Compartir desde la realidad de Chañaral. Al regresar de Chañaral, quisiera compartir con ustedes la experiencia vivida acompañando a nuestras hermanas de comunidad, que junto con el pueblo sufren el dolor causado por esta catástrofe.
A las hermanas y a la casa no les pasó nada, el aluvión arrasó con todo a dos cuadras de la casa. Como recuerdan esto sucedió el miércoles 25 de marzo y recién el viernes 27 pude viajar en avión hasta Caldera. Allí me fue a buscar un amigo sacerdote, párroco de Caldera, Juan Barraza, quien junto con unos amigos me fue a dejar a Chañaral. Una vez allí me encontré con Hna. Hilda Aguilera, quien sí experimentó todo lo sucedido, ya que se encontraba sola en casa acompañada por una catequista, pues las hermanas Margarita Pulido y Esther Valencia estaban en Santiago. A
Dios gracias, luego del aluvión una de las Misioneras Presentación la llevó a su casa.
Al llegar recorrimos algunos lugares destruidos por el aluvión, fuimos a visitar a los damnificados en el albergue y en el hospital, debido a los cortes de la carretera y de la ciudad, que quedó dividida en dos. Recién a eso de las 5 de la tarde pudieron ir encontrándose algunos familiares que estaban aislados. El párroco fue uno de ellos, quien al igual que toda la gente tuvo que salir hacia los cerros. Esa misma tarde llegó el obispo de Copiapó a visitar a su gente.
Al recorrer Chañaral y ver el estado en que se encuentra todo se siente mucha impotencia, es mucha la tristeza de la gente, los rostros desconcertados. Ni se diga cómo quedó El Salado, allí llegamos con el padre Jaime. El aluvión arrasó con todo lo que encontró a su paso, capilla, comedor de ancianos, comisaría de carabineros, todo desapareció.
La naturaleza tiene memoria y cobra lo que es suyo… el ser humano tiene que pensarlo. Pero aquí hay responsabilidad humana y tiene nombre: Codelco, las mineras de privados, que hacen de las suyas. No comprendo cómo pueden decir que están realizando análisis para saber si están contaminadas las aguas y el barro, porque hasta el más ignorante se puede dar cuenta de cómo está todo lleno de ácido y contaminantes, pues cuando el lodo se va secando, se ve todo blanco y dentro de las casas el color verde y azul. Los computadores que han rescatado están dañados no solo por el agua sino casi desintegrados. Un niño pequeño me mostraba su alcancía con sus monedas, tan blancas que no parecían monedas. Espero que la Iglesia de Atacama se pronuncie sobre esta realidad que afecta a tanta gente inocente, esto clama al cielo, ¡la minería orgullo de Chile a qué precio!
El día que fue la Presidenta alarmaron al pueblo diciendo que se venía el Pampa Austral, que es un relave muy peligroso que se halla en Diego de Almagro. Todo el mundo arrancó, esto fue 20 minutos antes de que llegara la Presidenta.
Una vez pasada la visita le dijeron a la gente que era responsabilidad personal volver a sus hogares. Es una injusticia que, después de tan tremenda tragedia, vuelvan a poner a la gente en esa situación. Así fueron pasando los días con mucho polvo contaminado. Eso sí, con mucha ayuda de los chilenos, es en verdad admirable la solidaridad. “Hay que orar mucho” – me decía la gente que fue de los cerros de Valparaíso a dejar ayuda. “Nosotros con el incendio perdimos todo – decían – pero limpiamos y volvimos a construir; en cambio, aquí es triste porque no se puede volver a construir donde mismo”. Y es verdad, no hay lugar donde poner las casas de emergencia por ahora. Lo otro es que la mitad del pueblo de Chañaral ha quedado cesante, todo el comercio ha desaparecido y han estado finiquitando a sus trabajadores, pues las fuentes de trabajo han desaparecido.
Les comparto algunas fotos de Chañaral. Abrazos, oremos por nuestros hermanos del norte. Nilda Leticia Miranda OP – Hermana de la Caridad Dominica de la Presentación.
Fuente: Adorar en Espíritu