Hermana Carolina, llegaste a Chimbote, primero de visita y luego quedaste sorprendida por la calidad de su gente, su pobreza y la alegría de vivir. Caminaste sonriendo por los arenales de San Pedro, Dos de Junio, lloraste y compartiste las luchas y esperanzas de tus hermanos.
Como buena hija de Santo Domingo, fuiste valiente al enfrentarte a la injusticia. No temiste luchar por la verdad. Comunicaste el evangelio y la educación a través de los medios de comunicación, como CECOPROS, el Centro de Comunicación Santo Domingo. No permitiste que la obra quedara trunca.
Sin conocer de comunicación reemplazaste a tu hermano con dedicación, abnegación y búsqueda de proyectos. Incursionaste en la prensa. Defendiste la verdad y te mantuviste ecuánime y certera en la dirección de esta institución que siguió siendo el centro de los pequeños y sencillos, donde las voces campesinas hacían oír su voz, su canto, sus experiencias culturales y su anhelo de un desarrollo integral.
Te integraste a la Comisión de Justicia Social. Desde allí defendiste a los más pobres y desvalidos. Visitaste a los encarcelados, te preocupaste por sus mejoras de vida, con dedicación y misericordia de madre, amiga y hermana. Asististe a los enfermos de Sida. Los acompañaste y guiaste. Defendiste como amiga y compañera a todas las mujeres maltratadas que defendían sus derechos de mujer. Te insertaste en las luchas y esperanzas de este pueblo.
Como comunicadora, sembraste la justicia y la verdad. Predicaste el evangelio con el ejemplo de tu vida y coherencia. Te preocupaste por la formación del clero con los talleres de predicación. Fuiste fiel a la Iglesia, a la Orden y a tu nueva congregación “Dominicas de la Paz”. Nos trajiste paz y bendición en tu sonrisa, tu ternura, tu compasión, tus consejos y sabiduría.
Cuánto te echaremos de menos Hermana Carolina, porque también bregaste con nosotros Mar Adentro. Tus opiniones siempre han sido acertadas como buena maestra, amiga, hermana y compañera en el camino del reino de la vida, paz, justicia, reconciliación y en la defensa de la vida humana.
Gracias Carolina por ser una digna hija de Domingo. Gracias porque aprendimos juntos a ser abiertos al mundo, al ecumenismo, para que todos seamos uno, como Jesús es uno con el Padre. Gracias de quien escribe, porque marcaste mi vida sacerdotal, demostrándome que más allá del sufrimiento está la resurrección, y que la cruz nos da esperanza y nueva vida. (Fr. Héctor Herrera OP)
En la foto: Recibiendo el reconocimiento del Obispo de Chimbote por el aporte de las hermanas dominicas en la construcción de la Iglesia local.