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Vida religiosa misionera, vida religiosa profética

(Por: Hna. Marcela Soto Ahumada DMSF) Caminamos del encuentro con Jesús al encuentro con los que viven en las periferias…al encuentro con la vida. Del encuentro con la vida, al encuentro con los que viven en las periferias y al encuentro con Jesús. Encuentro que se transforma en presencia como ora el Cardenal Pironio:

Ser presencia, Señor, es hablar de Ti sin nombrarte;

callar cuando es preciso que el gesto reemplace la palabra.

Ser luz que ilumine el lenguaje del silencio y voz,

que surgiendo de la vida, no habla.

Es decirles a los demás que estamos cerca,

aunque se agrande la distancia que separa.[1]

Si estamos cerca e insertas en la historia nuestra mirada cambia y podremos otear en el horizonte la presencia de Dios en las casi, invisibles las semillas del Reino.

La realidad se convierte en desafío y nos pone en salida

Entre presencia y encuentro en medio de una realidad que se convierte en desafío y nos provoca a estar en actitud de salida constante.

Un primer desafío está en callar y hacer silencio, para captar que el Señor nos sigue llamando, en medio de un mundo que cambia, decimos que estamos en un cambio de época, con todo lo que esto conlleva de mutaciones profundas, de perplejidad e inseguridad. En una época donde no abundan las certezas y, menos aún, los ideales utópicos de los tiempos “modernos”, con sus palabras y sus gestos, los profetas continúan ofreciéndose a nosotros/as como verdaderos servidores de la “Palabra de nuestro Dios, que permanece para siempre.[2] La experiencia nos dice que muchas veces no hay nada que decir ante una realidad que nos supera.

Un segundo desafío nos exige: la escucha en medio de tanto ruido y de tanta cuestión que no logramos comprender e integrar, especialmente los que ya hemos pasado medio siglo. como se dice en Anunciad: asistimos a la multiplicación de visiones de vida, crece la pluralidad étnico-cultural, vivimos como en un gran supermercado no solo de cosas, sino de oportunidades, ideas, maneras de comportarse, cambia el sentido del límite.[3] Es comprensible que una realidad como esta nos intimida, nos paraliza, llegando a olvidar la capacidad de escuchar el clamor humano.

Un tercer desafío es abrir nuestra mente, nuestro corazón y todo nuestro ser, para poder descubrir la presencia de Dios que palpita en ese vientre, en el de María, y también en los empobrecidos y excluidos, en las situaciones ambiguas, en tanto desastre y situaciones que se nos hacen difíciles de asumir y tomar una postura, de saber cómo y dónde nos quiere Dios hoy…. por ejemplo la impunidad de tantos empresarios, políticos corruptos que “nos toman el pelo”, la pedofilia, el lavado de dinero, la trata de personas, el matrimonio gay, etc.

De este modo nos conduce a otros desafíos que hoy complican nuestra consagración y es la palabra y el gesto, porque se espera que la vida consagrada esté presente como punta de lanza en los acontecimientos, en las decisiones de los gobiernos, lo que la sociedad va decretando y que atenta a la vida, al cuidado de la creación, porque los feminicidios crecen, el narcotráfico que va minando familias, barrios y pueblos, y muchas otras situaciones que generan una desconfianza tal, que llegamos a cerrar puertas, pero es importante cultivar la capacidad de estudiar los signos de los tiempos[4], es preciso preguntarnos sobre lo que Dios y la humanidad hoy nos piden[5], para que nuestra palabra, nuestros gestos tengan sentido y significación.

Entonces así esta realidad no nos agobiará, no impedirá que levantemos la cabeza y hacerle frente, si retomamos lo que a todo cristiano/a le renueva la esperanza, haciendo el ejercicio ante lo que nos toca vivir: callar y hacer silencio, escuchar el sufrimiento, abrimos al otro/a y a la realidad… permitiendo que brote el gesto y la palabra tengan sentido y fuerza profética, porque ahora parece que estamos haciendo lo que Cristo haría hoy.

En medio de esa realidad con sus múltiples desafíos, este congreso nos hace una invitación a renovar el espíritu misionero, recuperando la mística y la profecía, que entre el quehacer y el responder a las necesidades inmediatas se nos ha olvidado o quedado en una curva del camino, teniendo en cuenta que como vida consagrada nuestro origen es fruto de un acto profético ante una realidad eclesial que había perdido su coherencia.

