Marie de la Croix (Jeanne) Jugan (1792-1879), fundadora de la Congregación de las Hermanitas de los Pobres.
UNA CEREMONIA PARTICULAR
Participaron de la Misa peregrinos procedentes de España, Francia, Bélgica, Polonia, Rusia, Ucrania, Estados Unidos (sobre todo de Hawai), Perú, Chile, Colombia, Uruguay e Italia, entre otros.
Conforme lo narrado por la agencia de noticias ZENIT, “a diferencia de otras ocasiones, la ceremonia se realizó dentro de la Basílica de San Pedro. Como no había espacio para los peregrinos, un gran número se quedó en la plaza y participó de la santa misa a través de las pantallas gigantes presentes en la Plaza de San Pedro.
La celebración en el templo católico más grande del planeta facilitó el recogimiento y el silencio, según comentaban algunos peregrinos al terminar la celebración.
Esta vez no hubo aplausos cuando el Papa mencionaba en su homilía a cada santo. Así se les pidió expresamente a los peregrinos antes de que iniciara la solemne eucaristía, y los asistentes supieron respetar la petición.
Quienes no pudieron entrar, tuvieron la oportunidad de ver al Pontífice cuando salió a la plaza para rezar el Ángelus al finalizar la eucaristía y para ofrecer un breve comentario sobre la vida de cada uno de los nuevos santos.
Los peregrinos que pudieron entrar a la Basílica, saludaron emocionados a Benedicto XVI durante su ingreso y salida.
Las lecturas del Antiguo y Nuevo Testamento de la misa fueron leídas en francés, español y polaco. El Evangelio se leyó tanto en latín como en griego, como signo de unidad en la Iglesia y del llamado a la santidad, en medio de la universalidad y diversidad de carismas”.
LA PASIÓN POR PREDICAR EL AMOR DE CRISTO
En su homilía, el Papa Benedicto XVI destacó que estos santos proclamados acogieron la invitación de Jesús “al don total de su vida, sin cálculo ni intereses humanos, con una confianza en Dios sin reservas” y su perfección consiste en “escoger el ir contracorriente viviendo según el Evangelio”.
Refiriéndose al santo dominico, el Papa señaló que se dedicó con ahínco a propagar la palabra de Dios, cumpliendo así fielmente su vocación en la Orden de Predicadores, en la que profesó.
“Su pasión fue predicar, en gran parte, de manera itinerante y siguiendo la forma de ‘misiones populares’, con el fin de anunciar y reavivar por pueblos y ciudades de Cataluña la Palabra de Dios, ayudando así a las gentes al encuentro profundo con Él. Un encuentro que lleva a la conversión del corazón, a recibir con gozo la gracia divina y a mantener un diálogo constante con nuestro Señor mediante la oración”, sostuvo el Santo Padre.
Recordó que “su actividad evangelizadora incluía una gran entrega al sacramento de la Reconciliación, un énfasis destacado en la Eucaristía y una insistencia constante en la oración”.
“Francisco Coll llegaba al corazón de los demás porque trasmitía lo que él mismo vivía con pasión en su interior, lo que ardía en su corazón: el amor de Cristo, su entrega a Él”, manifestó Benedicto XVI.
“Para que la semilla de la Palabra de Dios encontrara buena tierra, Francisco fundó la congregación de las Hermanas Dominicas de la Anunciata, con el fin de dar una educación integral a niños y jóvenes, de modo que pudieran ir descubriendo la riqueza insondable que es Cristo, ese amigo fiel que nunca nos abandona ni se cansa de estar a nuestro lado, animando nuestra esperanza con su Palabra de vida”, concluyó.
FRANCISCO COLL SEGÚN SU POSTULADOR
Días atrás, la agencia ZENIT compartió una biografía de Francisco Coll citando al Postulador General de la Orden de Predicadores, Fray Vito T. Gómez García OP.
Las fechas de nacimiento y muerte de Francisco coinciden providencialmente con las de Juan Pablo II, aunque obviamente en años diferentes. (Nació el 18 de mayo de 1812 y murió el 2 de abril de abril de 1875).
