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Cátedra de Santo Tomás en Ávila

catedradeSantoTomásEl tema de la XIII “Cátedra Santo Tomás” este año no podía ser otro que Teresa de Jesús. La Cátedra tiene su sede en Ávila y este año la ciudad celebra el 5º Centenario del nacimiento de la Santa.

De Teresa de Cepeda se habla mucho este año en todas partes pero nosotros queríamos hacerlo en el lenguaje de la “Cátedra Santo Tomás”, concebida como un espacio de libertad donde se trata con rigor la dimensión pública de la fe.

Pese a ser una mujer tan libre, choca que cuando se habla de ella abunden tanto los tópicos y simplificaciones que la roban su fuerza y actualidad. Nos hemos hecho una imagen de la “Santa” que, como decía Teófanes Egido, habla más de nuestros gustos que de lo que en realidad fue. Hoy Teresa de Jesús es celebrada como doctora, escritora insigne, santa o reformadora. Pero no debemos olvidar que en vida le regatearon la escritura, la santidad y la vocación reformadora. Había confesores de los que nadie se acuerda que se permitían censurarla los textos; no faltaron notables que dudaron de su virtud; hubo un fiscal de la Inquisición que ante la genialidad de su escritura sólo se le ocurrió decir que “escribe tan bien que no puede ser obra de mujer sino de ángel”; y ¡cuántos hombres de Iglesia no la mandaron a la cocina, molestos porque una mujer se metiera a reformadora!. Todo se lo ganó a pulso, remando siempre a contracorriente. Por eso asusta un poco que hoy todo el mundo la jalee. Puede que nos hayamos hecho todos un poco “teresianos” o puede que hayamos maquillado su imagen a gusto del consumidor.

Entre los relatos abundantes en torno a la Santa de Ávila, hay algunos que hacen pensar. Se dice, por ejemplo, que un General se hacía acompañar durante la Guerra Civil por un brazo de Santa Teresa. La tenía devoción porque era “la santa de la raza”, es decir, representaba un tipo de mujer imperial con la que él se identificaba. Pues bien, en el año 1946 se descubre que de “santa de la raza”, nada de nada, pues tenía sangre judía. El militar, antisemita, que menospreciaba por igual a judíos y masones, ¡se encomendaba al patrocinio de una nieta de judíos e hija de conversos!. Es un buen ejemplo de la manipulación que pueden sufrir personalidades de la talla de Santa Teresa. Por eso nosotros queríamos acercarnos a su figura con rigor, dejándonos interpelar por ella y atentos a lo que tuviera que decirnos.

Juan Mayorga abrió la semana con la “La lengua en pedazos”. Esta pieza teatral, que hoy triunfa en todo el mundo, nació en esta Cátedra, en el año 2009, y no ha dejado de crecer desde entonces. Es un diálogo de poder a poder entre el Inquisidor y Teresa. El Inquisidor golpea en todos los frentes y Teresa no sólo resiste sino que acaba fracturando la seguridad berroqueña del Inquisidor, haciéndole dudar y quien sabe si ganándole para la causa.

Teresa Leticia habló de “Teresa y la mujer”, de la mujer que fue y de las mujeres de su tiempo. No lo tuvo fácil,dijo. Tuvo una madre lectora y eso fue una suerte no sólo porque aprendió el gusto por la lectura sino porque al ser el hogar la única escuela de la mujer, tuvo tantos maestros como libros. Los devoraba. De ahí que “si no tenía libro nuevo, no me parecía tenía contento”. Aprendía de ellos incluso contra la voluntad de sus autores. Contaba la doctora Lecticia, en efecto, que Francisco de Osuna, el autor del Tercer Abecedario, negaba a la mujer el agua que brindaba a los varones. Pero Teresa no se privó de beber en esa fuente. Aprendió en él lo que significa el diálogo del alma con Dios, aunque tuviera que tragar saliva al leer que “es mejor la maldad del varón que la mujer que lo hace bien”. Consciente del machismo de su tiempo, supo defender su papel y el lugar de sus monjas en la Iglesia y en la sociedad. Se quejaba ante Jesús de que para los varones eclesiásticos “no hay virtud de mujer que tengan por sospechosa”.

La segunda ponencia estuvo a cargo de Javier Sancho, director del CITES y profundo conocedor de la espiritualidad teresiana. Este fue su tema, que desarrolló magistralmente, con una idea de fondo: recuperar la mística teresiana y liberar la figura de Teresa de añadidos secundarios, aunque fueran los llamados “fenómenos místicos”. Para eso utilizó desde el principio de su exposición la tan repetida frase de la Santa: “Entre los pucheros anda el Señor”. En la vida de Teresa todo parte ciertamente de una experiencia profunda de Dios, de una toma de conciencia de la novedad que aporta al hombre Jesucristo, que no la evaden sin embargo de la vida ordinaria de cada día. Del encuentro con Dios emergen todos sus proyectos. “Obras, obras…”, repite en sus escritos.

Experiencia mística y compromiso de vida van siempre juntos en la vida de Teresa y en su magisterio. La contemplación y la acción son partes del mismo dinamismo en la espiritualidad teresiana. Lo mismo que la conciencia de la pequeñez del hombre y de su enorme valor por la riqueza que Dios ha depositado en él y la esperanza a que le llama. Por eso, llegó a decir Javier Sancho, la mística teresiana es el mejor humanismo, valora al hombre en su totalidad, que incluye la trascendencia.

Teófanes Egido, autor de un libro imprescindible, El linaje judeocristiano de Santa Teresa, habló de los sentimientos de Teresa de Jesús, en particular de la risa y de la ternura. En la espiritualidad barroca, pocas bromas. Lo que se llevaba era la mortificación de los sentimientos y, por tanto, un tipo de santidad ceñuda. Los santos tenían “el don del llanto” pero no el de la risa o el del humor. Ella estaba hecha, sin embargo, de otra pasta. Su conversación “daba a todos contento”; bromeaba con la seriedad del Fray Juan de Yepes; se mofaba de la honra, entendiendo por tal el valor de las apariencias; se reía de si misma, del miedo de sus hermanas a los fantasmas, del demonio y …hasta de la Inquisición (sabía que la tenía cerca pero no le daba miedo). Si, como dice el filósofo francés Henry Bergson, la risa es siempre señal de superioridad intelectual, Teresa estaba intelectualmente muchos codos por encima de sus contemporáneos.

Con este recorrido por la femineidad, la mística y los sentimientos teresianos ha quedado dibujado el perfil histórico de una mujer excepcional. Y lo fue porque supo enfrentarse a una sociedad que reducía el campo de actividad de la mujer a la “cocina, a los hijos y a la Iglesia”, es decir, fuera del espacio público; y también porque rescató para la espiritualidad los sentimientos más nobles. Ella, “vagabunda, baratona y negociadora”, consiguió abrir grandes avenidas que no han dejado de frecuentar generaciones de creyentes y no creyentes, agradecidos al genio de esta singular mujer.

Este año Avila ha respondido generosamente a nuestra convocatoria. Quiero agradecer al Ayuntamiento de Avila y a la Orden de Predicadores las ayudas que lo hacen posible. También a los medios de comunicación abulenses, particularmente al Diario de Avila, por su interés indesmayable desde el principio. Nos damos cita para el año próximo.

P. Marcos Ruiz o.p.
(Director de la Cátedra Santo Tomás)

Fuente: op.org

 

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