Codalc

Declaración final del Primer Seminario Continental de Justicia y Paz (México 2008)

¿CON QUÉ DERECHO? 

 Y la Palabra se hizo carney caminó entre nosotros(cfr. Juan 1,14)  

UNA LLAMADA A LA SOLIDARIDAD CONTINENTAL CON EL PUEBLO DE DIOS EN MOVIMIENTO.  

 INTRODUCCIÓN 

Del 1 al 4 de agosto de 2008 tuvo lugar en la Casa del Migrante, que atiende la Familia Dominicana de México y otros países en Ciudad Juárez, Chihuahua, México, el Primer Seminario Continental de Justicia y Paz sobre los problemas que afectan a nuestras hermanas y hermanos migrantes. Participaron 42 Hermanas Dominicas de 16 Congregaciones, 20 Frailes de 6 Provincias del Continente y 6 Laicos Dominicos, todos ellos pertenecientes a 13 países: Argentina, Brasil, Colombia, Ecuador, Costa Rica, Chile, Honduras, Italia, Estados Unidos, México, Perú, Puerto Rico y Republica Dominicana. Los objetivos del Seminario fueron, en primer lugar, el de estrechar lazos de conocimiento, fraternidad-sororidad y solidaridad entre los Dominicos y Dominicas del Norte, el Centro, Caribe y el Sur del Continente, que están trabajando en la prioridad de la promoción de la Justicia y la Paz de la Orden, especialmente en el tema de la pastoral y el compromiso social con las personas migrantes y desplazadas; el realizar un análisis de la coyuntura económica, social, política y eclesial en el Continente, a propósito del tema de la migración, y el elaborar un plan estratégico de acción, a corto, mediano y largo plazo, para que los/as Dominicos/as del Norte, el Centro, El Caribe y el Sur del Continente Americano se solidaricen con las personas que se ven obligadas a migrar por razones de pobreza, violencia interna y sobrevivencia personal y familiar. Fue por ello que el Seminario se desarrolló siguiendo la metodología pastoral de Ver, Juzgar, Actuar, Celebrar de la Iglesia de América Latina y El Caribe. 

Para los casos de América Latina y El Caribe, este Seminario Continental significa en cierto modo la culminación de una serie de Seminarios sobre el tema, desde el año 2004. Entre el 26 y el 29 de Mayo de ese año, en efecto, la Comisión de Justicia y Paz de la Familia Dominicana del Cono Sur llevó a cabo un Seminario-Taller en Paraguay, con el acompañamiento de la Promotoría Regional de Justicia y Paz de CODALC, sobre el tema de “Tierra, Agronegocios y Migraciones”. Del 24 al 27 de Noviembre de 2005 las Promotorías Regionales de Justicia y Paz de CIDALC y CODALC convocaron y llevaron también a cabo en El Salvador otro Seminario-Taller sobre el tema de “Trabajo y Migración”, con la activa colaboración de la Familia Dominicana en la Zona Mesoamericana (México y Centroamérica). Y del 15 al 18 de Junio de 2006 tuvo lugar en Quito, Ecuador, otro Seminario sobre el tema de las migraciones, sus causas y efectos, con la participación de Hermanas, Hermanos, Laicos Dominicos, o asociados a los trabajos de Justicia y Paz de la Familia Dominicana en la Zona Bolivariana: Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia. Ello explica que este año los organizadores hayan querido centrar su atención en la migración hacia México, como país de origen, tránsito y destino de las migraciones del Sur, sobre todo de Centroamérica, y desde luego hacia los Estados Unidos de América, como principal país de destino. A ello también  se debe que en este Seminario se haya puesto tanto interés en la participación de las Hermanas y Hermanos de ese país, quienes por su parte han ya colocado desde hace años ese tema como prioritario en la Comisión de Justicia y Paz de la Familia Dominicana en América del Norte, y llevan a cabo acciones muy importantes para responder a él en los lugares donde trabajan. 

 Luego de haber trabajado en grupos mixtos de hermanas, frailes y laicos, representativos de los distintos países participantes en el Seminario, y en plenarios, y después de haber compartido importantes experiencias de trabajo pastoral de la Familia Dominicana con migrantes en el Norte, el Centro, El Caribe y el Sur del Continente, así como después de haber escuchado y dialogado con especialistas en ciencias humanas, teología y pastoral sobre el tema, se decidió emitir la siguiente declaración, con el propósito de hacerla llegar a toda la Orden, a la sociedad, a la opinión pública y a las instancias de decisión política y eclesial, nacionales e internacionales.  

