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¿Y después? ¿Una humanidad nueva?

El drama nos tiene atrapados. Nos encontramos con ese límite que está en la realidad, sin descubrir muchas veces las posibilidades que esa misma realidad nos brinda… (Por Liliana Badaloni O.P. -Equipo  interdisciplinar de CONFAR(EIR))

Podemos experimentar algo así como cansada el alma y sentirnos abatidos, tristes, desorientados. La incertidumbre nos envuelve.

Corremos el riesgo de que se nos hagan añicos nuestros sueños; los anhelos se desinflen.

No es fácil vivir ante esto, más fácil sería vegetar. Pero el vegetar no es lo nuestro, lo propio de nuestra identidad.

 

Nos sacude el tiempo que estamos sufriendo.

Nos despierta de nuestro letargo.

Nos ofrece una oportunidad.

Necesitamos ver con claridad.

Estamos como los discípulos de Emaús; caminaban tristes, se les había apagado la esperanza.

Y todo porque no veían con claridad. Algo nublaba su vista. Les resultaba difícil descubrir al Resucitado.

Abramos nuestra vida, nuestro corazón, nuestra mente, para descubrir la nueva vida que se está gestando.

Vemos y hasta admiramos hoy muchos gestos solidarios que son parte del panorama que vivimos.

La fuente de estos gestos es la esperanza. Y nos fortalece para vencer la negatividad, certificándonos que siempre hay otra posibilidad; nos abre el horizonte de nuestros corazones.

Hoy nuestro mundo, nuestra Argentina, nuestra provincia, nuestra ciudad se ha convertido en una auténtica trinchera de la esperanza.

Lugares de servicio, hospitales; docencia virtualizada, voluntariados….

Desterrar la mentalidad fatalista del “no se puede hacer nada”.

Desechando el “está todo perdido”

O la duda sistemática del “¿Para qué todo este esfuerzo?”

Hay un llamado de parte de la situación a ser protagonista de nuestra historia.

Sin quejas.

Desterrar indiferencia, egoísmo, división, olvido

Hacernos cargo.

Humanidad nueva: RENACER

Para renacer necesitamos salir de nosotros mismos; dejarnos transformar por el Espíritu; un corazón dispuesto a ser fiel sirviendo; disponernos a levantarnos todas las veces que sea necesario para volver a comenzar. Dejar, soltar todo aquello que nos impide ser libres interiormente. “Despojarnos del hombre viejo”, dice Pablo, ese hombre viejo que centra todo en sí mismo. Despojarnos de lo viejo para permitir la apertura a lo nuevo para dejar que la realidad toque nuestro corazón y nos mueva a compasión, venciendo esa búsqueda de nosotros mismos que  nos paraliza.

Enfrentar los miedos; aceptar nuestra verdad; la verdadera lucha es con nosotros mismos. Aprender a convivir con nosotros mismos. Permitámonos el renacer.

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