Recordemos lo que nos dice Aparecida, se reconoce que la vida consagrada está llamada a ser una vida misionera, apasionada por el anuncio de Jesús-verdad del Padre, por lo mismo, radicalmente profética, capaz de mostrar a la luz de Cristo las sombras del mundo actual y los senderos de vida nueva, para lo que se requiere un profetismo que aspire hasta la entrega de la vida, en continuidad con la tradición de santidad y martirio de tantas y tantos consagrados a lo largo de la historia del Continente.[6]

Una vida misionera y radicalmente profética.

¿Cómo comprender este llamado misionero?, veamos algunos fundamentos a partir primero de dos relatos bíblicos que ponen en el liderazgo misionero a mujeres consideradas fuera del sistema religioso: la Samaritana y María de Magdalena, luego el de la Visitación y el de los discípulos de Emaús.

En el evangelio de Juan[7], en medio de un diálogo largo e intenso junto al pozo, Jesús y la Samaritana se reconocen mutuamente, y ella tiene la fuerza del Espíritu para dejar el cántaro porque la ha liberado y ello le permite correr al pueblo a decirle a la gente Vengan a ver a un hombre…ese hombre que le ha revelado su verdad. Como discípulas/as se nos muestran actitudes necesarias para vivir en estado de misión, como dice el Papa Francisco: Acercarse, encuentro, diálogo y verdad, agilidad para ir a comunicar.

También en el evangelio de Juan[8], otra mujer, María Magdalena se acerca al sepulcro al encontrarlo vacío entra en crisis, diríamos hoy, pero ella se queda, se encuentran maestro y mujer, aunque ella no lo reconozca en un principio, desea aferrarse a Él, pero aquí está ese brusco suéltame, que impulsa a dar un paso hacia adelante, hacia la misión: anda a decirles a mis hermanos. Es la fuerza que brota del encuentro, de la experiencia con el Señor, por eso ella no dudará en ir a anunciar a los discípulos: he visto al Señor y me ha dicho tales y tales cosas. Experiencia, encuentro, soltarse y salir a anunciar, son algunas de las claves de este texto.

Y retomo un tercer texto que anima a la vida consagrada de América Latina y el Caribe, en donde otras dos mujeres son protagonistas de una vida llena de vida, ambas están embarazadas. Lucas[9] nos relata esta iniciativa de María de visitar a su prima Isabel, allí se encuentra dos mujeres que traen vida en sus vientres, palpitan vida de un profeta y del Esperado. María sale presurosa, muy ágil, se encuentran, se abrazan y llenas del Espíritu Santo celebra Isabel, celebra y canta María este cántico profético el Magnificat, mostrándonos a otra María, a una mujer comprometida con el proyecto de Dios y con el pueblo. Ella se queda tres meses. No es una visita protocolar o por cumplir, es acompañar el proceso de otra mujer. Aquí encontramos otras claves importantes para la vida de un/a discípulo/a misionero/a: partida presurosa, encuentro, presencia del Espíritu Santo, celebrar, quedarse para acompañar.

El instrumento laboris al V CAM propone otro texto, el de Lucas[10] El camino de Emaús es útil también para descubrir un modelo de evangelización y un estilo de comunicación de la fe capaz de ayudar la reflexión y la acción misionera en el mundo de hoy. En Emaús podemos constatar los siguientes pasos: la compañía antes del anuncio, el escuchar antes de hablar, el preguntar antes de presentar la propia visión de las cosas, la libertad como condición para cualquier elección de comunión o misión. Le agrego el compartir la mesa antes de buscar soluciones y agobiarnos. Continúa el texto preparatorio: La primera evangelización fue una acción, es decir, una dinámica, un movimiento intersubjetivo, una “común-icacción” o más bien una acción que tenía el objetivo de compartir y poner en “común” una mirada nueva y una novedosa vivencia comunitaria y solidaria. Por eso, debemos dejar el paradigma comunicativo del “transmitir” y movernos hacia el paradigma del “compartir”. Ser portadores de buenas noticias que provocan alegría (cf. Lc 1,44) significa compartir los dolores y las angustias, las alegrías y las esperanzas (cfr. GS 1) y sólo entonces podremos indicar un eventual camino nuevo, que sepa reconducir las expectativas y las inquietudes y transformarlas en gozo.[11]

