Codalc

Carta del Seminario de Justicia y Paz de la Zona de El Caribe a la Familia Dominicana

CARTA DEL SEMINARIO DE JUSTICIA Y PAZ DE LA ZONA NORTE DE EL CARIBE A LA FAMILIA DOMINICANA Del 30 de octubre al 1 de noviembre de 2009 tuvo lugar en Santo Domingo, República Dominicana, el Seminario Taller de Justicia y Paz de la Zona de El Caribe sobre la Crisis Económica y Financiera del Mundo actual, sus Causas, Efectos y Soluciones alternativas, a la luz de la prioridad sobre la Injusticia Económica y el No Cuidado de la Creación, de la Comisión Internacional de Justicia y Paz de la Orden.

 

Carta del Seminario de Justicia y Paz de la Zona de El Caribe a la Familia Dominica

Del 30 de octubre al 1 de noviembre de 2009 tuvo lugar en Santo Domingo, República Dominicana, el Seminario Taller de Justicia y Paz de la Zona de El Caribe sobre la Crisis Económica y Financiera del Mundo actual, sus Causas, Efectos y Soluciones alternativas, a la luz de la prioridad sobre la Injusticia Económica y el No Cuidado de la Creación, de la Comisión Internacional de Justicia y Paz de la Orden.

Organizado dentro del marco de la celebración en República Dominicana del Jubileo 2010 de la llegada de la Orden a América, fue convocado por las Promotorías de Justicia y Paz de Codalc y Cidalc, contando con la colaboración de la Promotora de la Zona, la Asociación Acción Verapaz y el Centro Antonio de Montesino.

Participaron 85 hermanas, hermanos, laicas y laicos de la República Dominicana, Puerto Rico y Haití.

Como siempre se ha hecho en estos seminarios, se utilizó la metodología del ver-juzgar-actuar. En el ver se tuvo en cuenta que la actual crisis económica y financiera es el resultado de un modo egoísta e irresponsable de vivir, producir, consumir y establecer relaciones entre nosotros y con la naturaleza, que ha implicado una sistemática agresión a la tierra y sus ecosistemas y una profunda asimetría social.

Por ello, a mediano y largo plazo no son suficientes, aunque necesarios, los controles y correcciones del modelo económico vigente. Es preciso crear algo que apunte hacia un nuevo paradigma de convivencia social. Ello comporta una nueva visión de nuestro ser en el mundo y de la manera de interrelacionarnos, como fundamento de una nueva ética y política globalizadas, que tenga por objeto el bien común de toda la humanidad, en comunión con la tierra.

Para ello es indispensable la utilización sostenible y responsable de los bienes comunes; darle a la economía su debido lugar en el conjunto de la sociedad; generalizar la democracia a todos los ámbitos de las relaciones sociales y a todas las instituciones; forjar un "ethos mínimo" desde las tradiciones filosóficas y religiosas de los pueblos y el intercambio multicultural, en el cual tienen un lugar central los valores evangélicos, y potenciar una visión espiritual del mundo, que haga justicia a las búsquedas por un sentido trascendente de la vida, a la labor creativa de las personas, y a nuestro corto tránsito por este mundo. Son necesarios los principios éticos del respeto, la solidaridad, el cuidado y la responsabilidad por la tierra y los seres humanos, así como la cooperación entre ellos y la confianza en la acción del Espíritu.

En el juzgar tratamos de responder a la pregunta sobre nuestro quehacer en el campo de la Justicia y la Paz, para empujar hacia el Reino de Dios las realidades actuales, personales y sociales, de nuestro Continente y nuestra Zona. Tuvimos en cuenta que hoy se nos presentan viejos y nuevos problemas, por su amplitud y agudeza, que desafían nuestras actividades pastorales. Entre ellos la pobreza cada vez más acentuada y extendida, la desigualdad más hiriente y el desempleo cada vez más trágico, así como la evidente fragilidad de nuestras democracias, por no dar cumplimiento a los derechos sociales de la gente, la pérdida de la soberanía de nuestros Estados nacionales, frente al poder económico y político de las empresas multinacionales, y sus cómplices a nivel interno, así como la inversión de valores y la pérdida de horizontes y sentido de la vida.

Todo esto nos reta a ratificar, junto con la Iglesia de América Latina y El Caribe, y los hombres y mujeres de buena voluntad, nuestra opción decidida por nuestras hermanas y hermanos más empobrecidos, nuestra opción por los jóvenes, nuestra opción por la justicia y la paz, por la diversidad cultural de nuestro mundo, y por el cuidado de la creación y un ambiente habitable, animados por la compasión y la misericordia de Santo Domingo.

En el actuar, dedicamos un tiempo a revisar y a analizar las prioridades de la Comisión Internacional de Justicia y Paz de la Orden para los próximos tres años. Vimos cómo ellas reflejan nuestras propias preocupaciones. Lo cual alentó nuestro compromiso, para seguir anunciando y testimoniando el Evangelio de Jesucristo de conformidad con nuestro carisma, denunciando la inequidad económica, las migraciones forzadas, la trata de personas y la inseguridad edificada en la falta de reconocimiento y respeto a los Derechos Humanos de las personas. Como resultado, el incremento de la drogadicción entre los jóvenes, el aumento de la delincuencia en nuestras ciudades y poblados, la violencia intrafamiliar y la discriminación, son problemas que siguen reclamando nuestro compromiso por la justicia y la paz, en el espíritu de la Orden.

Son muchas las semillas de utopía y esperanza que han nacido entre nosotros, y que siguen germinando en la tierra del dolor y la corrupción, porque la alegría y el optimismo de los grupos formados por personas de buena voluntad, y el empoderamiento de la gente como sujeto individual y colectivo de los Derechos Humanos, están presentes. Podemos globalizar la solidaridad, recuperando el valor de la política en la sociedad civil, así como el valor del compromiso social desde la vivencia de nuestra propia religiosidad; y el valor de la tolerancia y el respeto, en el diálogo que florece en la pluralidad de las creencias y de las culturas. Necesitamos a la sociedad y la sociedad nos necesita con los pies en la tierra del sufrimiento de los empobrecidos y empobrecidas, entretejiendo con nuestro trabajo por la justicia y la paz lazos de hermandad.

No queremos dejar pasar la oportunidad de enviar un saludo afectuoso de solidaridad al hermano pueblo de Honduras, y a la Familia Dominicana de ese país y de Centroamérica que lo acompañan, en su lucha evangélica contra el golpe de estado. Nos unimos a su compromiso y a sus esfuerzos por encontrar una salida justa y pacífica que restaure el orden constitucional en ese entrañable país y la legitimidad de sus elecciones.

Santo Domingo, República Dominicana, 1 de noviembre de 2009.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio