Las que escribimos somos mujeres dominicas de más de 60 años, es decir que la mayoría de nuestras vidas fueron vividas en Democracia, con su belleza, vulnerabilidades, complejidades y desafíos.
Pero no podemos hablar de Democracia sin recordar nuestra adolescencia y juventud bajo la dictadura como dice el P. Eduardo de la Serna: “la dictadura, que es la asociación entre los poderes del capital y los medios de comunicación concentrados, que someten a la población a un estado continuo de inducción de angustia, pánico e incertidumbre.”
Y esto es lo que vivimos y padecimos. La fe nos sostuvo. La pequeña comunidad juvenil donde se nos prohibió cantar el Magnificat, leer la Biblia Latinoamericana, ir a la villa a dar apoyo escolar a los niños y niñas, ayudar a arreglar los ranchos, visitar a la gente porque sí continuábamos íbamos a sufrir consecuencias. Apenas teníamos 16 años.
Hoy lo podemos contar. No así algunos compañeros de Comunidad que eran mayores de 21. La dictadura con su modelo de país para unos pocos se llevó la vida de 30 mil desaparecidos con sus familias buscándolos hasta hoy. Entre ellos estaban las monjas francesas Alice Domon y Leonie Duquet secuestradas entre los días 8 y 10 de diciembre de 1977 de la Iglesia Santa Cruz, donde hoy están sus restos identificados hace unos años por el Equipo Argentino de Antropología Forense.
Todos estos cuerpos desaparecidos han sido semilla fecunda que llevaron al compromiso de muchos y muchas argentinas, especialmente de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, que insistieron con denodada esperanza buscando a sus hijos, hijas, nietas y nietos.
Fruto de esta esperanza, fe, resistencia, luchas se alimentó el camino a la Democracia que volvió en 1983 con el presidente Raúl Alfonsín. Recordando ese 10 de diciembre el corazón late ilusionado. Recordamos la capilla llena de la gente de la comunidad cantando nuevamente el Magnificat y el abrazo que nos dimos mientras nos repetíamos entre lágrimas y alegría: María desde el cielo nos sonríe.
Costó caminar por las calles sin miedo, juntarse con otros y otras para celebrar y soñar. Acostumbrarnos a decir nuestra palabra y que sea escuchada. Pudimos acceder a derechos primarios que hacen a la vida de las personas un poco más vivible, accediendo a la salud, la educación, la alimentación.
Estos 40 años de democracia no han cerrado heridas y con ellas caminamos. El poder real nunca ha estado en manos de los distintos gobiernos que han tratado de conducir el país. Ha habido gobiernos que apostaron al estado de bienestar social y otros al achicamiento del estado. Ninguno pudo construir en profundidad la amistad social a la que el Papa Francisco nos llama en Fratelli Tutti. La iglesia oficial ha tenido tiempos de silencio y tiempos de profetismo. La iglesia de base acompañando las luchas de los pueblos, compartiendo la cruz y la alegría de la Resurrección. Y como dice el P.Eduardo de la Serna “Los 40 años de democracia tienen que ser también una crítica y una discusión sobre cuánto quedó de la dictadura en el diseño de estos 40 años”.
Hoy como mujeres dominicas intentamos seguir cultivando la democracia en medio del pueblo. En este momento, después de las elecciones, con mucha incertidumbre acerca de nuestro futuro, pero con la esperanza puesta en el Dios de la Vida.
Sra. Edith Nagel O.P.
Coordinadora Comisión Justicia y Paz de Familia Dominicana-Argentina
Hna. Noemí Zambrano O.P.
Miembro de la Comisión JPIC-Argentina