1.- La realidad histórica de la migración 

Los procesos migratorios y sus causas 

Durante el siglo XX en el Continente (América Latina y El Caribe), en función de los distintos modelos de desarrollo económico, las migraciones cambiaron radicalmente. Desde el siglo XIX y hasta la cuarta década del siglo XX las migraciones internacionales son fundamentalmente flujos provenientes de Europa hacia América Latina y El Caribe. A mediados del siglo XX surgen las grandes migraciones del campo a la ciudad y la conformación de un mercado laboral creciente, como respuesta a los procesos de modernización e industrialización, agravados por la ausencia de una reforma agraria efectiva y la falta de atención a las necesidades del campesinado. En los años sesenta y setenta adquieren notoriedad las migraciones internacionales de América del Sur, muy a menudo motivadas por las dictaduras militares en varios países. Pero es con el establecimiento del modelo neoliberal en la región en los años ochenta, que profundiza y amplía severamente la pobreza de millones de personas, que las migraciones internacionales crecen de manera significativa a los Estados Unidos, Europa y otros lugares. Con el neoliberalismo se impone el desmantelamiento de los proyectos de desarrollo económico nacional, la aplicación de los programas de ajuste macroeconómico y su secuela de privatizaciones, aperturas precipitadas de mercados nacionales a prácticas de comercio internacional injustas, sancionadas por acuerdos de libre comercio, reducción de la inversión pública en áreas vitales (especialmente social), cierre de empresas pequeñas y medianas y creciente desempleo. Ejemplo de este sistema es Haití, en donde el 80 por ciento de su población vive con menos de dos dólares por día, y se ubica en el puesto 150 de 177 en el Índiceinternacionales, así, se convierten en un distintivo de nuestra época, y ante las cuales no podemos permanecer indiferentes.   

Las remesas 

Para 2007 más de 30 millones de migrantes latinoamericanos enviaron 68 mil millones de dólares a sus países de origen. De ellos, 24 mil 254 a México, 24 mil 250 a Sudamérica, 11 mil 031 a Centroamérica y 8 mil 370 al Caribe. Este crecimiento de las remesas es un reflejo del crecimiento explosivo de las migraciones internacionales. Otro reflejo, que no podemos dejar de mencionar con creciente preocupación, es la destrucción del tejido social y productivo que obliga a millones de latinoamericanos a buscar en el exterior, o al interior de sus propias fronteras, lo que se les niega en sus propios países: serenidad, paz, condiciones de trabajo, una vida digna y empleo. Ello no obstante, en su emigración al Norte la mayoría de los trabajadores no han podido alcanzar el “sueño americano” que esperaban, y como resultado de su migración sus pueblos y ranchos han quedado en cambio semidesiertos, sus familias cada vez  de Desarrollo Humano que es medido por Naciones Unidas, lo que lo convierte a la vez en un país productor de migrantes y receptor de repatriados y expulsados, que son víctimas de todo tipo de abusos y vicisitudes en el territorio dominicano. Sin olvidar situaciones de violencia causadas por la pobreza y el narcotráfico en países como Bolivia, o por estos factores, aunados a la guerrilla y la represión en países como Colombia, que han ocasionado y siguen ocasionando el desplazamiento externo e interno de millones de personas, en búsqueda de seguridad y de una vida mejor. Las crecientes migraciones internas e más divididas y sus ancianos abandonados.  Desde finales de los años noventa del siglo XX inicia un creciente interés por las remesas en los gobiernos de los países receptores y en algunos organismos internacionales. El crecimiento de las remesas devino en una falsa expectativa económica: alentar la migración internacional para acrecentar el volumen de las remesas por recibir en los países de origen de los migrantes. Ese enfoque desconoce que las remesas son recursos privados, son salarios transnacionales y se destinan de la misma forma en que lo hacen los salarios generados al interior del país: reproducción de la fuerza del trabajo familiar y solución económica limitada a las necesidades más elementales de sus familias y sus comunidades. Sin duda los migrantes quieren ayudar a sus países con inversiones al alcance de sus posibilidades, pero no les toca asumir la responsabilidad del desarrollo que compete a los Estados, ni a los de origen ni a  los que los emplean. En los últimos quince años las economías latinoamericanas se volvieron adictas a las remesas. Su adicción las ha hecho altamente vulnerables a la variabilidad de esos ingresos.   

El sufrimiento que enfrenta la migración. 

