Manifiesto del Foro de Teólogas Feministas de India
Nosotras, las teólogas feministas de India, nos reunimos en Canossa Ashram, Andheri, Bombay, del 26 al 28 de octubre del 2012, para reflexionar sobre el tema “Comida para quienes sufren hambre. Hacia una teología feminista india de transformación”.
La creciente desigualdad social existente en nuestro país, causada por la globalización neo-liberal, ha tenido como consecuencia la desnutrición crónica, especialmente, de mujeres y niños. A pesar de las afirmaciones oficiales de un gran crecimiento económico y de las abundantes reservas de grano más allá de una capacidad de almacenamiento seguro, es alarmante constatar que hay todavía un gran número de personas que pasan hambre.
Solo en Maharashtra mueren 77 menores cada día como consecuencia de la falta de alimentos. Nos damos cuenta de que la política económica, junto con la exclusión causada por la arraigada estructura de castas, agrava la situación. No se trata sólo de hambre de alimentos. El pueblo tiene también hambre de inclusión social y de reconocimiento.
Las estrategias adoptadas por el Gobierno en nombre del desarrollo sólo han servido para alimentar la avaricia corporativa. Han dado lugar a que la gente abandone sus tierras, al aumento de suicidios entre los agricultores, a la pérdida de biodiversidad y de la sabiduría tradicional de los pueblos tribales. La ocupación de tierras cultivables para zonas económicas especiales, industria, viviendas, bancos de tierras y usos similares, ha forzado a muchas personas a emigrar a las zonas urbanas.
Esto ha incrementado el peso del trabajo de las mujeres y sus esfuerzos por sobrevivir. Semejante desarrollo, hecho sin diálogo con las personas interesadas, es una forma de corrupción que no se reconoce como tal. Desgraciadamente se ha asumido de forma sistemática en las diversas leyes sobre la tierra que se han ido aprobando.
La ley que amenaza
Por eso, estamos preocupadas con la Ley sobre Adquisición, Rehabilitación y Reasentamientos. Esta ley supone una amenaza para la tierra, que es un recurso nacional, al tratarla como una mercancía más que puede ser comprada fácilmente con sólo fijar un coste de rehabilitación. El hecho de no tener una definición clara del “interés público” por el que una tierra puede ser comprada hará más difícil para los pequeños agricultores y agricultoras ganarse la vida con su trabajo.
Aunque, ciertamente, se está intentando responder a esta situación de hambre mediante la introducción en el Parlamento de la Ley de Seguridad Alimentaria, nos alarma ver los diferentes sistemas de distribución propuestos y el hecho de que también se da la opción de hacer transferencias de dinero para comprar alimentos.
Por eso, exigimos que el Sistema de Distribución Pública sea reforzado y se haga más transparente. Nos preocupa que la introducción de la Ley de Semillas pretenda favorecer el derecho de los pequeños agricultores a desarrollar sus propias semillas pero en realidad entregue su control a las grandes empresas abriendo la puerta a cultivos genéticamente modificados.
Ante la política del agua que se está planteando, tenemos la convicción de que el agua debe seguir siendo un bien público que no debe ser privatizado. Nos oponemos con fuerza a la idea de conectar los ríos entre sí porque eso causará estragos en los organismos vivientes que los pueblan.
Una fe desencarnada
A la luz de la situación que hemos descrito, nos sentimos profundamente preocupadas por la separación entre la fe vivida en la Iglesia india y la descarnada realidad de la desnutrición crónica de amplios grupos del pueblo indio. También vemos una desconexión entre las prioridades de las instituciones educativas de la Iglesia y los esfuerzos por sobrevivir de la población indígena y de otros sectores marginados de la sociedad.
No se hacen esfuerzos por atender a sus necesidades ni por preservar su sabiduría y costumbres tradicionales. La celebración de la Eucaristía se ha hecho muy ritualista. Hemos dejado de poner la mirada en aquel Jesús que compartió el pan con las multitudes, sin excluir a nadie de su mesa de fraternidad y que, al final de su vida, partió el pan, haciendo de él signo de la entrega de sí mismo como alimento para todas las personas. La población pobre nos reta a vivir la Eucaristía como lo hace ella, compartiendo todo lo que tiene en su vida diaria.
El pan es símbolo de comunión, de unión e interrelación, al poner en conexión todas las dimensiones: lo divino, lo humano y lo cósmico. El proceso kenótico que es parte del hacer el pan nos invita a participar en la kenosis cósmica que se ha hecho carne en la vida de Jesús. Estamos convencidas de que nuestra Eucaristía tendrá un sentido más profundo cuando la Iglesia se involucre en los muchos esfuerzos que hace el mismo pueblo para liberarse del hambre.
Al comienzo del Año de la Fe, nos sentimos llamadas a unir nuestras manos y apoyar los esfuerzos de los pueblos en su lucha por la justicia y por liberar al mundo del hambre, estén en Kudankulam, Jaitapur, Jharkhand u otras áreas donde la vida de las personas esté amenazada.
En este contexto entendemos la Nueva Evangelización como una forma de participar en las luchas del pueblo por una vida más digna.
Para nosotras es una oportunidad de sembrar nuevas semillas de fe que ayuden a creer que una sociedad diferente es posible, donde todas las personas puedan vivir como auténticos hijos de Dios más allá de cualquier discriminación de género, casta o clase, compartiendo y cuidando juntos de esta Tierra que nos ha sido confiada.
Nos comprometemos a vivir nuestra fe dando pasos concretos para hacer realidad la visión del Magnificat (Lc 1,52-53) para que quienes tienen hambre se colmen de bienes y se alce a los y las humildes hacia una vida digna y plena.(www.misionerasdominicas.org -Publicado en Alandar nº294)