(Por: Sor María del Pilar Gaitán OP) Lo que les compartiré no es nada nuevo, es algo muy sencillo, que parte de mi propia experiencia y exigencia como Monja y la de mi Comunidad del Monasterio Santa Inés, sobre el sentido del Jubileo, que espero pueda servir para ustedes también.
Pues bien, primero que todo quiero recordar la feliz Providencia en la que ha sido enmarcado el Jubileo de la aprobación de nuestra Orden. Nuestro año jubilar no sólo ha sido precedido, sino que ha coincidido por unos meses con el Año de la Vida Consagrada, que terminará éste 2 de febrero, así mismo estamos celebrando nuestro jubileo, dentro del jubileo extraordinario de la Misericordia.
El Señor que nos habla a través de los acontecimientos creo que nos preparó durante este año de la Vida Consagrada para celebrar y vivir mejor nuestro Jubileo y nos invita a renovar la estrecha relación de nuestro carisma con la Misericordia.
Pero ¿qué sentido tiene el Jubileo? El Jubileo es ante todo un tiempo de Gracia y, particularmente para todos los miembros de nuestra Orden, pienso que ha de ser un tiempo de Gracia para:
· Convertirnos y pedir perdón.
· Para alegrarnos y celebrar juntos
· Para dar gracias y estar dispuestos a dejarnos renovar.
1. Convertirnos y pedir perdón
Todos estamos necesitados siempre de conversión; de convertirnos cada vez más al Señor y a su Evangelio, para lo cual se nos ofrece diariamente el alimento y la luz de la Palabra con la que tenemos que confrontarnos cada día para encarnarla y hacerla predicación viviente.
Sabiendo que la conversión no es fruto de nuestro esfuerzo sino de la Gracia del Señor que obra en nosotros, pero que podemos disponernos y pedirla como clama el Profeta en las Lamentaciones 5,21: “Conviértenos a Ti Señor y nos convertiremos” También se nos ofrecen las exhortaciones del sucesor de nuestro Padre Santo Domingo, que con sus cartas nos anima a vivir con fidelidad nuestra vocación y misión de Predicadores.
En la última carta que nos dirigió este 1 de enero con motivo del Año Jubilar, nos plantea varios aspectos con los que necesitamos confrontarnos y dar respuesta. Algo que me pareció especial, es la exhortación que nuestro Padre Maestro nos hace a la meditación de la Palabra, como “una prioridad no negociable”!! Esto es algo fundamental y que es preciso inculcar desde la formación inicial.
Pero decía que no sólo necesitamos convertirnos sino también pedir perdón, los Predicadores de la Gracia, de la Misericordia, hemos pedido al ingresar a la Orden la Misericordia de Dios y la de nuestros hermanos, y todos sabemos por experiencia que es algo de lo que estamos necesitados siempre, no sólo al ingresar a la Orden.
Necesitamos tanto de recibir la Misericordia y el perdón, de Dios y de nuestros hermanos, como de brindarla; y ambas son toda una exigencia. Pienso que de manera especial Uds. nuestros hermanos Sacerdotes, como dispensadores del perdón y la Misericordia en el Sacramento de la Reconciliación, también necesitan recibirlo. Difícilmente podemos dar si no hemos recibido antes de Dios, quien nos amó primero.
2. Alegrarnos y celebrar juntos
La alegría es uno de los sellos característicos de nuestro ser como Dominicos, somos una Familia alegre, con una alegría serena y profunda; la alegría de los que, por experiencia, se saben amados por el Señor, la alegría de estar con Él, de tener puesta nuestra vida en sus Manos y de vivir para Él y su Obra. Somos del Señor y de la Virgen, a quien invocamos como Causa de nuestra alegría.
En este año de júbilo estamos llamados a alegrarnos por el don maravilloso de nuestra Orden a la que el Señor por su infinita Misericordia ha querido llamarnos; alegrarnos por todo lo que Él ha hecho a través de tantos hermanos y hermanas nuestras a lo largo de estos 800 años que han mantenido encendida la antorcha de la predicación en la Iglesia en medio de las tormentas que en cada tiempo han tenido que enfrentar.
De manera especial nos alegramos por el don de nuestro Padre Santo Domingo, por su fidelidad a la inspiración del Señor, su santidad y su constante intercesión por cada uno de nosotros. Sabiendo, como siempre lo hemos sabido, que no es a él a quien tenemos que anunciar, sino a Jesucristo y su Evangelio. Alguna vez dije esto en un Encuentro de Contemplativas, mi presentación iba luego de la de las Carmelitas, y debíamos presentar el carisma de cada Orden.
