CONFEDERACIÓN CARIBEÑA Y LATINOAMERICANA
DE RELIGIOSAS/OS – CLAR
SEMINARIO CONTINENTAL SOBRE CUIDADO Y PROTECCIÓN DE MENORES
Bogotá – Colombia, 20 a 23 de noviembre de 2018
MENSAJE FINAL
“Si un miembro sufre, todos sufren con él” (1 Co 12, 26)
En la ciudad de Bogotá nos encontramos religiosas, religiosos, sacerdotes diocesanos y laicos. En total, 76 participantes de 19 países desde EE.UU. hasta Chile. Han sido cuatro días, del 20 al 23 de noviembre de 2018, en los que disfrutamos del compartir fraterno, de ser una Iglesia que camina, reflexiona, ora y crece desde las raíces del Reino.
La CLAR nos convocó bajo el lema, “Salgamos aprisa al cuidado de niñas, niños y adolescentes”.
Estos días fueron de profunda conmoción. Hemos vivido momentos de dolor, de vergüenza y de tristeza. Nos sentimos hermanas y hermanos en solidaridad con quienes han sido víctimas del abuso en nuestra Iglesia; su enorme sufrimiento, así como el de sus familias y comunidades, no puede dejarnos indiferentes. Nos comprometemos a acogerles, a escucharles y a ponerles al centro en este momento, pues, necesitamos dar pasos de conversión en nuestro modo de relacionarnos y en la construcción de un nuevo modo de ser Iglesia.
No podemos olvidar que quien abusa es también una hermana o un hermano, y no es minimizando el abuso, ignorándolo o encubriéndolo como podemos ayudarle. Descubrimos en ella o en él, nuestro fallo en la evangelización, en el acompañamiento y en nuestras cegueras por no ver lo que estaba pasando.
La reflexión de estos días nos condujo a adentrarnos en la magnitud de la situación que está viviendo la Iglesia y la sociedad en general. Hemos aclarado términos, conceptos y hemos aprendido a identificar señales que nos ponen en alerta, frente a la posibilidad de una situación de abuso.
Hemos ido más allá y hemos descubierto que todo abuso sexual está enmarcado en una relación asimétrica de poder, que lejos de ser vivida desde el servicio, al estilo de Jesús, se apodera de la vida, del cuerpo y de la conciencia de quienes están en situación de vulnerabilidad. La realidad de Chile, sobre la que hemos reflexionado, muestra otras situaciones eclesiales vividas en nuestros países. Ella, nos llevó a evidenciar que, en la Iglesia se ha dado un sistema que ha ido propiciando el abuso. Esto nos duele profundamente, pues nos sentimos evangelizados y evangelizadores del Reino de la fraternidad y de la equidad.
Nos sentimos llamados a acoger el dolor de las víctimas, a acercarnos a su realidad, igual que cuando nos acercamos a la Cruz para contemplar a Jesús como víctima y para reconocerlo en sus rostros. Nuestra sensibilidad hacia esta realidad crece y se encarna al descubrir el rostro concreto de quienes han sufrido el abuso. Solo la escucha a las víctimas nos llevará hacia una verdadera conversión.
Se nos ha abierto un horizonte muy amplio en la comprensión de lo que puede ser el abuso de conciencia, que es más frecuente de lo que pensamos. Con este abuso, la víctima puede llegar a perder su capacidad de decisión y libertad individual. Esto ha cuestionado nuestros procesos formativos y relaciones pastorales.
Teniendo este telón de fondo, una moción del Espíritu del Señor es: “caminar en la verdad y hacernos cargo de la realidad”, por ello nos comprometemos a:
– Impulsar en nuestras Conferencias de Religiosas y Religiosos, las Comisiones nacionales de protección de menores como espacios de evangelización, orientación, animación, formación permanente afectivo-sexual y espiritual.
– Estimular un trabajo colegial con otras instancias de la Iglesia -Conferencias Episcopales y con la sociedad civil para elaborar o poner en común líneas guías, que impliquen protocolos para el cuidado de niñas, niños, adolescentes y adultos en situación de vulnerabilidad.
– Trabajar desde lo interdisciplinar e inter-congregacional tejiendo redes, para que cada Congregación Religiosa pueda aportar las propias riquezas y así, responder con humildad, valentía y esperanza en la construcción de una cultura de cuidado, buen trato y protección.
– Revisar y actualizar nuestros procesos formativos, de tal manera que, sean procesos integrales, en donde la formación afectivo-sexual sea una prioridad.
Nuestra periferia hoy es defender la vida allá donde clama y ser pioneras/os en ofrecer espacios seguros, dentro de nuestros ámbitos y fuera de ellos, en colaboración con toda la Iglesia y la sociedad civil.
Dios no nos abandona y creemos firmemente que el vino nuevo está por llegar, una Iglesia más auténtica en su servicio y entrega por el Evangelio, desde los sentimientos de Jesucristo que se hizo pobre con los pobres.
Que María, Madre de América Latina, nos ayude a cuidar y proteger la vida.
Participantes Seminario Continental sobre Cuidado y Protección de Menores
Bogotá, D.C., 23 de noviembre de 2018