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Memorias de la pandemia: Experiencia hospitalaria en Perú

La Hna. Luz Maribel Burgos Ugaz. OP. (Hnas. de la Caridad Dominicas de la Presentación), trabaja en un hospital y comparte sus vivencias sobre lo sucedido con el coronavirus. Hace suya la frase de Víctor Frankl: “He encontrado el significado de mi vida al ayudar a los demás a encontrar, en sus vidas, un significado”.

“AL HACER MEMORIA de la historia de mi Fundadora Marie Poussepin y de mi Congregación, a la que amo y pertenezco, admiro la fuerza del espíritu en nuestras hermanas que entregaron sus vidas con gran amor y valentía en tiempos difíciles, la forma como enfrentaron pandemias, pestes, guerras y mucho más, sirviendo a los pobres y enfermos con manifestaciones de caridad… con tanta caridad, me motivan y animan a continuar sirviendo con amor al Dios vivo, en mi prójimo.

En el Hospital San José del Callao, en donde laboro, y en todos los hospitales y centros de salud de todo el Perú y del mundo, con el aporte de los medios de comunicación social, he constatado que el personal de salud, médicos, enfermeras, técnicos y equipo multidisciplinario del sector salud, nos encontramos luchando con alma, vida y corazón como los más grandes guerreros de la historia, contra el temido Goliat: el coronavirus.

Para enfrentar la compleja situación sanitaria en el Hospital, tuvimos que cerrar todas las áreas de preventivo promocional donde yo laboraba normalmente y los consultorios, para activar un “Plan de emergencia de salud Pública”. Se implementó un Triaje diferenciado para pacientes con sintomatología de COVID19 en el área de Emergencia y en la cancha deportiva, un módulo de atención médica al público en general para evaluar y luego hospitalizar a quienes se requería.

Nos encontramos cumpliendo en la sociedad un papel crucial y un rol de comandar en esta batalla. Por ende, es la fe la que nos fortalece, con el amor y poder de Dios, única fuente de opción, ya que encontramos en Él, el valor, la sabiduría, la paciencia, toda la energía y el poder necesario para vencer a esta terrible enfermedad.

Todos atendemos con un protocolo, para cumplir estrictamente todos los lineamientos de bioseguridad, trabajamos en equipo hospitalario unido como un ejército y consciente de nuestra enorme responsabilidad. Sin embargo, cargamos en nosotros la ansiedad, la incertidumbre y el temor de llevar el virus y contagiar a nuestras familias y en mi caso, a mis hermanas de comunidad; allí hay personas más vulnerables, tanto por la edad como por la comorbilidad.

Por otro lado, el miedo de la Comunidad por un posible eventual contagio ha cambiado nuestros modos del quehacer cotidiano e incluso hasta la manera de saludarnos con un abrazo como de costumbre lo hacíamos; gracias a Dios, con todo esto, la fraternidad se fortalece.

Algunos de los aspectos más importantes en hacer frente al coronavirus ha sido trabajar en equipo y adquirir soporte moral, emocional y espiritual con todos los que compartimos día a día nuestra vida. Nos ha fortalecido orar y rezar juntos, celebrar misas virtuales por nuestra salud y la de nuestros pacientes, nos ha hecho crecer en unidad como grupo de trabajo, nos mantenemos con mente positiva para poder salir adelante de esta ardua y tenaz situación.

Nuestro compromiso es cuidar a nuestros pacientes para que nadie muera en soledad y por falta de atención y de amor.

En mis años de servicio como enfermera no he tenido una experiencia tan difícil y dramática como en este tiempo de Pandemia.  Ha sido muy duro, me he sentido impotente, pobre e incapaz, con una sensación de incertidumbre y la presión de tener que aprender a decidir sobre la marcha… He dado todos los recursos que tenía, he trabajado al límite de mis fuerzas, asumiendo no sólo la enfermedad de los otros sino también la mía, todo esto me ha hecho entender más que nunca el por qué he acogido vivir el carisma de Marie Poussepin al servicio del enfermo con manifestaciones de caridad, actitud que se renueva en la creatividad y formas nuevas de “cuidar y salvar vidas”.

