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Entrevista a Fray Felicísimo Martínez OP: “¿QUIÉN QUIERE COMENZAR DE NUEVO?”

 ENTREVISTA A FRAY FELICÍSIMO  En una entrevista concedida a “Cidalc al Día”, el fraile español Felicísimo Martínez OP, admite que transita un tiempo en el que no necesita cultivar la imagen, “es un momento de libertad en el cual uno comienza a predicar mejor, a escribir mejor”. Sumido en este espíritu, habló de las comunidades dominicas de ayer y de hoy; de las crisis, cuyo mejor antídoto, asegura, es la mirada de “luces largas”; del sinsentido imperante en este tiempo; de qué y cómo predicar a los hombres y mujeres de hoy; de su futuro; de sus sueños… (Foto: verbodivino.es)

Cidalc al Día

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ENTREVISTA “CON NOMBRE Y APELLIDO”

 Fray Felicísimo Martínez OP: “¿QUIÉN QUIERE COMENZAR DE NUEVO?”

Su mirada es cristalina y de tal hondura que, con un simple pestañeo, parece descifrar los misterios que habitan en las profundidades del corazón de su interlocutor.

 Si bien habitualmente cruza de un continente a otro, su perfil no responde al del típico conferencista avasallante, grandilocuente, arrogante e histriónico. El es todo lo contrario. Seduce y acapara la atención con su mansedumbre, su introversión, su cierta timidez, su humildad y sus gestos sobrios y sencillos.

 Es un enamorado de  la soledad, un placer que se remonta a su niñez cuando, a los apenas 7 años, en las montañas de León y Palencia, comenzó el oficio de pastor. Esa experiencia de la infancia le dejó la sabiduría de saber vivir con lo poco y ser feliz con lo esencial, como él mismo lo señala en unas memorias.

 Asegura que América Latina le ayudó a ir soltando el alma y el cuerpo, mientras que en Asia aprendió a ser inútil, prescindible: “un aprendizaje buenísimo en la vida”.

 En una entrevista concedida a “Cidalc al Día”, el fraile español Felicísimo Martínez OP, admite que transita un tiempo en el que no necesita cultivar la imagen, “es un momento de libertad en el cual uno comienza a predicar mejor, a escribir mejor”. Sumido en este espíritu, habló de las comunidades dominicas de ayer y de hoy; de las crisis, cuyo mejor antídoto, asegura, es la mirada de “luces largas”; del sinsentido imperante en este tiempo; de qué y cómo predicar a los hombres y mujeres de hoy; de su futuro; de sus sueños…

 Consultado sobre los atributos que debiera tener el próximo Maestro de la Orden, dijo que debe ser un hombre creyente, con tal fuerza de fe capaz de contagiarla o de resistir a las fragilidades de la Orden; también debe ser valiente, con coraje para decir la verdad a diestra y a siniestra sin miedo a nada ni a nadie; y, por último, debe contar con una gran capacidad de comprensión y una tolerancia enorme “porque la salud psíquica hoy en las instituciones es muy frágil”.

 -Tú has dicho en alguna oportunidad que América Latina te humanizó ¿Qué hay en América Latina que te cautiva, que te humaniza?

 -No diría que me siento cautivado, pero hay un estilo de ser persona y de relacionarse con los demás que te ayuda, sobre todo a nosotros, los europeos, a soltar el alma y el corazón.

No es que uno aprenda nuevas teorías sobre la humanidad, aprenda fórmulas de comportamiento, de protocolo o trato social muy delicado… es otra cosa, es una especie como de fluidez en la relación personal que, sin darte cuenta, pues tú que eras muy sobrio, austero en expresiones, vas soltando el alma y el cuerpo también y tienes otro contacto físico como un abrazo. No es una teoría nueva sobre la humanidad. No creo que el  latinoamericano sea en el fondo distinto del europeo y del asiático sino que, según sueltes o no sueltes lo que hay dentro, aparece  una forma distinta de relacionarse.

Yo por carácter soy tímido, sobrio, austero, un poco solitario, muy silencioso, por eso me ha venido mucho mejor esto.

 – ¿Por dónde comenzó tu itinerancia en la Orden de Predicadores?

 -Yo voy por continente. Empecé por Madrid, España. Allí mi misión fue en un ámbito básicamente académico, con escaso trabajo pastoral. Luego, fue un cambio rotundo cuando fui a Venezuela, donde comencé un trabajo eminentemente pastoral para después ir incorporándome el trabajo académico, porque los seminarios estaban escasos de personal, la universidad también y fue en ese momento cuando apareció mi trabajo pastoral, el contacto con la gente simple y sencilla. Y cuando estaba en lo mejor de mi gratificación personal, que es disfrutar a la gente, a la comunidad, me tocó hacer un desierto inmenso, me mandaron para Asia, sin saber la lengua, y me dediqué a hablar con las personas a través de los libros, como no tenía con quien hablar, escribía. Fue un gesto de sabiduría de mi parte, en vez de deprimirme en el silencio, buscar otra forma de misión que tiene que ver con los dominicos.

