Solidaridad con Obispo dominico, fray Raúl Vera

México, D. F., a 10 de Diciembre de 2007

Fray Raúl Vera López, O.P.

Muy querido Señor Obispo:

Por la prensa y distintos comunicados de solidaridad de organizaciones, instituciones y personas que han circulado a nivel local, nacional e internacional, nos hemos enterado de que has sido objeto de señalamientos equívocos que ponen en duda la consistencia de tu servicio como Obispo al frente de la Diócesis de Saltillo.

Nos alarma que estas manifestaciones de incomprensión y tergiversación de tu celo apostólico vengan a sumarse y agraven todavía más las amenazas recientes, incluso contra tu vida, que has tenido que soportar por tu fidelidad en el seguimiento de nuestro Señor Jesucristo como religioso y pastor, en las circunstancias concretas en las que has tenido que desarrollar tu ministerio.

Como tus hermanos y hermanas de la Orden de Predicadores en México, monjas, frailes, religiosas de vida activa, laicas y laicos dominicos, que desde hace muchos años te conocemos en la intimidad de nuestra familia, nos sentimos también obligados a dar testimonio público de tu inquebrantable adhesión al Evangelio, al magisterio eclesial y a las orientaciones pastorales de nuestra Iglesia, en las que has tenido y tienes la oportunidad de participar de manera activa como Obispo. Es más, estamos conscientes que estas contradicciones se deben también precisamente a tu fidelidad a ellas.

Queremos además decirte que nos enorgullece y nos estimula la comunión que mantienes a toda prueba con las prioridades apostólicas universales de nuestra Orden, entre las que se encuentra el compromiso con la justicia y la paz en todas nuestras actividades, la cual implica necesariamente la opción preferencial por los pobres, la defensa de la dignidad de toda persona humana, la promoción de sus derechos inalienables y la lucha por la justicia, como parte integral del Evangelio y dimensión irrenunciable de nuestra predicación.

En su discurso inaugural de los trabajos de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, celebrada en Aparecida, Brasil, en mayo de este año, el papa Benedicto XVI nos ha vuelto a recordar a todos que "la evangelización ha ido unida siempre a la promoción humana y a la auténtica liberación cristiana" (n. 3), y que la Iglesia "es abogada de la justicia y defensora de los pobres" (n. 4). La misma Conferencia expresó que la Iglesia de nuestro continente siente hoy un fuerte llamado a promover una globalización diferente, que esté marcada por la solidaridad, por la justicia y por el respeto a los derechos humanos" (n. 64), que nos debería llevar a contemplar los rostros de quienes sufren, entre quienes menciona a "muchas mujeres que son excluidas en razón de su sexo, raza o situación socioeconómica", a "muchos pobres, desempleados, migrantes, desplazados, campesinos sin tierra, quienes buscan sobrevivir en la economía informal", y a "niños y niñas sometidos a la prostitución infantil, ligada muchas veces al turismo sexual" (n. 65). Y entre las causas que provocan la desigualdad y la injusticia, apuntó explícitamente a las industrias extractivas que "no respetan los derechos económicos, sociales, culturales y ambientales de las poblaciones locales y no asumen sus responsabilidades" (n.66).

Como enseña el Papa, la Conferencia de Aparecida reitera que de nuestra fe en Cristo "brota también la solidaridad como actitud permanente de encuentro, hermandad y servicio, que ha de manifestarse en opciones y gestos visibles, principalmente en la defensa de la vida y de los derechos de los más vulnerables y excluidos, y en el permanente acompañamiento en sus esfuerzos por ser sujetos de cambio y transformación de su situación" (n. 394). Y nos ha vuelto a hacer conscientes de que el empeño de la Iglesia "a favor de los más pobres y su lucha por la dignidad de cada ser humano han ocasionado, en muchos casos, la persecución y aún la muerte de algunos de sus miembros", a quienes debemos considerar como "testigos de la fe" (n. 98).

Como sabes, desde hace decenios son muchos los textos de nuestra Orden que podríamos señalar, totalmente en consonancia con estos principios y criterios. De entre todos, seleccionamos el que volvió a expresar el Capítulo General de los Frailes celebrado en Bogotá en julio de este año: "Nuestra tradición nos compromete a promover el respeto a los derechos humanos, teniendo en cuenta los diversos contextos culturales. Es una invitación para que actualicemos el vínculo que quisieron establecer los frailes en el Siglo XVI, entre la confrontación con la injusticia, la solidaridad con las víctimas, la reflexión teológica y el anuncio del Evangelio. Esta manera de actuar constituye para nosotros un método en nuestro encuentro con las realidades humanas".

Por todo ello, querido hermano Raúl, queremos en primer lugar felicitarte por honrar en el México de hoy, y en las circunstancias que te ha tocado vivir como pastor en la Diócesis de Saltillo, el carisma de Santo Domingo de Guzmán. Nos solidarizamos contigo en los sufrimientos que tienes que padecer por ser fiel al Evangelio. Te agradecemos el testimonio que nos das de comunión con la Iglesia y de fidelidad a sus enseñanzas. Y oramos por ti, para que el Espíritu del Señor ilumine a todas aquellas personas o grupos que todavía no entienden a cabalidad cuáles son las obligaciones prácticas que hoy implica el seguimiento de Jesucristo en la Iglesia. Con toda nuestra solidaridad, recibe nuestro fuerte abrazo fraterno.