Ya se ha convertido en una tradición que la familia dominicana de Roma se reúna para celebrar la Traslación de Santo Domingo, y este año no ha sido una excepción. El pasado sábado día 24 de mayo los frailes dominicos, las hermanas y los laicos se congregaron en la Basílica de Santa Sabina para celebrar nuestra comunión fraterna como familia.
Las monjas dominicas se hicieron presentes a través de sus oraciones. Desde hace tiempo ha parecido más adecuado celebrar esta reunión el día de la Traslación que el de Santo Domingo (8 de agosto), ya que posibilita una mayor asistencia de gente que la fecha estival.
Según la tradición, transmitida hasta nosotros por el sucesor inmediato de Santo Domingo, el Beato Jordán de Sajonia, el cuerpo de Nuestro Padre fue trasladado el 24 de mayo de 1233 desde el lugar donde fue enterrado originariamente (bajo el pavimento de la iglesia de San Nicolás en Bolonia, donde los primeros frailes habían establecido su convento) a un nuevo emplazamiento en una capilla lateral del templo que posteriormente cambió su advocación para llamarse Basílica de Santo Domingo. La tumba es una hermosa obra de arte. La descripción que de ella se hace en la página web del Santuario nos la describe así:
«La tumba de Santo Domingo es a la vez una obra de arte y un documento histórico. Nicola Pisano, Nicolò dell’Arca, Michelangelo, Girolamo Cortellini, Alfonso Lombardi, entre otros famosos artistas, dejaron constancia de su genialidad transformando el mármol sin vida en piedras parlantes. Los episodios más importantes de la vida de Santo Domingo están “fotografiados” en los bajo relieves del sarcófago, realizado por Nicola Pisano en 1267, así como entre los dos ángeles de Alfonso Lombardi que datan de 1532. Las esculturas fueron realizadas de acuerdo a los recuerdos de los frailes que habían conocido al santo».
La celebración comenzó a las 18,30 con una Eucaristía solemne presidida por el Vicario General de la Orden de los Frailes Menores fr. Julio César Bunader OFM. En su homilía recordó que la vida de la primera comunidad cristiana fue un testimonio de la Resurrección y que de la misma manera que Cristo envió a sus discípulos a evangelizar el mundo entero nosotros también somos enviados a través del carisma de Nuestro Padre Santo Domingo. Fr. Julio nos recordó las grandes cualidades de Santo Domingo: su pobreza evangélica, su vida de contemplación y su amor a la misión de la predicación. Imitando a la comunidad de los apóstoles Santo Domingo nos invitó también a nosotros a la misma vida evangélica de comunidad y pobreza para que podamos llevar a cabo la misión de la predicación. Para finalizar fr. Julio nos invitó a orar juntos, confiando en la intercesión de la Virgen María, pidiendo ser fieles a nuestra vocación.
La celebración se cerró con una procesión a la capilla de Santa Catalina mientras se cantaba la Salve dominicana.
La segunda parte del encuentro tuvo lugar en el claustro del convento, donde se pudo disfrutar de una cena fría abundante. Del mismo modo que primero habíamos compartido la mesa del Señor como una gran familia también compartimos después este banquete fraterno, donde todos quedaron saciados y pudieron hablar con tranquilidad.
Santo Padre Domingo, ora por nosotros.
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Fuente: op.org