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Una cadena de Misterios: material para el Mes del Rosario (Fr. Carlos Cáceres OP)

UNA CADENA DE MISTERIOS

Por: Fr. Carlos Cáceres, O.P –Promotor de Formación y Vida Intelectual CIDALC

De niño me encantaba leer novelas de Agatha Christie. Esta escritora inglesa de Asesinato en el Expreso de oriente, me revelaba en la imaginación grandes misterios; me parecían fascinantes los enigmas y sobre todo, porque en la trama todos resultaban sospechosos de una u otra manera. De igual forma, Harry Potter, ha abierto a los niños y jóvenes de hoy grandes enigmas en sendos libros, pero sobre todo el misterio a la lectura, en una generación que parece adormecida en la capacidad de creer en misterios fascinantes. Uno de estos misterios fascinantes es volver a creer en la vida.

Como dominicos hemos recibido de nuestra tradición la custodia del santo rosario, cada mes de octubre lo recordamos según la tradición recibida de nuestros mayores como oración venerada en el pueblo cristiano y que según una leyenda histórica de la Orden, atribuye el don del rosario en manos de la mismísima Virgen a santo Domingo. Un canto del pueblo Dios decía en antaño: ¡Viva María! ¡Vida el rosario! ¡Viva santo Domingo, que lo ha fundado! Ciertamente cuido de María hacia los predicadores en la tarea de anunciar la Palabra Jesucristo en la misión de la Orden.

No es que la Orden haya inventado el rosario, sino que es fray Alano de Rupe quien compendia la vida de Cristo y de María asociados en bloques o misterios que nos permiten entablar meditación y oración, en la medida que vamos comprendiendo sólo unos cuantos misterios o quizá los más fundamentales de la Vida de Cristo. Misterios o enigmas que necesitan fe para descifrar los gozos, glorias, dolores y luces de la Vida de Cristo y de su madre María, en el camino de discipulado.

Esta es la fiesta del primer domingo de octubre, donde en nuestros conventos, sin duda, una procesión con la imagen de María rondará los claustros viejos o nuevos de un convento dominicano, recordando esta fiesta instituida siglos después por el papa dominico Pío V, por la protección de María en la victoria naval en Lepanto.

Ciertamente las lecturas de hoy nos invitan a ver a la Hija de la promesa. Sión, ciudad de Dios, Jerusalén (nombre más conocido para nosotros) en ella se renovará la profecía, la gracia y la acción de Dios en Jesús de Nazaret. En el salmo, cantamos las maravillas de la Hija predilecta de Sión, María en su canto maravilloso y que rezamos cada tarde en la liturgia vespertina.

En la segunda lectura, María de Jerusalén o de Sión, orando con los discípulos pues para entender los misterios de Cristo, es necesaria la fe. Sin esto, el misterio es puro intento: es como flecha sin blanco, como lluvia sin llover, como barca sin océano, o como arena sin desierto. Por tanto, el evangelio nos narra la misteriosa vocación de María en la anunciación. El misterio más grande es que acoge con vientre vacío el don de una llamada. Ella se dispone toda para Dios.

Por lo tanto, no es más importante verla sólo como madre, sino entender que su maternidad está antecedida por el creer. Allí empieza la verdadera maternidad y el discipulado de María en los indescifrables misterios de aquel niño, su Hijo. Y es que para ser seguidores de Jesús, necesitamos comprender desde la fe esas facetas de la vida que son un misterio en nosotros: nuestros gozos, dolores, glorias y luces pero más aún cuando esos gozos, dolores, glorias y luces los vivimos como personas del Reino. Por lo tanto, los que seguimos a Jesús, debemos vivir desentramando misterios desde Dios.

Así pues, lejos de nosotros la devoción al Santo Rosario como amuleto que lo resuelve todo. Los misterios que meditamos, resumen la vida de Cristo que no logramos entender con la cabeza pero que los podemos ver desde la fe de nuestro corazón ¿Quién más cerca del corazón de un Hijo que la Madre? ¿Quién comprende mejor los misterios de un Hijo sino la Madre? Por ello, en la fe, el no entender (¿Cómo será esto?) es parte del misterio. Cuanto más digo creer, más profundo se me hace Dios (misterios entendidos como profundidad)

Sin duda, como María debemos ir hacia nuestro vientre vacío para desembarazarnos de todo aquello, que no nos permite ser de Dios, y para dejar el espacio para que habite sólo él con todo su misterio. ¡Cuantos rosarios decimos atiborrados de palabras sin entender ni creer nada! Más que colgarnos un rosario, en el cuello, en la muñeca, portarlo en el bolsillo o atragantarnos de palabras, este domingo del rosario, nos invita a que engarcemos los misterios de nuestra vida a los acontecimientos gozosos, dolorosos, luminosos o gloriosos de Cristo.

Sólo así podremos descifrar si nuestra fe es más profunda, sabia y con un toque de buena nueva para entender los grandes misterios de hoy, donde el creer en la vida y en la plenitud de esta existencia, es todavía el misterio mayor a nuestra fe.

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