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Mensaje de Navidad del Maestro de la Orden

 MENSAJE DE NAVIDAD DEL MAESTRO DE LA ORDEN “Dios viene a nuestro mundo (…) a inaugurar el tiempo de la nueva creación”.   podemos empezar. Con el Adviento se abre una vez más para la Orden de Predicadores el tiempo bendito de la esperanza de la Encarnación. Tiempo bendito porque el misterio de la venida de nuestro Dios en medio de los hombres, Uno para la salvación de todos, constituye el corazón mismo de la misión de la Orden. Jóvenes y ancianos, en el norte o en el sur, frailes o hermanas, laicos o clérigos, un día todos nosotros hemos sido alcanzados por esta noticia deslumbrante al punto de entregar nuestra vida para poder anunciarla al mundo: Dios viene a nuestro mundo…

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·        Mensaje de Navidad del Maestro de la Orden
FRAY BRUNO CADORÉ OP: “DIOS VIENE A NUESTRO MUNDO (…) A INAUGURAR EL TIEMPO DE LA NUEVA CREACIÓN”
 

Con el Adviento se abre una vez más para la Orden de Predicadores el tiempo bendito de la esperanza de la Encarnación. Tiempo bendito porque el misterio de la venida de nuestro Dios en medio de los hombres, Uno para la salvación de todos, constituye el corazón mismo de la misión de la Orden.

Jóvenes y ancianos, en el norte o en el sur, frailes o hermanas, laicos o clérigos, un día todos nosotros hemos sido alcanzados por esta noticia deslumbrante al punto de entregar nuestra vida para poder anunciarla al mundo: Dios viene a nuestro mundo y, por este diálogo con el mundo y sus culturas, Él viene a inaugurar el tiempo de la nueva creación. Esta esperanza de la Encarnación es a la vez el horizonte de nuestra fraternidad apostólica y su fundamento más firme.
 
Esta noticia de la venida de Dios, anunciada un día en medio de las tinieblas, tiene el poder de despertar a los pastores y de movilizar a una multitud de gente sencilla que de prisa acuden al albergue. Esta misma noticia intriga a los sabios al punto de hacerlos recorrer caminos poco frecuentados e inquieta a los poderosos, desconcertados por la resistencia que la ternura y el amor oponen a las vanas pretensiones del poder.
Dios en medio de los hombres, y de repente aquellos que se consideraban postergados se ven invitados a ocupar el primer lugar en el cumplimiento de las promesas, los fatigados de la vida se ponen de pie, los agobiados por la culpa y el pecado estrechan la mano que los levanta.
Dios mismo viene a dialogar con su pueblo y el mundo es visitado por “el delicado silencio de una brisa ligera” que inaugura el tiempo de la esperanza de la nueva creación: cada uno puede atreverse a nacer de nuevo, el mundo puede ser renovado. Desde hoy mismo es posible construir un futuro de justicia y de paz en la medida en que more en nosotros la esperanza de que es Dios quien, a través de manos humanas, está obrando para modelar una creación nueva.
Esta noticia extraordinaria del diálogo de Dios con su pueblo, con cada uno de nosotros y con todos, nos ha puesto en marcha y por ella y para ella deseamos vivir. ¿No es acaso esta misma buena noticia la que aun hoy debe mantenernos en vela?
 
Nuestra Orden está al servicio de la venida de Dios y del diálogo que a partir de ella se ha iniciado. Para esto santo Domingo eligió el camino de la predicación apostólica. Era lo que animaba también a Pedro de Córdoba y a sus compañeros cuando, a través del sermón de Montesinos, recordaban las exigencias de una alianza fundada en una común dignidad. Queremos discernir los signos de esta venida de Dios tanto en el diálogo con las culturas tradicionales como con las culturas modernas de la técnica y de la ciencia. Deseamos estar atentos a su presencia acercándonos a los nuevos mundos de las artes y de la comunicación digital. Donde quiera que sea, queremos estar cerca de nuestros contemporáneos para escuchar junto a ellos y con ellos los pasos del Dios que viene, discernir con ellos los signos de esperanza de un mundo nuevo que está por nacer.
 
La Orden está también al servicio de este diálogo de Dios con los hombres cuando, a través de la vida fraterna, invita a los hermanos a ser testigos unos con otros de este diálogo de Dios con cada uno de nosotros, más allá de nuestras debilidades, a pesar de las insuficiencias de nuestras vidas y aún a partir de ellas. Ciertamente la predicación de la Orden es comunitaria puesto que todos juntos deseamos mantenernos vigilantes para discernir en el mundo y en las culturas humanas los signos de la venida de Dios, suscitando ese dialogo a través del cual Él hace nuevas todas las cosas.
Pero es también comunitaria, “santa predicación”, porque los hermanos, en la aventura de la vida fraterna, se atreven a ser mutuamente testigos unos para otros de esta venida de Dios junto a ellos y de la promesa de un nuevo nacimiento. Nosotros queremos ser testigos de la esperanza de esta venida de Dios acogiéndola en nuestras vidas y ofreciéndola al mundo como promesa de un nuevo nacimiento.
 
Que este tiempo de Adviento y la celebración de la Navidad sean para todos vosotros un tiempo de experimentar la alegría que esta esperanza nos da.
 
Fray Bruno Cadoré op
Maestro de la Orden

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