Una tendencia importante a tener en cuenta se refiere a los cambios en el patrón migratorio que tienen efectos en el presente y futuro de los países de origen de manera preferente, sobre todo en los casos de las migraciones hacia el exterior. Poco a poco las familias llegaron a comprender que la migración no era temporal, sino permanente, y hoy las migraciones son de toda la familia, así sea de manera escalonada, pero tendiente a ser migración definitiva. Ello provoca problemas de despoblamiento en los países, el cual caracteriza a muchas de las comunidades e incluso a áreas enteras. A futuro este despoblamiento hará inviable cualquier idea de desarrollo regional o nacional por falta de población. En los países de transito, las alteraciones en el patrón migratorio también afectan sobre todo cuando en ellos privan por decisión propia o por encargo políticas migratorias contrarias a la movilidad humana, que afectan de manera especial a las mujeres, a los niños y las niñas: auge de redes de traficantes y trata de personas, corrupción, impunidad, inexistencia del debido proceso, aliento a la discriminación, abuso sexual de mujeres, adolescentes, niñas y niños, contubernio de agentes corruptos y delincuentes comunes, desplazamientos forzados internos, engarce de redes de traficantes de drogas y personas. En todo ello las autoridades gubernamentales responsables de la protección de los migrantes han estado por lo menos ausentes, o han sido cómplices de su explotación, enriqueciéndose a costa de ellos. Al reunirnos en Ciudad Juárez, no podemos dejar de mencionar las violaciones sexuales, desapariciones y homicidios que han padecido miles de mujeres migrantes, que habían venido para trabajar en las maquiladoras o viajar al Norte. Los abusos que ellas sufren han continuado hasta hoy en la impunidad. En una palabra, existe un preocupante crecimiento del estado de indefensión de los y las migrantes. En los países de destino los migrantes encuentran extrema discriminación y explotación. Aunque su mano de obra es bienvenida, por lo poco que se les paga, su permanencia y sus derechos civiles y humanos les son negados. Desde el 11 de septiembre de 2001 las iniciativas de ley en los Estados Unidos han subvertido su seguridad en el trabajo y su libertad de movimiento, y han restringido su oportunidad para legalizar su estancia, comprometiendo con ello sus esfuerzos para asegurar la unidad de sus familias. Han sido además calumniados como amenazas para la seguridad y estabilidad nacionales, y forzados a vivir con miedo en los lugares más oscuros y marginados de la sociedad. El cambio en el patrón migratorio tendrá, así, consecuencias diversas en los países de origen, tránsito y destino, mismas que no han sido positivamente previstas por los gobiernos involucrados. El presente ya es así muy preocupante y el futuro de todos, en este contexto, es incierto.  Hoy que la recesión económica en Estados Unidos y Europa está llevando al desempleo a cientos de miles de inmigrantes, se vuelve evidente lo innegable: deportaciones crecientes de migrantes e inmigrados de varios países de América Latina y El Caribe, y la adopción de iniciativas como la europea “Directiva de Retorno”, que amenaza con el encarcelamiento prolongado (hasta 18 meses) y deportaciones masivas de los inmigrantes, que han llenado de miedo e incertidumbre sobre su futuro a los migrantes y sus familias.  Deportaciones y rechazos no son los únicos daños que enfrentan los migrantes internacionales y sus familias. Hay otros daños que ocurren desde antes de la partida, durante el tránsito y el destino. Hay una multiplicación de actores y beneficiarios, no siempre de manera lícita y solidaria. Hay extremos que no debieran ocurrir. Hay la necesidad urgente de irrumpir en esa distorsión de vida con todas nuestras fuerzas de compromiso de fe y justicia, propias de la vida cristiana.   

 Las paradojas de la migración: Un reto a la conciencia. 

Observamos paradojas indicativas del absurdo al que hemos llegado: 1) Por no tener nada, los y las migrantes lo abandonan todo: 2) Para darle vida y futuro a su familia, tienen que dejarla; 3) Los y las migrantes emprenden camino en busca de la vida, pero pueden encontrar la muerte; 4) Para existir, tienen que pasar por invisibles en los lugares de tránsito y destino; 5) Se les induce a caminos de alto riesgo, pero nadie se hace cargo de su muerte; 6) Se lamenta su muerte, pero no se hace nada sustantivo para evitarla; 7) Aunque viajan en grupos, van solas y solos; 8) Se les condena a la clandestinidad, y se les reprocha que viajen como ilegales; 9) Son personas que requieren más de la protección del Estado, y quienes menos la reciben; 10) Se les niega la visa, y se les reclama y encarcela porque viajan sin ella; 11) Aspiran a una vida mejor, y se les condena a buscarla transitando por pantanos, desiertos y montañas; 12) Son quienes levantan las cosechas, pero se les niega el alimento; 13) Se les ofende, y se les dice que su presencia es la que ofende; 14) Se les acusa de violentas y violentos, y son personas violentadas en su cuerpo, su familia, su deseo de vida y sus derechos; 15) Se les llama héroes, y se les trata como criminales; 16) Se les fuerza a migrar, y les llaman desarraigados; 17) Se les recibe como trabajadores, pero se les niega el ingreso y la estadía como personas; 18) Se les pide la vida para la vida de otros, pero se les niega para sí y sus familias. Las y los migrantes, en resumen, son nuestras y nuestros mártires de hoy día.  Frente a ello nos preguntamos: ¿Con qué derecho las y los migrantes internacionales  y los desplazados internos son las víctimas inocentes de la exclusión y la violencia? ¿Con qué derecho los convertimos en chivos expiatorios de los intereses y del beneficio de los demás? ¿Con qué derecho se les priva de vida cuando son la vida misma? Quienes integramos la familia dominicana vemos con profundo dolor el sufrimiento de las y los migrantes y sus familias. No podemos quedar impasibles ni voltear la cara hacia el olvido y la insensibilidad.          

