Compartimos el mensaje del Prior Provincial de la Provincia San Vicente Ferrer en Centroamérica, en ocasión de la Beatificación de Monseñor Óscar Romero.
Muy queridos hermanos y hermanas en la Orden de Predicadores:
Puestos en camino hacia la Pascua, deseo enviarles un saludo fraterno, en la misión común de predicar el Evangelio de la vida y de la paz.
Me atrevo a escribirles para compartir el gozo de nuestros pueblos ante la anunciada beatificación de Monseñor Óscar Arnulfo Romero y Galdámez, IV Arzobispo de San Salvador, El Salvador. Asesinado por el odio a la fe, el 24 de marzo de 1980.
Para nosotros como frailes predicadores, que caminamos en medio de las esperanzas y miserias de los pueblos centroamericanos, es motivo de alegría su próxima beatificación a realizarse el día 23 de mayo en la República de El Salvador, Centro América. Durante años y años hemos sido testigos que Monseñor Romero, ha sido reconocido por el mundo entero desde mucho antes.
A Monseñor Romero se le conoce como “el salvadoreño más universal”, reconocido dentro y fuera de la Iglesia; hombre de Dios, pastor y testigo de la fe en la hora cruenta de su pueblo. Por ello, en esta reflexión deseo compartir y rememorar a varios frailes aún presentes entre nosotros, quienes acompañaron y vivieron esos momentos pascuales de la Iglesia salvadoreña.
Monseñor Romero, como hombre de Dios, fue un hombre de oración continua y entre su devoción personal fue el santo Rosario, el cual le acompañaba entre sus manos, en los terribles momentos de persecución. Afirmaba: “El que reza el rosario con sentido de Evangelio se hace cristiano en la mejor escuela, en la escuela de la Virgen, que es la mejor cristiana” (Homilía del 2 de octubre de 1977).
Su cercanía y amor hacia nuestra Orden es conservada aún en cada uno de los rincones de nuestro Convento e Iglesia El Rosario, en San Salvador. La misma estructura de nuestro templo conventual, guarda todavía las señales y heridas de los momentos más violentos de represión contra el pueblo y la Iglesia perseguida, donde el único refugio para la población pobre y vulnerada era nuestra Iglesia.
Muchas veces, Monseñor Romero y los frailes de entonces, acogían en su seno a las organizaciones populares, convirtiéndose en el único lugar de acogida ante la represión sociopolítica y religiosa de ese tiempo. En la homilía del 13 de mayo de 1979 manifestaba: “Agradezco que en esta Iglesia de El Rosario, convertida en un hogar donde estamos como en una familia, me hayan dado una acogida tan calurosa que para mí es un nuevo motivo de estimular a seguir conviviendo y compartiendo las alegrías y las tristezas, las preocupaciones, las tragedias, las angustias y las esperanzas de este pueblo, que juntos vamos peregrinando”.
En esa misma predicación guarda una memoria entrañable cuando relata su participación en la beatificación del hoy San Francisco Coll OP, fundador de las hermanas dominicas de la Anunciata. En esa misma homilía el agradecimiento y admiración a los hermanos y hermanas de la Orden de Santo Domingo y un fiel recuerdo haber visitado nuestra Curia General y además asistido en las celebraciones por este acontecimiento en la Iglesia de Santa María Sopra Minerva en Roma. Al referirse a este acontecimiento en su Diario Pastoral expresa: “Regresé con la satisfacción de haber vivido un día tan lleno y feliz en esta Roma inmortal” (DP, 29-4-79, p.170). Orando en Vic expresaba: “Junto con 4 religiosas (dominicas), tuve una Eucaristía muy íntima evocando las grandes necesidades de mi país. Con las religiosas hemos pedido mucho para que nuestra vida de Iglesia y del país encuentren una solución conforme al corazón de Dios”. (DP, 10-5-79, p.185).
A los treinta y cinco años de su martirio, los frailes predicadores acompañamos y peregrinamos con estos pueblos sufridos y marcados por la violencia extrema, la migración permanente, la falta de oportunidades laborales, la pérdida de la confianza en las instituciones gubernamentales y en sus mediaciones políticas, todo esto reflejado en la ausencia de condiciones plenas y dignas de los hijos e hijas de Dios. Incluso luego del conflicto armado de los años 80´s, en el territorio centroamericano al día de hoy, las pérdidas humanas se han duplicado por la violencia extrema de manera exhorbitante. Pedimos al nuevo beato Monseñor Romero, que nuestra predicación y testimonio sea firme en la defensa de la vida y en el compromiso de predicar la paz; que este acontecimiento eclesial ayude a nuestros pueblos centroamericanos y especialmente a su tierra natal, El Salvador, para que se cumpla la promesa del obispo mártir: “Si me matan, resucitaré en mi pueblo”.
Al recordar a Monseñor Romero también recogemos la memoria de muchos hombres y mujeres testigos de la fe, víctimas de la violencia. Pedimos al Dios de la Vida que todos ellos y ellas sean anticipo de la alegría Pascual del Señor Resucitado, siendo su sangre semilla de libertad y -que por su intercesión- nuestros pueblos gocen de paz y dignidad verdaderas y plenas.
Pedimos sus oraciones por nuestra Provincia San Vicente Ferrer en Centroamérica, para que unamos a la predicación de la Palabra de Dios el hecho y el derecho para nuestros pueblos.
Fr. Carlos Antonio Cáceres Pereira, OP
Prior Provincial