(Vicente Luis García).- Los días 12 y 13 de abril eran las fechas previstas para la reunión de la comisión preparatoria del Sínodo Panamazónico al que asisten tres obispos españoles, entre ellos el vitoriano Martínez de Aguirre.
El obispo de Puerto Maldonado, el alavés David Martínez de Aguirre, hizo escala de camino a Roma en su ciudad natal para sumarse a dos celebraciones, el cumpleaños de su padre y los 50 años de sacerdocio de Fray Mitxel, quien fuera su párroco primero y posteriormente hermano en la orden dominicana.
Tras una ajetreada agenda familiar partió con destino al Vaticano para participar en las reuniones que sentarán las bases del próximo Sínodo de la Amazonía. Este encuentro eclesial al más alto nivel puede acabar provocando, cual efecto mariposa, vientos de cambio en toda la Iglesia Universal.
Este Sínodo tuvo su preámbulo en la pasada visita del Papa Francisco a la Amazonía, en sus encuentros con la comunidad indígena y en sus discursos. Una visita que ya parece haber dejado un antes y un después.
“Increíble. Todavía lo estamos valorando, pero creo que se puede afirmar sin duda que hay un antes y un después de la visita del Papa en la gente de Puerto Maldonado. La visita ha sido, … ¡vamos a dejarnos de papolatrías! Ha sido una muestra de que a la Iglesia le importan estos rincones de la tierra donde se ceban todas las miradas de la avaricia. ¿Por qué la Amazonía sufre la avaricia del resto del Planeta y caen las goteras del sistema, y nos caen sobre el ojo? La avaricia del oro está arrasando con todo, con tierras, pueblos, familias, hasta con el Estado. Y eso no es un problema del Perú. Es un problema de todos, de todos los que sostenemos este sistema que excluye, que explota los recursos hasta las últimas consecuencias. Y que el Papa haya puesto su mirada allí, … yo antes de la visita solía decir que solo con el hecho de que el Papa nos haya citado, haya pensado en nosotros, aunque luego no hubiese podido venir, ya era mucho. Y por otro lado piensa que en Puerto Maldonado hicimos una convocatoria a todos los pueblos indígenas del Perú, y respondieron a esa llamada, la mayor llamada posiblemente de pueblos indígenas en muchos años, 3000 miembros de las diferentes comunidades, gentes de las bases, no digo dirigentes, que también acudieron, y miembros de la clase política que los representan, pero sobre todo de las bases, y ese encuentro lo ha hecho posible la Iglesia. El Sínodo Panamazónico comenzó aquellos días. Recuerdo que el Papa cuando me despidió en el aeropuerto me dijo: “y ahora tienes una reunión. No me faltéis.”
¿Entonces están claros los objetivos de este Sínodo?
El Papa lo tiene muy claro. Él ha ido allá para escuchar, para alimentarse y después proyectarse. Este no es un Sínodo “para” la Amazonía, sino “desde” la Amazonía “para” la Iglesia Universal. Estoy convencido de que el Sínodo Panamazónico bendecirá con sus efectos a la Iglesia universal. Es un sínodo de la Iglesia Universal sobre la Amazonía porque la Iglesia quiere ser también amazónica. Esto lo dijo ya el cardenal Baldisseri, el secretario general de este sínodo.
¿Cuáles podrían ser algunas de esas posibles consecuencias que del Sínodo afectasen a la Iglesia Universal?
Sinceramente, a fecha de hoy, no lo sé. Solo estoy convencido de que las habrá. Mira cuando Antón de Montesinos, y luego Bartolomé de las Casas, aquel grupo de dominicos, viajaron a las américas con su concepción occidental del mundo, de la fe y de Dios, salieron para América para evangelizar, hijos de una doctrina y una teología europea, no imaginaban lo que iba a pasar. Después de llegar y empaparse de la realidad de los pueblos con los que convivieron regresaron para evangelizar Europa. Aquel encuentro les modificó muchas cuestiones doctrinales, jurídicas, teológicas, … el Derecho Internacional se gestionó en aquel encuentro y en el trabajo de hombres como Francisco de Vitoria.
¿Estamos ante un encuentro histórico como fueron Puebla, Medellín, o Aparecida?
Es muy probable, en el sentido de que va a obligarnos a descentrarnos. Desde una Iglesia que quiere poner su centro en las periferias, en las heridas del mundo, se pretende elaborar un mensaje para toda la Iglesia y para toda la humanidad. Va a ser algo del Espíritu. Francisco ha ido soltando frases que si las reúnes tienes el nuevo discurso de la Iglesia: “prefiero una Iglesia accidentada antes que enferma”, “que se parezca más a un hospital de campaña que a una aduana”, “capaz de pedir perdón”, “que haga lío”, … ha logrado remover sentimientos que ya estaban latentes en la Iglesia.
Aunque el objetivo principal del Sínodo ya lo ha expuesto, si se ha hablado de algunos temas concretos que podrían debatirse en este sínodo como la ordenación de “viri provati”.