2.- IluminaciónLa migración a la luz de la palabra de Dios y del Magisterio 

Que nuestra Fe y nuestra praxis social sea la fe y la praxis social del “Dios del camino” (2 Samuel 7, 1-7): El “Dios de la tienda de pastores”, que no quiere una casa de cedro, porque Él no ha tenido casa, sino que iba de un lado para otro durmiendo en el campamento, caminando con su pueblo. Es la realidad del único fiel y justo acompañante del pueblo Migrante: Este Dios, compañero migrante, carga su alforja, se sube a los trenes, se mete a las estaciones migratorias y en el mejor de los casos se queda a dormir en las Casas del Migrante, cruza deshidratado el desierto, casi se ha ahogado en los canales y en el Río Bravo, caminando siempre sin abandonar a los y las migrantes, caminantes de la esperanza. En nuestro trabajo solidario con los y las migrantes y desplazados queremos abandonar un sentimiento meramente compasivo y asistencialista, para realizar un trabajo crítico, movilizador, esperanzador, “Con los rostros sufrientes que nos duelen”, como nos lo expresan nuestros Obispos latinoamericanos y caribeños en el Documento de la V Conferencia General de Episcopado (Latinoamericano y Caribeño), celebrada en Aparecida, Brasil, en mayo del 2007 (nums. 65, 410-430), para que en la persona Migrante se de el paso concientizador de la victimizacion a la subjetividad social, de tal manera que se haga realidad la palabra del Documento Pontificio “Erga Migrantes Charitas Christi”, teniendo siempre en cuenta que los inmigrantes “deben ser los principales protagonistas de su pastoral” (num. 91). 

 COMPROMISOS 

Urge en América Latina y El Caribe un modelo de desarrollo alternativo al actual, que es excluyente. Marquemos un alto al desangrar de los pueblos que pierden crecientes flujos de migrantes forzados. Es menester favorecer y fortalecer el bienestar de la población, el empleo, la educación, la salud, la cultura, así como la búsqueda y el establecimiento de condiciones de verdadera paz. Urgen políticas de Estado sobre desarrollo, paz y migración, que conciban a la migración como una alternativa más de vida y no un recurso extremo de sobrevivencia, como sucede hasta ahora, y eviten la sangría de poblaciones enteras al interior de muchos países del Continente.  

Urge también un cambio de actitudes, de concepciones, de vida diaria, que nos involucre a todas y todos y no sólo a las instituciones del Estado. La Familia Dominicana se siente convocada a renovar su acompañamiento diario con las personas desplazadas y las y los migrantes internacionales y sus familias. De hecho, nuestro compromiso es con todas las personas y comunidades forzadas a migrar dentro y fuera de su territorio nacional.    o         Nos comprometemos a vincular nuestros trabajos pastorales con la sociedad civil, en solidaridad con los migrantes, en su origen, transito y destino;o         A incidir en la elaboración de leyes y políticas migratorias con respeto a los derechos humanos de las y los migrantes y personas desplazadas, así como en el establecimiento de condiciones de verdadera paz;o         A monitorear las violaciones a los derechos humanos de las y los migrantes y personas desplazadas, y hacerlas llegar a las instituciones nacionales e internacionales correspondientes;o         A fortalecer el papel de la familia dominicana en la atención y acompañamiento de las y los migrantes y personas desplazadas;o         Incorporar el conocimiento de las migraciones en los planes de formación religiosa y dominicana, como también en los planes de educación pública;o         Implementar el trabajo en red en todo el Continente para defender conjuntamente los derechos humanos de las y los migrantes y personas desplazadas;o         Recuperar la historia de los/las migrantes y personas desplazadas, como condición para que puedan transformarse en nuevos sujetos sociales de transformación.   

La migración es un desafió y una oportunidad para el carisma de Santo Domingo. Por este motivo es necesario que la comprendamos en toda su complejidad. La sociedad, los gobiernos, la iglesia y  la Familia Dominicana estamos llamados a afrontar el problema, procurando la transformación de las verdaderas causas estructurales que las ocasionan de manera forzada. 

Ciudad Juárez, Chihuahua, México4 de agosto de 2008Fiesta de Santo Domingo de Guzmán

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