 APRENDER A SER INÚTIL

 -¿Qué te dejó cada uno de esos lugares?

 – En Venezuela residí, pero por CIDALC y por algunos ministerios de formación permanente, he dicho algo en todos los países de América Latina, excepto en Haití. Hay diferencias notables de sensibilidad y las riquezas son enormes. De América Latina aprendí mucho en todos los niveles pero más en la sensibilidad ante la problemática social.

En Asia aprendí a estar 4 años en un profundo desierto, en silencio, a ser estéril en la vida, a ser prescindible. La parroquia siguió sin que yo estuviera. Es un aprendizaje buenísimo en la vida, te da una cierta hondura, un silencio fundamental para todas las personas. Aprender a ser inútil es muy importante. En clave espiritual es la gratuidad. No pensar que eres columna de nadie. Y  me dio también la oportunidad de escribir. Yo he escrito mucho aprovechando los tiempos de inutilidad. No porque me crea que tengo muchas ideas para decirle al mundo, pero si no puedo hablar con nadie en chino, voy a escribir en castellano y hablo con la gente de América Latina. Y esa fue la parte práctica de aprovechar el tiempo, Hay que aprovechar la vida, es muy bonita y no puede perderse un sólo minuto. Si no puedes hablar, pues disfruta el silencio.

 DEL PASTORCITO DE LA INFANCIA AL HOMBRE DE HOY

 – ¿Qué queda en el Felicísimo de hoy del pastorcito de la infancia?

 -Todo, todo, todo. Hay cuatro cosas: yo soy un enamorado de la soledad, la soledad no como drama, como tristeza, como vacío,  sino como una experiencia a disfrutar al máximo. Yo tengo una capacidad de soledad infinita y de disfrutar la soledad.

En segundo lugar, me enseñó a convivir conmigo mismo. Creo que es uno de los dramas fundamentales de la sociedad, todo el mundo está huyendo de sí mismo. Por otra parte, el encuentro es también superficial, huye de tí mismo y no encuentres al otro… al final hay un gran vacío. Aprendí a convivir conmigo mismo primero por obligación y luego casi como por virtud.

Yo soy un enamorado de la naturaleza. De niño aprendí a estar días enteros solo con las ovejas en el monte porque la persona adulta se iba a hacer otras cosas. En aquel momento no tenía la capacidad de hacer conciencia del aprendizaje. Es impresionante cómo aparecen todos los ruidos de la naturaleza, los grillos, las urracas, el viento, el momento del silencio, cuando no se oye nada, hacer conciencia de ello es un aprendizaje enorme y hay momentos en que se despiertan placeres inmensos, como estar solo, en silencio, escuchando la naturaleza. La mayor parte de la gente hoy día  especialmente de la ciudad, no tiene la oportunidad. Para mí el mayor placer de la vida es pasear solo en el monte, 4, 6 horas, o sentarme debajo de un árbol sin pensar, sin rezar, sin hacer nada, simplemente estar. El cuarto rasgo que me quedó es que la naturaleza acaba siendo una experiencia religiosa.

 – Tú has dicho que uno puede vivir sin placeres pero no sin sentido de la vida…

 -Esa es un poco mi tesis, casi obsesiva, en este momento de mi vida. Se sitúa en el momento actual de la sociedad del bienestar, más bien del norte norte, Europa, EEUU. Bienestar que está hecho fundamentalmente de un cultivo gratificante de todos los sentidos externos, de todas las ventanas de nuestra personalidad, y como prolongación de éste, el creer que el placer es capaz de satisfacer a la persona.

En este momento es mi tesis obsesiva, porque uno constata que en esa sociedad de bienestar exportada a través de los medios de comunicación social, cuantas más condiciones tenemos para ser felices a través de la gratificación sensible, más insatisfacción hay en las personas.

Esto a mí me ha llevado a pensar que quizás la clave está exactamente aquí, que la fuente de la satisfacción personal no está tanto en el placer como gratificación inmediata a corto plazo, sino en el sentido como horizonte de luces largas, la vida qué, para qué, qué sentido tiene.

Desde el placer, por ejemplo, es imposible encontrar sentido al sufrimiento. Tengo unos amigos, un matrimonio que tiene una hija absolutamente incapacitada, que no puede incorporarse, no habla, gruñe, llevan 54 años dedicados a ella. No hay fin de semana, no hay cine, nada. Y me  comentan ¿qué será de nosotros si se muere la niña?, ¿qué sentido tendrá nuestra vida? No se trata de condenar el placer, bienvenido sea, pero no es el final, el placer siempre es corto, puntual, no tiene expansión.