Compañía – escucha – pregunta – libertad – compartir, son las claves que nos presenta el texto, que provocan un cambio en la vida misionera. Creo que todavía es algo que no hemos comprendido, porque seguimos con las misma forma de hace 50 u 80 años atrás, el de salir a trasmitir, antes de encuentro, escucha, presencia, compartir, que es lo que alegra la vida porque en esa presencia – encuentro compartimos la alegría del Evangelio, allí donde la vida claman, donde se pide ser reconocidos y visibles, de tantos vecinos empobrecidos, que sufren sus dolores y sus angustias, pero que viven sus alegría y sus esperanzas. Y es interesante que se nos recuerde la clave de la libertad como elemento que nos permite crecer y madurar nuestras opciones, sin ella repetimos acciones y la misión se transforma en un peso, en un trabajo agotador porque hay que cumplir metas.

Y desde estas claves que nos ofrece Jesús en los evangelios, en medio de situaciones de conflicto o exigencias de la vida, es posible descubrir en esos gestos sencillos la acción profética, que proviene del bautismo, como dice la Evangelii Gaudium en virtud del Bautismo recibido, cada miembro del Pueblo de Dios se ha convertido en discípulo misionero. Cada uno de los bautizados, cualquiera que sea su función en la Iglesia y el grado de ilustración de su fe, es un agente evangelizador.[12] En la carta Anunciad se afirma que el Espíritu es el protagonista de la misión, porque Dios, Amor trinitario, es el primer misionero[13]. Es una acción comunitaria, no de hombres y mujeres solas… su origen es desde la comunidad trinitaria y se dinamiza en la vida comunitaria.

En la exhortación apostólica Vita Consecrata se destaca la importancia del testimonio profético ante los grandes retos. El carácter profético de la vida consagrada, como una forma especial de participación en la función profética de Cristo, comunicada por el Espíritu Santo a todo el Pueblo de Dios[14], como ya lo decía anteriormente y no es posible olvidar este carácter profético de la vida consagrada, porque es inherente a nuestra vida, es una exigencia que brota del llamado, de la experiencia con Jesús y que nos convierte en discípulos/as, somos signo que se expresa en el testimonio profético de la primacía de Dios y de los valores evangélicos en la vida cristiana. La verdadera profecía nace de Dios, de la amistad con él, de la escucha atenta de su Palabra en las diversas circunstancias de la historia.

Si tomáramos en serio lo que afirma y reconocen el Concilio Vaticano II, la exhortación Apostólica, que recoge la carta Escrutad[15] y otros escritos, sentiríamos arder nuestro corazón, porque acogemos su Palabra y la transformamos en diálogo en la oración-contemplación, la proclamaríamos con la vida, los hechos, los labios, haciéndonos portavoz de Dios contra el mal y contra el pecado. Nuestra vida tendrá sentido y fuerza porque el testimonio profético exige la búsqueda apasionada y constante de la voluntad de Dios, la generosa e imprescindible comunión eclesial, el ejercicio del discernimiento espiritual y el amor a la verdad…se manifiesta en la denuncia de todo aquello que contradice la voluntad de Dios y en escudriñar nuevos caminos de actuación del Evangelio para la construcción del Reino de Dios[16].

Nos podemos preguntar una vez más ¿Qué ha pasado en el camino? ¿Qué nos ha hecho olvidar que nuestra misión está de la mano de la dimensión profética?, porque el Reino de Dios es un sueño profético, que nos pide testimonio y acciones proféticas.

Como nos damos cuenta no hay nada nuevo que no sepamos. Por ello es necesario retomar el hilo para que todas nuestras presencias se renueven y se conviertan en misiones proféticas y no sólo de cuidado y mantención de obras, tengámoslo en cuenta en tiempos de reestructuración.

Salimos aprisa de nuestra comodidad y fragilidad, vamos al encuentro con la vida a compartir desde un corazón compasivo la suerte de los que sufren.