Sí, es cierto, pero el centro o el fin del sínodo no es, ni sería la cuestión de la ordenación de los “viri provati”, o de hombres casados, o el tema que está en estudio de recuperación de la figura de las diaconisas en la Iglesia. Todo esto podrían ser consecuencias, pero no objetivos. Lo central es la Iglesia amazónica.
Pero la Iglesia tiene un problema real para llegar a todas las comunidades indígenas.
Sí, es cierto. Mira, hasta hace poco las comunidades tradicionalmente han sido asistidas por misioneros de órdenes religiosas, pero eso se ha visto afectado por la falta de vocaciones por un lado. Y por otro a los pueblos de la Amazonía les falta dar un paso, apropiarse de la Iglesia. Todavía para ellos somos esa institución amiga, que les consigue cosas, que habla bonito que nos ayuda a establecer alianzas que permiten potenciar y sobrevivir a las diferentes comunidades. Pero la Iglesia es una entidad de fuera. Al menos así lo percibo en el Perú. Otros pueblos andinos como los aimaras, el pueblo kechua, o los mayas, indígenas de Mexico tienen asumido el cristianismo como propio y lo defienden frente a un cura, un obispo o quien haga falta; no es así con el pueblo de la Amazonía. Les falta ese paso de integración. No se han adueñado de la Iglesia y esa será la clave de este Sínodo.
¿Y cómo llegar a dar ese paso?
A ver si consigo explicarlo con esta anécdota. Cuando estaba de misionero en la misión de Kirigueti hacía falta poner en marcha un comité de electrificación. Y lo ideal es que lo hiciesen ellos, pero no se atrevían a dar el paso. ¡Venga! Yo les hago los estatutos y se lo dejo todo listo para ponerlo en marcha. Empleo un tiempo en redactar los estatutos, se los paso y … van ellos y los destrozan. Y yo les digo – pero esto no era, yo les había marcado otras pautas, …- el caso es que empezó a funcionar y funcionó. Con sus criterios, con sus parámetros, hacía falta que destrozasen lo que yo les había dado y se adueñasen del proyecto, haciéndolo verdaderamente suyo. El problema es que la Iglesia que se acerca a ellos es una Iglesia con muchos siglos a sus espaldas y poco moldeable. Tenemos que dejarnos moldear un poco por estos pueblos. En cierto modo quizá si tenemos que dejar que destrocen un poco las ideas con las que hemos ido hacia ellos y dejarnos moldear también en sus manos. Ganaremos todos. Y ahí es donde pueden surgir consecuencias como lo de los viri provati o el resto de cosas que hemos hablado antes. Yo suelo pensar que si en nuestro entorno europeo han surgido grandes reflexiones teológicas y pastorales, ¿por qué no puede suceder lo mismo allí?
¿Quizá entonces la imagen del sínodo sería la que ya se dio en la visita del Papa acompañado de los representantes de las comunidades indígenas?
Sí, esa podría ser la imagen. Recuerdo que alguien me señaló esa imagen y dijo algo parecido, “esto es el Sínodo”, cuando el Papa se reunió con los ancianos de aquellas comunidades, llegados de los rincones más perdidos de la selva.
Siempre que puede, como en esta ocasión busca la oportunidad de hacer escala en su tierra, y, además de a su familia, procura compartir un rato con su comunidad parroquial. Una comunidad que sigue vinculada a usted y que además ya le ha planteado su deseo de colaborar con su misión pastoral. ¿Qué se puede hacer desde Vitoria para colaborar con su misión como pastor en tierras de la Amazonía?
Hay cosas que me gustaría suscitar. La pastoral indígena supone el 10%, el 90 % es una población de paso, que viene a la Amazonía a dar el pelotazo y marchar, al final esa vida itinerante, de hacer dinero rápido, conforma una sociedad muy difícil y con muchos problemas. Y yo creo que es un mundo donde el evangelio tiene y puede decir mucho. Ten en cuenta que andamos en unos índices de un crimen por día. Quiero una Iglesia preocupada y transformadora. Quiero empezar por los niños y jóvenes pero mi problema es encontrar adultos formados y que hayan experimentado una ilusión que puedan transmitir a los niños y jóvenes. Porque cuando se prende una llama ya no puede apagarse, y yo lo he vivido en mi parroquia de Vitoria. Por eso pienso en estos grupos juveniles de Scauts, Tiempo Libre, … yo sé que eso se ha transmitido de padres a hijos. Así por ejemplo yo necesito un grupo que me despierte esa llama allí. He pensado en la posibilidad de organizar un campamento en Puerto Maldonado y que monitores jóvenes de aquí vayan allí.
Non solum sed etiam
La Iglesia en Latinoamérica se prepara para hacer historia, para ser profeta y denuncia, para clamar con la “Laudato Si” un grito de alerta al mundo entero. Uno de cada cinco vasos de agua está en la Amazonía, una de cada cuatro inspiraciones que nos aporta oxígeno al cuerpo, se la debemos a la Amazonía. Visto así, a lo mejor estamos más atentos al próximo Sínodo panamazónico.
(Tomado de: periodistadigital.com)