En este momento, la sociedad de consumo ha exportado ese modelo de felicidad y los lugares más pobres están deslumbrados por los comerciales. El problema de sentido es un problema fundamental que nos afecta a todos, también a los creyentes y a los clérigos.

 EL ANTÍDOTO PARA LAS CRISIS: LAS LUCES LARGAS

 – ¿Qué recomiendas  para afrontar los momentos de crisis?

 – Las luces largas…no en el sentido de quitar importancia a la crisis. Hay que aprender no a esperar plácidamente pero sí a resistir. La resistencia no significa ser de hierro, no valgo para resistir con voluntad, es esa especie de paciencia de tiempo de la que  habla la Carta de los Hebreos, comprender que el tiempo también nos trabaja, incluso, a veces el mismo cuerpo, cuando crees que es una crisis espiritual es una crisis somática, hay que dar tiempo para que pase. Conducir en la noche con luces largas da cierta seguridad y con las cortas tienes el riesgo de no reaccionar a tiempo. Cuando me mandaron para Venezuela y estaba entusiasmado con la vida académica y luego cuando me enviaron a Hong Kong,  me vino una crisis institucional, después ví que esto finalmente hacía sentido para mí. He aprendido a través de las crisis a creer en la Providencia mirando para atrás. He tenido crisis de carácter vocacional, institucionales, otras crisis no he tenido, sin duda me ayudó en buena parte que la comunicación en la comunidad ha sido buena, lo que me ha ayudado a estar tranquilo.

 EL QUÉ Y EL CÓMO DE NUESTRA PREDICACIÓN

 – ¿Cuál debe ser nuestro mensaje a los hombres y mujeres de hoy?

 – Yo digo que hay dos cosas: una es qué y otra, cómo.

El cómo es muy simple: no decir jamás más de lo que crees y tampoco callar lo que crees y decirlo con una firmeza absoluta pero sin arrogancia ninguna. En mi experiencia como predicador, como profesor,  como hablante nada más, es impresionante lo que esto significa para la gente. Esto ha sido impresionante, encontrarse con una persona que no se atiene  a lo políticamente correcto, sino que simplemente dice lo que cree, no más de lo que cree,  sin ninguna arrogancia, con modestia, el cómo es fundamental. Aquí sí que vale lo de McLuhan de que el medio es el mensaje.  Creado este ambiente de comunicación lo que dices es importante pero no tanto, ya no tanto…Se requiere una honestidad enorme, un diálogo personal.

En cuanto al qué, todo lo que se pueda decir en orden a iluminar un poco el sentido de la vida de las personas, es fundamental. Hay dos cosas a resaltar en mi predicación: una es sacar a la gente del mundo de lo accesorio, ahora todos son accesorios, los accesorios se convirtieron en esenciales, el primer qué es  algo de absoluto en la vida,  la fuente de sentido, algo trascendente de tal forma que la gente diga en algún momento: ahora entiendo la diferencia entre lo esencial y lo accidental, lo que es un fin y lo que es un medio, lo que es un objetivo terminal de la vida y lo que es una herramienta que es de usar y tirar. El gran problema de nuestra sociedad es que todo está hecho para usar y tirar pronto, también las personas. Todo lo accesorio debe ser rápido y además esencial para la gente. El Evangelio no solamente apunta a una fe religiosa, sino que apunta a una antropología sana, simplemente cuando dice el que quiera ganar la vida que la pierda.

 Otro asunto que es necesario transmitir, por alguna parte es que la fuente de felicidad en la vida es la bondad, la misericordia. Hay una diferencia enorme entre portarse bien y ser bueno. Nos han enseñado en ciudadanía, en religión, en catequesis, a portarnos bien. Pero quizás no hemos sido educados para ser buenos. Cuando vas a esta dirección hay personas que captan inmediatamente el mensaje que después desemboca en la confesión de fe de un Dios bueno o de una humanidad humana. Desde el punto de vista evangélico hay que predicar esto…la bondad es muchísimo más exigente que otra cosa, es mucho más exigente que la norma.

 En la predicación algunas veces uno tiene que guardar silencio y decir no sé. ¿Por qué siendo Dios tan bueno pasa lo de Haití? Las explicaciones que he dado tantas veces me quedan cortas a mí mismo, procuro deshacer malentendidos, no se puede culpar a Dios, pero yo no lo sé… En los velorios, en los sanatorios es imposible que el predicador diga no sé. Al final como decía Job, Señor perdóname he hablado insensatamente.

 LO QUE QUEDÓ EN EL CAMINO: LA FE, LA POBREZA Y LA COMUNIDAD

 – ¿Qué perdimos o qué ganamos desde que llegó Pedro de Córdoba a América?

