El mundo entero tiene sus ojos puestos en El Salvador y vibra de emoción por la inminente beatificación de Monseñor Oscar Arnulfo Romero, a quien los Obispos de El Salvador hemos descrito como hombre de Dios, hombre de Iglesia y defensor de los pobres.
Al escuchar al Papa Francisco cuando habla del pastor “con olor a ovejas”, del pastor que va “delante, en medio y detrás del rebaño”, de la Iglesia que se arriesga para ir a las periferias geográficas y existenciales, del cristiano que ve y que toca en los pobres y los que sufren “la carne de Cristo”, nos parece que está describiendo a nuestro amado pastor y mártir.
Quienes asesinaron a Monseñor Romero rechazaron las enseñanzas del Evangelio y del Concilio Vaticano II, que ponen en el centro la dignidad de la persona humana y la opción por los pobres, la lucha por la justicia y la defensa de los derechos humanos. Esta es condición indispensable para hacer anunciar y hacer presente entre nosotros el Reino de Dios. Monseñor Romero fue asesinado por amar a los pobres a ejemplo de su Maestro, Jesús de Nazaret. A ellos prestó su voz de profeta y por ellos entregó su vida, renunciando a la cómoda solución de abandonar el rebaño
y huir como hacen los mercenarios.
Este es el hombre de Dios que a partir del 23 de mayo vamos a venerar como beato. Que su testimonio nos estimule para vivir coherentemente nuestro compromiso bautismal. Que su palabra ilumine nuestro caminar cristiano. Y que su intercesión abra caminos a la reconciliación entre nosotros y nos ayude a vencer todas las formas de violencia para que se establezca entre nosotros el Reino de la vida, de la justicia, de la verdad, del amor y de la paz. Ver documento Mensaje
Fuente: arzobispadosansalvador.org