Nació en una zona muy cercana a Francia, en la comarca del prepirineo, región de Cataluña, en medio de una familia numerosa y humilde. Varios de sus hermanos murieron cuando estaban pequeños.
“Desde niño se orientó hacia el sacerdocio, siente una inclinación hacia la predicación recordando un poco la predicación del párroco de su pueblo”, dijo a ZENIT su postulador, el padre Vito T. Gómez García.
Así entró en la Orden de Predicadores en el convento de Gerona en 1830, donde hizo la profesión solemne y recibió el diaconado.
En 1835 la exclaustración de los religiosos le obligó a vivir fuera del convento. “La vida de los religiosos quedó en el aire, como piedras en medio de las plazas. Él es uno de esos exclaustrados, obligado por las leyes civiles”, comentó su postulador.
“El camino que tenían los religiosos era esperar a ver si la tormenta pasaba, si aquella situación política se aclaraba y podrían reintegrarse en los conventos”, dijo el padre Gómez.
Francisco Coll fue ordenado sacerdote en la clandestinidad, al principio tuvo que ejercer el sacerdocio como si fuese diocesano, por la situación política no podía vivir en un convento.
Luego se trasladó a una localidad llamada Moyá, donde la primera guerra carlista había dejado más de 130 muertos sólo en aquella población.
“El Padre Coll fue un verdadero ángel de paz, reconciliación entre los bandos políticos diferentes, el paño de muchas lágrimas, la ayuda de tantas familias, de tantos niños, viudas, padres, tuvo que arreglárselas para levantar el ánimo de aquellas gentes y de la población”, sostuvo Fray Gómez.
Con su prédica comenzó a recorrer las diferentes comarcas de Cataluña. Allí descubrió que uno de los males del mundo radicaba en la falta de educación, especialmente de la mujer.
“De cara a esa necesidad fundó la congregación de las Dominicas de la Anunciata, que fueron las continuadoras de su labor evangelizadora por todas aquellas comarcas en las que no había escuelas. Inició varios centros educativos con una orientación cristiana de la vida, tratando de transmitir todos los saberes, formando a la persona y orientándola a sus valores y a la fe”, manifestó el postulador.
Enfermo desde 1869 de ceguera y de pérdida a intervalos de las facultades mentales, murió en Vic (Barcelona) el 2 de abril de 1875. Allí yacen sus restos en la casa madre de la congregación.
La Anunciata
En el momento de su muerte, en 1875 había ya cerca de 50 comunidades de las Dominicas de la Anunciata.
Actualmente la congregación cuenta con cerca de 1.200 hermanas en cuatro continentes. Su carisma es la educación en la que se da mucha importancia a la doctrina y a la teología.
Para la hermana Rosa Di Tullio, superiora de esta congregación en Roma “fueron diversas las dificultades que se encontraron para llevar adelante el proceso de canonización” y aseguró que “hoy nos alegra el reconocimiento de la Iglesia universal de alguien que nosotros hace mucho considerábamos santo”.
Uno de los acentos de las Dominicas de la Anunciata es el apostolado con los migrantes, razón por la cual las hermanas presentan sus servicios en muchas zonas fronterizas alrededor del mundo.
Para la hermana Di Tullio, el futuro santo fue “un dominico en todo el sentido de la palabra porque fue un gran predicador en tiempos difíciles. No se echó atrás ante las dificultades porque tenía un amor grande. Es un santo moderno, vivió realmente ese deseo por la humanidad sufriente”.
Legado
Sus escritos fueron recopilados en dos libros: “La hermosa rosa” y “La escala del cielo”, donde recalcaba: “la vida de las Hermanas debe ser vida de oración… Por esto os recomiendo y os vuelvo a recomendar, amadas hermanas: no dejéis la oración”.
Y fue por la oración por lo que, aún en medio de la guerra y de las humillaciones que sufría el clero, Francisco miraba siempre a lo alto.
“Mirad al premio propuesto para el fin de la carrera, la corona que os espera después del combate, el salario con que se paga el servicio, el torrente de delicias que viene después de unas breves tribulaciones, el reino celestial que os espera después de una corta pelea; y toda esa infinidad de gloria y felicidad, después de unos instantes de trabajo y violencia”, manifestó en uno de sus escritos.