 – Yo creo que entonces había frailes extraordinarios y lamentables y ahora también hay frailes extraordinarios y lamentables. A nivel personal no tengo ningún juicio que hacer, sólo Dios nos juzga.

Comparándonos hoy con la comunidad de Pedro de Córdoba  hay dos cosas que me impresionan de aquella y que echo en falta. Una es que estos eran hombres espirituales y muy amigos de Dios. Yo creo que el nivel de experiencia teologal,  de Dios, de fe, en la vida dominicana es débil por la rutina y por la sociedad del bienestar que está contaminando de una manera violenta a las comunidades religiosas y a las comunidades cristianas.

Otra cuestión es que creo profundamente que la pobreza evangélica es la clave para muchas cosas. La pobreza de estos hombres, de la reforma, de la restauración, es la clave para entender el evangelio. Yo creo que ha desaparecido de nuestras vidas, no me culpabilizo, pero constato que me gustaría parecerme más a San Francisco, a Domingo de Guzmán.

 – ¿Qué harías si estuviera en tus manos la posibilidad del cambio, de la restauración?

 – Lo primero sería preguntar quién quiere comenzar de nuevo. Si tuviera vocación de refundador preguntaría quién quiere venirse conmigo (no porque sea mejor), y antes de ver cómo organizar la oración les propondría comenzar a ser pobres. Y creo que sería algo impresionante para la gente joven, no les quedaría otro remedio que caer en la cuenta de que no se puede servir a dos señores, no es porque sean mejores o peores, sino que es  la mentalidad imperante. Que no se puede tener un gran celo dominicano y una vida de comodidad.

Después intentaría reconstruir un mínimo de tejido comunitario. Necesito hermanos para rezar con ellos, necesito hermanos para que me digan “estás equivocado”.

 – ¿Cómo pueden los padres educar a sus hijos en esta cultura imperante?

 – Cuán difícil es hoy para los matrimonios con las mejores voluntades conquistar a los hijos y no permitir que te los robe la cultura ambiental, este es el drama. La cultura ambiental es como un remolino que lo avasalla todo y sobre todo a las plantas más frágiles. En mi trabajo pastoral, en mi acompañamiento de padres y madres, digo dos o tres cosas: tienes la responsabilidad de  hacer algo, luchar un poco; segundo, tienes que hacerlo con honestidad, con transparencia y, tercero, hay que respetar los tiempos. Tengo unos amigos que la hija adolescente era la cosa más silvestre que te puedas imaginar, y mi amigo reaccionaba en forma bastante violenta, ahora hablamos de ella y esta muchacha es una maravilla de madurez, fueron 4 o 5 años violentos,  de relación conflictiva con su padre…y su padre se dice ahora: “¿cómo es posible  que yo no entendía que había un proceso?”

 – ¿Cómo te percibís en los próximos años?, ¿qué te gustaría hacer?, ¿seguir escribiendo?

– Escribir siempre voy a escribir. Antes escribía sólo por deporte pero, ahora, empiezo a creer en los escritos, no me creo un best seller ni un premio nobel,  pero había un muchacho que me dijo: “soy dominico por sus escritos”. Se llama Bruno, me emociona, me pasó en México con otros dos. Creo que es una forma de predicar. No necesito cultivar la imagen, es un momento de libertad en el cual uno comienza a predicar mejor, a escribir mejor. Y me gustaría dedicarme simple y llanamente al acompañamiento personal. No lo puedo hacer por tiempo, porque nunca estoy en un mismo sitio.  Hice un ejercicio de esto en Venezuela, en la Parroquia, en el acompañamiento para la comunicación personal.

Me parece esencial, hoy día la gente padece una soledad brutal y creo modestamente tener el carisma de la comunicación  personal. 

 ATRIBUTOS PARA EL PRÓXIMO MAESTRO: FE, VERDAD Y TOLERANCIA

 – Falta poco para el Capítulo General electivo: ¿cuál debiera ser el perfil del nuevo Maestro?

 – No me gusta hacer vaticinios. En este momento quisiera primero un hombre de fe, parece una tontería, pero no lo es, lo que el P. Damián se atrevió a escribir en una carta,  no hay que dar por descontada la fe en las comunidades religiosas. Que sea un hombre creyente con tal fuerza de fe capaz de  contagiarla un poco o de resistir las fragilidades de la Orden. Un segundo punto muy importante, un hombre suficientemente valiente, con coraje para decir la verdad a diestra y siniestra sin miedo a nada ni a nadie, ni a ideologías, ni a jóvenes, ni a viejos, a nadie.

También se requiere de una gran capacidad de comprensión, una tolerancia enorme, porque la salud psíquica hoy en día en las instituciones es muy frágil, también en las congregaciones religiosas. Fe, verdad y tolerancia deberían ser las condiciones de un próximo Maestro.

 

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