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Sábado 2 febrero: Jornada de la Vida Consagrada

(1/2/13) Mañana sábado 2 de febrero, fiesta de la Presentación del Señor, la Iglesia celebra también la Jornada de la Vida Consagrada, establecida por el beato Juan Pablo II.Para conocer más sobre esta actividad y dialogar sobre diversos temas actuales, ZENIT entrevistó al cardenal brasileño Joao Braz De Aviz, prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica.

 

¿Todo está listo para celebrar mañana la Jornada de la Vida Consagrada con el papa?

–Cardenal Braz De Aviz: Estamos muy contentos porque este año se reanuda la presencia del santo padre en la Jornada del 2 de febrero. Es una alegría que los religiosos se encuentren no solamente con una persona del Dicasterio, sino al santo padre en la misa y con su palabra.

¿Qué se quiere profundizar con esta Jornada?

–Cardenal Braz De Aviz: Que en la experiencia cristiana, en el seguir a Jesús –que es un camino para todos los bautizados–, la vida consagrada es un llamado un tanto especial, en el sentido de que no hay un mandamiento sobre esto. Sin embargo, hay personas que por seguir a Jesús quieren dejar de lado todos los bienes, y ser libres en la pobreza. Otra dimensión es aquello de la virginidad, de no casarse; no porque no se da valor al matrimonio, sino porque alguno ha sentido que Dios es más grande que el matrimonio y lo sigue como Jesús lo hizo siguiendo al Padre, o la Virgen que siguió a Dios en la virginidad.

¿Y sobre la obediencia?

–Cardenal Braz De Aviz: Toda la cuestión de la obediencia y la autoridad también es una dimensión muy bella, porque uno decide obedecer a Dios a través de la autoridad humana. Pienso que donde nacen comunidades maduras, nacen los consagrados, porque desde los inicios de la Iglesia ha sido así. Lo que se necesita ahora es que la vida religiosa retorne a su belleza original, es decir, a aquella de los fundadores, del testimonio profundo, que no es otra cosa que seguir a Dios de modo pleno.

Después de casi cincuenta años de la Perfectae Caritatis, cuáles son sus principales frutos y que faltaría aún desarrollar mejor?

–Cardenal Braz De Aviz: Podríamos decir que el Concilio fue un momento decisivo para la profundización de la vida consagrada. La Perfectae Caritatis fue un impulso en este sentido. De allí surgió una llamada de la Iglesia para que todas las familias religiosas pudiesen hacer una actualización de los propios estatutos y reglas.

Lo que hoy, después de cincuenta años, resulta evidente es que se necesita volver a una autenticidad en el testimonio. Pienso también en otro elemento como es aquello de caminar juntos, ayudándose entre ellos para vivir más intensamente la propia consagración.

En este contexto actual de secularización y modernidad, ¿cómo tendría que ser la voz profética de los consagrados?

–Cardenal Braz De Aviz: El poder transmitir la experiencia de Dios. Primero porque yo debo decir: ¿Dios me hace verdaderamente feliz? ¿O tengo otras fuentes de felicidad? ¿Acaso no la encuentro en Dios, sino en otras personas y de otros modos? Este es un gran desafío porque no se puede «decir» unicamente, sino que el otro vea en nosotros que es así. Porque no estamos hechos solo para resolver problemas de salud, de educación o de pobreza. Sino que en aquello que hacemos a favor de los hombres y mujeres, los consagrados manifiestan una identidad que es la del seguimiento al Señor. Y si esta identidad no se percibe a través de los que hacemos, ni siquiera nosotros logramos llevar las cosas hacia adelante ni llevamos a los otros.

¿Cuáles son los temas que presentará a futuro la Congregación?

–Cardenal Braz De Aviz: Personalmente, en la vida consagrada –como un todo que tratamos de atender–, habría tantas cosas. Está la vida contemplativa, que ahora se le ve a la Iglesia más interesada de conservar. Habría que ayudar a algunos de esos monasterios que se han vaciado o son pequeños, o que tienen problemas internos. Está la cuestión de los hermanos que no son prebíteros y son religiosos, y que es una vocación muy especial porque simboliza mucho el carisma. También los institutos seculares, en fin.

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