¿Dónde están puestas mis raíces, mi vida y mi fe?

Hoy en medio de esta dura prueba, “la Pandemia COVID 19” lo mejor que podemos hacer es volver la mirada a Cristo y encontrar en su cruz, en su clamor, la victoria sobre la muerte, la más grande motivación para renovar nuestra esperanza cristiana que no falla ni defrauda. Es necesario asumir estos momentos de sufrimiento como una oportunidad de crecimiento y proceso de maduración en la fe, renacer desde el drama del dolor y el abandono, hasta decir como Job: “Te conocía sólo de oídas, ahora te ven mis ojos” (Job, 42,5).

La enseñanza que nos deja toda tragedia es la esperanza para encontrar la luz al final del túnel. Agradezco infinitamente a cada una de mis hermanas de la comunidad de la Acogida y al Gobierno Provincial por acompañarme con su fraternidad, a mi gran familia Dominicana, las hermanas de las diferentes Congregaciones, los Padres dominicos y otras órdenes Religiosas  por acompañarme con sus oraciones, misas y llamadas telefónicas tan confortantes y sosegadoras en tiempos de angustia, eso es lo que me ha sostenido gracias a la efectividad de la  oración por aportarme aliento, palabras oportunas  para realizar la misión peligrosa en la que me toca asumir, pero también a las hermanas de la Provincia de los Andes y a la Congregación por su cercanía y sus oraciones que me fortalecen para seguir haciendo el bien al prójimo en la sociedad. Mi familia ha sufrido mucho conmigo al igual que mis amigos(as) más cercanos, hasta hemos llorado juntos, siempre presentes con su soporte emocional, moral y espiritual, estoy muy agradecida con Dios y con el prójimo por tanto calor humano que me han arropado de fortaleza, consuelo, esperanza, fe y manera de vivir.

A pesar de llevar las cargas emocionales, experimentar la soledad y el agotamiento de las fuerzas físicas, más allá de los propios miedos, no se ha perdido la acogida, el cariño. Por las barreras que utilizamos como personal de salud, a veces no nos reconocíamos por el aspecto físico, pero sí por nuestra voz, miradas comprensivas y cariñosas, entre nosotros hemos aprendido a comunicarnos a través de ellas, miradas que algunos llevamos tatuadas en la piel, miradas tan significativas que calan en el alma. Nuestro compromiso siempre será Cuidar a nuestros pacientes de manera integral para que nadie muera en soledad.

Sabemos que el virus de covid19 es demasiado agresivo, bastante aterrador y devastador, el presenciar la pérdida de mis compañeros y colegas   de trabajo ha  significado una de las peores  tragedias que nos ha podido ocurrir , ellas y ellos  se  encontraban laborando conmigo normalmente realizando sus turnos asignados, todo era una sorpresa o mejor dicho una pesadilla , que de la noche a la mañana dejaban de existir, lloramos desconsoladamente  este acontecimiento…, pero también por otro lado  me ha ayudado a reflexionar sobre el misterio de la vida y la muerte para dar un sentido y un significado a esta realidad que está ocurriendo.

Hermanos míos, el testimonio de nuestras vidas es la más deseada porque ayuda a realizar la mejor pastoral vocacional, en este tiempo de grandes retos que tiene nuestra juventud. Como Viktor E. Frankl puedo repetir su frase:   “He encontrado el significado de mi vida al ayudar a los demás a encontrar, en sus vidas, un significado.”

Lo que yo he vivido y experimentado, me ha ayudado a comprender el sentido que tiene la vida y a encontrar un propósito del “por qué” y el “cómo”. Si tenemos una razón, siempre encontraremos la manera de salir adelante. Si nos sentimos libres y motivados, siempre podremos hacer los cambios necesarios para crear una realidad mucho más maravillosa.

Mi manera de ver el mundo y mi forma de vivir ha cambiado, ahora para mí todo tiene un significado profundo por más insignificante que sea, todo recobra un sentido, en mi vida personal, comunitaria y misionera y esto me hace vivir en plenitud”.

Hna. Luz Maribel Burgos Ugaz. OP. (Hnas. de la Caridad Dominicas de la Presentación)

Lima, 11 de mayo del 2022

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