HOMILÍA DE MONSEÑOR ÁNGEL FRANCISCO SIMÓN PIORNO EN LA MISA FÚNEBRE DE LOS NUEVE CAMPESINOS DESAPARECIDOS DE SANTA Estimados hermanos y hermanas: La coronación de Cristo Crucificado nos hace entender de alguna manera las páginas más dolorosas de la historia de la humanidad. En la contemplación de Cristo crucificado entendemos ese momento donde el fanatismo y la crueldad, el odio y el rencor triunfaron sobre Dios, el Dios de la vida.
Contemplando al Cristo Crucificado, patrono de esta comunidad católica de Santa, que desde el cielo ya resucitado está intercediendo porcada uno de nosotros, contemplamos hoy la tragedia que vivieron estos nueve hermanos.
De alguna manera intuimos el dolor inmenso de estas familias que perdieron a sus seres queridos de una manera violenta, trágica, y entendemos también el dolor de la comunidad de Santa.
Nuestra presencia aquí esta mañana quiere ser, en primer lugar, un acto de solidaridad con estas familias que perdieron a sus seres queridos; no hay ninguna justificación, absolutamente ninguna para que el pueblo de Santa esté ausente en este momento.
De alguna manera intuimos el dolor inmenso de estas familias que perdieron a sus seres queridos de una manera violenta, trágica, y entendemos también el dolor de la comunidad de Santa.
Nuestra presencia aquí esta mañana quiere ser, en primer lugar, un acto de solidaridad con estas familias que perdieron a sus seres queridos; no hay ninguna justificación, absolutamente ninguna para que el pueblo de Santa esté ausente en este momento.
Nosotros somos creyentes, somos cristianos, sabemos que más allá de los odios, de los resentimientos, va triunfar el amor. Más allá de la muerte violenta, cruenta de Jesucristo, está su resurrección. Sabemos que el triunfo definitivo es el perdón, es la misericordia, es el amor.
Y por eso en esta mañana quiero recordarles a todos que es un deber de solidaridad humana, no solo cristiana, el acompañar a estas familias que han vivido un momento de sufrimiento indecible cuando sus seres queridos fueron llevados; y al mismo tiempo han vivido un auténtico viacrucis en la búsqueda de sus restos mortales.
El Señor Crucificado de Santa, cuando esta comunidad se disponía a celebrar la fiesta patronal, ha permitido que se recuperasen sus cadáveres, cadáveres que el día de hoy van a recibir, como bautizados que fueron, la cristiana sepultura.
Ellos tienen derecho por ser hijos de Dios, tienen el derecho a recibir lo que todo el mundo ha recibido: una sepultura digna, para recordar su permanencia en medio de nosotros; y al mismo tiempo, pedirle al Señor que le conceda el eterno descanso.
Ellos tienen derecho por ser hijos de Dios, tienen el derecho a recibir lo que todo el mundo ha recibido: una sepultura digna, para recordar su permanencia en medio de nosotros; y al mismo tiempo, pedirle al Señor que le conceda el eterno descanso.
Pero nuestra presencia no es solo un acto de solidaridad con los deudos, es también una proclamación silenciosa de que la muerte no tiene la última palabra. Después de la muerte está la resurrección. La muerte y la resurrección de Jesucristo son una garantía de que también nosotros resucitaremos.
Estos hermanos nuestros ya pueden estar gozando de la presencia del Señor. De una de las tantas ventanas que tiene el cielo Él nos contempla; y sin duda alguna, contempla a los familiares de los campesinos muertos, para decirles que han cumplido a cabalidad con la misión que tenían de buscar sus restos.
Quiero pedirles a ustedes: padres, esposas, hijos, hermanos nuestros, en nombre del Señor, que después haber abordado y culminado esta etapa de la búsqueda y el encuentro, después de haber recuperado lo que tanto deseaban que es recuperar sus restos, volteen la página del resentimiento, del sufrimiento y abran una nueva página: la página del perdón; a cuántas personas hay que perdonar en este mismo momento.
Y al mismo tiempo que somos solidarios con ustedes, quiero que también ustedes sean solidarizarnos con tastas persona que hay en nuestro país que todavía buscan a sus seres queridos.
Y al mismo tiempo que somos solidarios con ustedes, quiero que también ustedes sean solidarizarnos con tastas persona que hay en nuestro país que todavía buscan a sus seres queridos.
En el nombre del Señor les pido, que ya pacificado su corazón, lo abran a la misericordia, al perdón de tantas personas que hicieron tanto daño. Verán cómo de esa manera, la paz que es el gran regalo del Cristo Resucitado, llega a sus corazones y pueden vivir el resto de sus años recordando aquéllos que fueron su orgullo, que fueron parte de su familia y que ya descansan en el Señor. Ánimo y adelante. (Parroquia Señor Crucificado de Santa, domingo 13 de noviembre del 2011) VER VIDEO