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Fray Timoner en la Basílica de Guadalupe

“Nos reunimos alrededor de la mesa de la Eucaristía para dar gracias a Dios por el don de la vocación dominicana y el privilegio de predicar al mundo la Santa Palabra de Dios”. Así comenzó la homilía de Fray Gerard Timoner, Maestro de la Orden, en la misa de cierre de la asamblea de  CIDALC, realizada en México.

“Nos reunimos alrededor de la mesa de la Eucaristía para dar gracias a Dios por el don de la vocación dominicana y el privilegio de predicar al mundo la Santa Palabra de Dios.

Nuestra peregrinación hoy es significativa para mí por dos razones: primero, vengo de Filipinas, un país confiado al patrocinio de Nuestra Señora de Guadalupe puesto que, en  el siglo dieciséis, Manila era sufragánea de la Arquidiócesis de México; en segundo lugar,  junto a fray Mark, Pablo, Florentino y Juan Manuel, miembros de la Curia General en  Roma, hacemos esta peregrinación con los provinciales y frailes de América Latina y  Caribe y la familia dominicana aquí en México. En esta peregrinación, pedimos también  la gracia del Espíritu Santo para inspirar y guiar a los hermanos de todo el mundo que  vendrán a la ciudad de México y a Tultenango para el Capítulo General que se celebrará  del 16 de julio al 8 de agosto de 2022. Un capítulo general es muy importante para la vida  de la Orden. De hecho, el Papa Francisco, en Praedicator Gratiae, su carta a los dominicos  con motivo del VIII Centenario del dies natalis de Santo Domingo, afirmó que nuestros  capítulos tienen una estructura sinodal y, por lo tanto, tienen un significado no sólo para  nosotros los dominicos sino también para toda la Iglesia. En esta Eucaristía, pedimos a  Nuestra Señora de Guadalupe, Madre de Dios y Nuestra Señora de los Predicadores, que  interceda por toda la Familia Dominicana en todo el mundo.

En el Evangelio de hoy, escuchamos a Jesús decir: Pero yo tengo un testimonio mejor que el de  Juan: las obras que el Padre me ha concedido realizar y que son las que yo hago, dan testimonio de  mí y me acreditan como enviado del Padre (Juan 5:36).

Las palabras son poderosas. Una palabra generosa de afirmación puede animarnos a  hacerlo mejor; en cambio, una crítica dura puede hacernos perder la fe en nosotros  mismos. Un «te quiero» o un “te amo” dicho con sinceridad puede construir una relación,  incluso una familia y una comunidad; mientras que un imprudente «ya no te quiero»  puede conducir a un hogar roto o a una comunidad fracturada. Las palabras son  poderosas. En los numerosos relatos de milagros, Jesús sólo pronuncia su palabra y los  enfermos se curan: «Levántate, toma tu camilla y anda» y el paralítico volvió a caminar;  «cúrate» y el hombre con las mano paralizada se curó; «niña, levántate» y la niña resucitó.  Incluso el centurión simplemente creyó en la palabra de Jesús y su siervo fue curado. Las  acciones compasivas de Jesús son tan elocuentes y poderosas como sus palabras. Jesús es la  Palabra hecha carne, por lo tanto, todas sus acciones son palabras de Dios. Esta es una  lección importante que debemos recordar, nuestras acciones son tan poderosas como  nuestras palabras. Predicamos a Jesús tanto con nuestras acciones como con nuestras  palabras. Esta es la lógica de la encarnación. Este es el misterio de la Palabra que se  encarna. Cuando nuestras palabras se hacen realidad, cuando nuestra fe se manifiesta a  través de nuestros actos, entonces participamos en el misterio continuo de la Encarnación.

Las acciones compasivas de Jesús son tan elocuentes y poderosas como sus palabras. Sus palabras  y acciones dan testimonio de que el Padre lo envió realmente. Jesús es la Palabra hecha  carne, por lo tanto todas sus acciones son palabras de Dios. Sabemos que cuando el Verbo  se hizo Carne, el Verbo se hizo vulnerable. Este misterio está en el corazón del misterio  pascual que celebramos esta Cuaresma y Pascua.

Una de las más bellas historias de la Pascua es la historia de Tomás, que exigió pruebas de  que Jesús está realmente vivo. Cuando finalmente encontró a Jesús, el Señor le hizo señas  para que tocara las heridas del Resucitado. Al hacerlo, Tomás exclamó: “¡Señor mío y Dios  mío!”. Un sacerdote escribió: “Nuestro mundo está lleno de heridas. Es mi convicción que  aquellos que cierran los ojos a las heridas de nuestro mundo no tienen derecho a decir,  ‘Señor mío y Dios mío’. Esto significa que las llagas de Cristo permanecen en las llagas del  mundo. “La fe nace y renace sólo de las llagas de Cristo Crucificado y Resucitado visto y  tocado en las llagas de la humanidad”. Tenemos miembros de la Familia Dominicana en  Ucrania. Ven muerte y destrucción a su alrededor. Pero optaron por permanecer con el  pueblo. Ven y tocan las heridas de Cristo entre los que sufren las horribles consecuencias  de la guerra. El vicario en Ucrania, fray Jarosław, envía actualizaciones periódicas desde  Kiev. El 4 de marzo escribió: “Os pido vuestra oración por los que ahora en Ucrania están  tocando la cruz, por los que, como María, lloran por sus hijos, padres, hermanos y amigos.  Muchas veces no hay mucho que podamos hacer; experimentamos vacío e impotencia,  pero lo que siempre podemos hacer es orar y estar junto a ellos en la cruz, mirando a Aquel  que dio su vida por nosotros. En Ucrania, este próximo domingo se celebra el comienzo  del Año de la Santa Cruz. Cuando los obispos católicos de rito romano decidieron que este  año sería un tiempo para la contemplación del misterio de la cruz, nadie habría  sospechado que también sería un tiempo de guerra. Cuán profética fue su decisión!”.

A medida que continuamos nuestro camino cuaresmal, meditamos en el misterio del amor  de Dios por nosotros. El profeta Isaías nos asegura: “Pero Él fue traspasado por nuestras  rebeliones, triturado por nuestros crímenes… sus cicatrices nos curaron” (Is 53, 4-5)».

Fray Gerard Timoner, OP

Santuario de N. Señora de Guadalupe

CIDALC; 31 Marzo 2022

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