Para que el Reino anunciado por Jesús se haga realidad en pedacitos como el pan compartido en la mesa de muchas familias en medio de la falta de agua, el engaño-la mentira, la violencia, la falta de trabajo, la soledad de los adultos mayores, los ancianos/as, hagamos nuestra y apropiémonos de lo que afirma el Papa Francisco en la EG[17] Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada para salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a sus propios seguridades. Nosotros/as podríamos decir: prefiero una comunidad con hermanas mayores, enfermas, pocas comunidades y obras, pocas hermanas pero inquietas y preocupada por tantos hermanos y hermanas nuestras que vivan sin la fuerza, la luz y el consuelo de la amistad de Jesucristo, sin una comunidad de fe que los contenga, sin u horizonte de sentido y de vida. Hoy crece la desorientación, el norte…muchos están más preocupados de las cosas, de tener, incluso los pobres, olvidando la familia, la amistad sincera, la comunidad vecina. Entonces ayudemos a recuperar la memoria de lo esencial, de aquello que le da sentido a la existencia humana.

Recojo de Gabriel Nápole, dominico, aquello que nos puede ayudar a reconocernos como hombres y mujeres que asumen la vocación profética, pongámonos frente al espejo de Dios:

Toda vocación profética se fundamenta en una experiencia profunda de Dios, que alcanza, toca, alerta y quema por dentro a hombres y mujeres, comunicándoles su proyecto en favor del pueblo.

Esta experiencia está enraizada en la misma historia e implica, necesariamente, ver el mundo con los ojos y el corazón de Dios, y discernir los signos de los tiempos.

Como está “metida” en la historia, le corresponderá, según las circunstancias, denunciar las situaciones de idolatría, el falso culto religioso y la injusticia en las relaciones humanas; o también anunciar el plan de Dios, la esperanza en su promesa y en un futuro de paz para el pueblo.

En ocasiones, tendrá que llamar a la conversión, al cambio, a la transformación y acciones que, a veces, hacen que la propia vida se constituya en un anuncio de parte de Dios.

La profecía suele provocar crisis, conflictos, persecuciones, e incluso martirio. [18]

¿Logramos reconocernos? ¿Dónde queda la alegría del Evangelio? ¿De qué alegría hablamos?

* Tema para Congreso Misionero de la Vida Religiosa en Bolivia. 11/01/ 2018
1 Cf. Nápole Gabriel. Escuchar a los profetas hoy. Edit. Claretiana. 83
2 Ibid. 4
3 Congregación para los Institutos de VC Y LAS Soc. de VA. Anunciad, 3
4 Pablo VI, Ecclesiam suam, 19
5 Congregación para los Institutos de VC Y LAS Soc. de VA. Anunciad, 5
6 Aparecida, 220
7 4,1-30
8 20,1-18
9 1,39-56
10 24,13-35
11 América en Misión: el Evangelio es alegría. Instrumento Laboris V CAM, 94
12 Papa Francisco. Evangelii Gaudium, 120
13 Congregación para los Institutos de VC Y LAS Soc. de VA. Anunciad, 36
14 Juan Pablo II, Vita Consecrata, 84
15 Congregación para los institutos e vida consagrada y las sociedades de vida apostólica. Escrutad
16 Cf.Propositio 39, A
17 Papa Francisco. EG 49
18 Nápole Gabriel. Escuchar a los profetas hoy. Edit. Claretiana, 110

Preguntas para dialogar en grupo:

La realidad se convierte en desafío y nos pone en salida

1.¿Cómo estamos cultivando el espíritu crítico hoy día?

2.¿Qué experiencias podemos compartir de misiones en Bolivia que responden a ese dinamismo que nos anima Francisco?

3.Desde la realidad que hoy vivimos en Bolivia ¿cuál de ellas consideramos importantes para que nos unamos como Iglesia y como Vida Consagrada y así colaborar en la transformación de dichas realidades que afectan a nuestros hermanos/as?

Una vida misionera y radicalmente profética.

4.¿Qué claves misioneras estamos viviendo?

5.¿Cuáles son las claves misioneras que hemos dejado u olvidado?

6.¿Qué nos ha hecho olvidar o silenciar la dimensión profética en nuestra vida consagrada?

Salimos aprisa de nuestra comodidad y fragilidad, vamos al encuentro con la vida a compartir desde un corazón compasivo la suerte de los que sufren.

7. Vida Consagrada frágil pero en salida ¿Qué nos exige a cada una/o?

8.¿Reconocemos gestos proféticos en nuestras comunidades, en la Iglesia Pueblo de Dios?

9.Desde nuestra fragilidad ¿qué acciones proféticas podemos asumir hoy? ¿cómo concretarlas?

Cochabamba, 11 de enero de 2018

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