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CONTEMPLAR LA PERLA DE LA ORDEN (Fray Carlos Aspiroz)

CONTEMPLAR LA PERLA DE LA ORDEN El maestro de la Orden de Predicadores, Fr. Carlos Azpiroz op, dirigió una carta a los frailes " Todos ustedes son hermanos". Si bien la misiva está dirigida a los frailes, destaca que las hermanas contemplativas, religiosas y laicos de la Familia Dominicana, podrán leer esas páginas aplicándolas " a su propia vida y misión". Desde su experiencia personal de "un hermano entre hermanos" nos invita a contemplar más de cerca "la perla de la Orden": la fraternidad dominicana.

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· En la Fiesta de Santo Domingo

EL MAESTRO DE LA ORDEN DIRIGIÓ UNA CARTA A LOS FRAILES

“TODOS USTEDES SON HERMANOS”
(Mateo 23,8)

El 8 de Agosto, en la Solemnidad de Santo Domingo, el Maestro de la Orden de Predicadores, Fr. Carlos Azpiroz op, dirigió una carta a los frailes titulada “Todos ustedes son hermanos” (Mateo 23,8).

En la introducción, Fray Carlos expone su intención de reflexionar, antes de culminar su mandato, sobre “un aspecto central de nuestra vocación: somos frailes, somos hermanos”.

Si bien la misiva está dirigida a los frailes, el Maestro de la Orden destaca que las hermanas contemplativas, religiosas y laicos de la Familia Dominicana, podrán leer esas páginas aplicándolas “a su propia vida y misión”.

Desde su experiencia personal de “un hermano entre hermanos” y como “quien piensa en voz alta”, Fray Carlos invita a contemplar más de cerca “la perla de la Orden”: la fraternidad dominicana.

“¿Qué significa ser hermano hoy?” plantea, a la vez que propone descubrirlo a través de un ícono bíblico: José, el hermano de Jacob… el soñador.

NUESTROS PROPIOS SUEÑOS

En la primera parte de su misiva, el Maestro se introduce en “Los sueños de José” estableciendo el paralelismo con los propios sueños de los frailes (“nuestros propios sueños”).

“Todos hemos entrado a la vida religiosa con el alma preñada de sueños”, recuerda Fray Carlos al plantear la reflexión sobre este punto.

Consideró, no obstante, “curioso y hasta paradójico” que “en tiempo de escasez vocacional (al menos en algunos sitios, países o regiones) mientras pedimos que el Señor nos envíe santas y numerosas vocaciones, miramos con microscopio a cada uno (no me refiero ciertamente al necesario discernimiento vocacional) y llegamos a pensar incluso que quizás seríamos más felices si ‘ellos’ no hubiesen llegado a casa con su equipaje lleno de preguntas, sueños, ilusiones y modos de ‘ser hermano’”.

LOS SUEÑOS DE NUESTROS HERMANOS

La segunda parte de la carta está dedicada a “Los sueños de los demás. (Los sueños de nuestros hermanos)”.

En este punto Fray Carlos destaca la importancia de reconocer los sueños de los demás, al tiempo que plantea la cuestión de “¿Cuál es nuestro papel cuando nos referimos a nuestros hermanos? Somos acusadores o defensores?”.

“Entender, comprender, contemplar los que les pasa a los hermanos (sus sueños, expectativas, ilusiones, miedos, angustias) exige de nuestra parte silencio y paciencia (paz y ciencia); escucha y atención; prudencia y docilidad; sentido del misterio, de lo sagrado, en la vida de los demás”, destaca.

“La vida de fraile, de hermano, sin otra pretensión que eso, ser hermano, nos lleva a escuchar los gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los hombres y mujeres de hoy. ¡Cuántos niños y jóvenes, mujeres y hombres, hermanos y hermanas tienen sueños para los suyos, sus familias, sus pueblos, sus países!. El ministerio de la fraternidad exige escuchar, conocer e interpretar esos sueños”, precisa.

NUESTRA VOCACIÓN

La tercera parte de la carta está destinada a abordar “Los sueños de Dios (Nuestra vocación)”. ¿Podemos reducir nuestra vocación a ‘ser frailes’ o ‘hermanos’ a una cuestión de ‘supervivencia’?, inquiere Fray Carlos. “Dios quiere la vida ¡no quiere simplemente que ‘sobrevivamos’! Reflexionemos estas cosas imaginando nuestra presencia, misión, predicación y los destinatarios de nuestra predicación ¡todos los que esperan de nosotros el pan partido de la Palabra!”, asegura.

“Es el amor misericordioso la raíz o el presupuesto teológico, el alma que da vida, anima y señala la finalidad última y sobrenatural de nuestra vocación. Ese amor perfecciona y supera la justicia, la funda y la supone”, sostiene.

El Maestro expresa que “si nuestros sueños manifiestan nuestros proyectos, ilusiones, ideales…escuchar los sueños de los demás puede abrirnos el corazón a los proyectos, ilusiones, ideales y expectativas de los otros…¡Pero los sueños de Dios para cada uno de nosotros y para todos los hermanos señalan el sentido más profundo de nuestra vida, de nuestra vocación! (…). Los ‘sueños’ de Dios para cada uno son nuestra vocación. Son nuestros hermanos quienes nos lo recuerdan”.

“TODO HOMBRE ES MI HERMANO”

“Nuestra sociedad cada vez más globalizada nos hace quizás más cercanos, pero no necesariamente más hermanos. En efecto, la razón, por sí sola, es capaz de aceptar la igualdad entre los hombres y de establecer una convivencia cívica entre ellos, pero no consigue fundar la hermandad. Esta nace de una vocación trascendente de Dios Padre, el primero que nos ha amado y que nos ha enseñado mediante el Hijo lo que es la caridad fraterna”, asevera.

El Maestro de la Orden concluye la carta llamando a que “esta ‘perla’ preciosa, nuestra fraternidad dominicana (…) resplandezca como nuestra mejor alabanza, bendición y predicación, porque todo hombre es mi hermano y nosotros hemos sido llamados a predicar a todos los pueblos, a consolarlos, hablándoles al corazón”.

Texto completo de la carta en: http://cidalc.op.org/noticias.htm#CARTA%20DE%20FRAY%20CARLOS%20AZPIROZ%20OP

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