Pues después de que ellas presentaran a su Santa Madre, a su Santo Padre y las enseñanzas que les dejaron, yo dije que nosotros, los de la Orden de Predicadores no anunciábamos a nuestro santo Fundador sino a Jesucristo, creo que más de una Carmelita me quería ahorcar, pero fue allí donde hice mis grandes amigas Carmelitas, nos queremos mucho y valoramos mutuamente nuestros carismas, que son diferentes.
Esta alegría no se puede contener, por eso necesitamos celebrar y celebrar juntos, en Familia, como hermanos que somos. ¿Con quién se alegra uno mejor, si no es con los hermanos y las hermanas? Cada encuentro con ellos es una bendición, pero siempre! No sólo en este año, sólo que en este año estamos llamados a ser más conscientes de esto y celebrar juntos.
Aquí quiero compartirles la experiencia que estamos viviendo en mi Comunidad. Nuestro Monasterio fue fundado en 1645 hace 370 años, acá en Bogotá y hace dos años nos trasladamos a un pueblo vecino a una hora, más o menos de acá.
Antes estábamos a 10 o 12 cuadras largas del Convento de Santo Domingo, el principal temor de todas para tomar la decisión de trasladarnos era alejarnos de los Frailes y perder la riqueza de su predicación, de la que gozábamos todos los días, desde hacía 100 años, por la Capellanía de los Frailes del Convento de Santo Domingo; sin embargo tomamos la decisión de irnos, cumpliéndose perfectamente en refrán de que “entre más lejos más cerca”.
El Señor que no se deja vencer en generosidad ha permitido que no sólo conservemos la Capellanía de los Frailes los fines de semana, sino que nuestro Monasterio se convirtiera en lugar de acogida para mucha gente, especialmente de la Familia Dominicana. Ahora acogemos a los Frailes no sólo del Convento de Santo Domingo, sino de los otros Conventos de acá de Bogotá, de otras ciudades y de otros países.
Pero también ha sido un lugar de acogida para las Hermanas de las distintas Congregaciones Dominicanas, que han ido a hacer su retiro espiritual, para los Laicos de las Fraternidades Dominicanas y las mismas Monjas nuestras de otro Monasterio que hicieron su retiro anual en el nuestro. Así que nuestro Monasterio, ahora se puede decir que es una Casa de Predicación y para la Predicación.
3. Dar gracias y estar dispuestos a dejarnos renovar
Esta alegría y este celebrar juntos nos llevan a dar gracias al Señor por su Misericordia, por su Bondad y su Amor para con nosotros, por las maravillas que sigue haciendo hoy en cada Fraile, Hermana, Seglar o Monja de nuestra Orden.
Dar gracias por nuestra vocación y misión en la Iglesia y el mundo, dar gracias al Señor porque nos permite amarlo y servirlo. Dar gracias por nuestro Padre Santo Domingo y tantos hijos e hijas suyos que día tras día y año tras año fueron construyendo esta ya larga historia y que nos animan con su ejemplo y su intercesión a construir también nosotros con pasión, con amor y fidelidad el Reino en este espacio de tiempo que nos corresponde vivir, sabiendo que la Obra no es nuestra sino del Señor, sabiéndonos siervos inútiles que hacemos lo que nos corresponde y sobre todo permitiendo que el Señor sea quien obre a través nuestro.
Y aquí viene el último punto: estar dispuestos a dejarnos renovar. A esto espero que nos lleve la celebración de este Jubileo, a una mayor apertura y disponibilidad a la Gracia, al obrar de Dios en nosotros.
Él siempre nos sorprende, haciendo nuevas todas las cosas, pero nosotros mismos necesitamos dejarnos renovar. Pero como dice el profeta Sofonías: “Él se goza y se complace en ti. Su Amor te renovará”, sí, puede haber muchas cosas de las que necesitemos convertirnos y pedir perdón, pero podemos aplicarnos también estas palabras del Profeta, que el Señor se goza y se complace en nosotros, en nuestra Orden y que es Su Amor el que nos renovará! Dejémonos amar por Él para continuar, según la bella expresión de nuestro Padre Maestro, extendiendo la tienda de la Amistad con Dios!
Que el Señor nos conceda la Gracia de acoger más y mejor su Palabra, su Misericordia y perdón. Que conserve y aumente en nosotros la alegría de experimentar su Amor, que nos lleva a celebrar como hermanos, a dar gracias a Dios por su derroche de bendiciones con nosotros y que nos conceda la Gracia de dejarnos renovar por su Amor para seguir extendiendo la Tienda de la Amistad con Dios, a Quien sea la Gloria por los siglos de los siglos. Amén.
(Testimonio ofrecido en la reunión CIDALC y CODALC 2016)