El pasado mes de julio, fr. Timothy Radcliffe, ex-Maestro de la Orden de Predicadores, vino a España a participar en el Congreso Educar OP organizado por la Fundación Educativa Santo Domingo.
Aprovechamos esa ocasión para hacerle una entrevista sobre distintas cuestiones en torno a la Iglesia, la Familia Dominicana, la educación, los jóvenes, la misión, la predicación y el diálogo con el mundo de hoy.
Ofrecemos el vídeo de la entrevista, acompañado de su transcripción.
Hna. Pilar del Barrio: Buenas tardes Timothy, bienvenido a este espacio que nos dedicas. Hemos terminado esta misma mañana el Congreso Educar OP. Pedagogías con otro estilo. Hemos podido escucharte, disfrutar como siempre de la inspiración que suponen tus pensamientos que has compartido con nosotros. Pero ahora queríamos abusar un poquito de tu generosidad y pedirte este espacio que es un momento de sobremesa, si quieres, un momento de Familia Dominicana, quienes nos acompañan son miembros de la Familia Dominicana todos ellos. Queríamos conversar contigo, queríamos preguntarte ya un poco más como en la intimidad, desde tu experiencia personal, conocerte un poco más y poder aprovechar de tu conocimiento, del mundo, de tantas realidades diversas y de la predicación. Pero siempre tenemos una pequeña curiosidad para empezar: ¿cómo conociste tú a la Orden?
Timothy Radcliffe. Crecí en una familia muy católica, pero no estaba demasiado interesado en la religión. Y en la escuela era más bien un niño travieso. Siempre estaba fumando, yendo al pub, bebiendo. Estuve a punto de que me expulsaran de la escuela por leer El amante de lady Chaterley durante la exposición del santísimo. Pero cuando dejé la escuela, por primera vez la gente me preguntó: “pero, ¿es verdad lo que crees?” Quedé fascinado por la cuestión de la verdad, porque si es verdad tiene que ser importante, pero si no es verdad, tengo que examinar las consecuencias. Y entonces me acordé de que había una Orden que tenía el lema “Veritas”, verdad, y me fascinaba descubrir cuál era es Orden y descubrí que eran los dominicos. Eso fue lo que me trajo a la Orden, fue esta curiosidad, esta búsqueda de la verdad.
Creo que también, cuando fui a vivir con los frailes, en el noviciado, para ver cómo era esa vida, quedé sorprendido por la simplicidad, una libertad simple: podías decir exactamente lo que pensabas. Y había una valoración de la relación entre todos los frailes que realmente me conmovió. Podría hablar durante mucho tiempo. La última cosa: en Inglaterra, cuando yo era joven, la sociedad estaba muy dividida en clases, ya sabes, los pobres, la clase media, la clase media-alta, la clase alta. Cuando llegué a la Orden encontré por primera vez una comunidad en la que la clase no importaba. Eran sólo hermanos y hermanas, y para mí esto fue un descubrimiento extraordinario.
P.B. Y treinta muchos años después ¿qué te sigue fascinando de la vida de la Orden?
T.R. Casi cincuenta años, Pilar. Sí, creo que una cosa que me encanta de la vida dominicana es la magnanimidad. Magnanimidad significa que hay que tener un alma grande. Y eso acompaña a la relación con Dios, porque sabemos que Dios está más allá de nuestras pequeñas definiciones. Dios siempre es más. No podemos captar a Dios con nuestras palabras. Dios es un misterio profundo y creo que esa sensación de que Dios está más allá de todo lo que podemos conocer nos ayuda a ser magnánimos con personas que tienen ideas diferentes a las nuestras. A veces la Iglesia está dividida por ideologías -conservadores, progresistas-, personas en pequeños mundos, pero creo que toda nuestra teología sobre Dios nos lleva a un gran espacio abierto.
P.B. Con nosotros está Javier, que acompaña a los frailes en sus etapas de formación. Seguro, Javier, que quieres preguntarle algo a Timothy al respecto.
Javier Garzón. Timothy: es verdad que los tiempos han cambiado, han pasado años, pero actualmente también hay jóvenes que quieren responder al Señor y que se plantean la opción de vida dominicana. No son muchos, pero quienes son, sí que quieren vivir su vida en profundidad ¿qué podrías decirle tú a un chico, una chica, que quiere actualmente, en este tiempo, vivir la vida dominicana?
T.R. Creo, Javier, que la primera cosa es que se sientan en casa. Tienen que sentirse felices, porque en el centro de nuestra predicación está la felicidad, el gozo de Dios, así que no tienen que hacerse dominicos para estar tristes. Sólo serán testigos del Evangelio si sienten un cierto gozo al ser uno de los hermanos.
La segunda cosa que diría es que tienen que ser personas compasivas. Cuando te encuentras con gente que sufre o con gente cuyas vidas son desastrosas es muy importante que la primera reacción sea de compasión. Santo Domingo solía reír con los frailes durante el día y llorar por la noche por los pecadores, por la gente que estaba perdida. Por eso necesitas esa combinación de gozo y compasión. Creo que también tienes que dar tiempo a tus hermanos. Puesto que para nosotros la fraternidad es muy importante, tienes que disfrutar, sin más, estando con los hermanos a veces. Todos tenemos muchas cosas importantes que hacer. Tenemos que salir a predicar, a dar conferencias, pero siempre es necesario un tiempo sólo para pasarlo, para gastarlo con nuestros hermanos y hermanas, por el placer de hacerlo.
P.B. La razón por la que has venido a España en esta ocasión, además de saludarnos a todos, era para participar en este encuentro, en este Congreso de educación. La educación es siempre, y en este momento en España, un elemento de suma importancia. En este campo de la educación tienes muchas cosas que decirnos, pero le vamos a dejar que haga las preguntas alguien que está metido de lleno en el campo de la educación, que es Manolo, director de uno de los colegios de la Fundación Santo Domingo, el Colegio Virgen de Atocha.
Manolo Ruiz. Buenas tardes Timothy. Finalizamos hoy un congreso educativo de tres días donde hemos escuchado muchas cosas, Pedagogías con otro estilo, y todas esas cosas que nos vamos a llevar a veces te confunden porque necesitas reflexionarlas. ¿Qué sería ese mensaje nuclear que deberíamos de llevarnos a nuestros centros escolares todos los que tenemos responsabilidad con alumnos, con familiares o con compañeros de trabajo en el mundo de la educación que nos definen como educadores en clave dominicana?
T.R. Creo que la primera cosa que intentamos en un colegio de dominicos/as es que le damos la bienvenida a la verdad venga de donde viniere. Tomás de Aquino creció en un mundo muy cristiano, pero estuvo abierto a la verdad de un filósofo pagano, Aristóteles, estuvo abierto a la verdad que venía de filósofos judíos, y también de filósofos musulmanes. Y nosotros tenemos que tener esta capacidad de dar la bienvenida a la verdad venga de donde viniere. Tomás de Aquino decía: no preguntes quién lo dijo, sino si es verdad. Y creo que eso es fundamental para una buena educación dominicana. Creo que es muy importante en una escuela de dominicos/as que los estudiantes confíen en su propia capacidad para buscar la verdad. Todos vuestros estudiantes son inteligentes, pero algunos son inteligentes de maneras diferentes. Algunos tienen inteligencia analítica, algunos tienen inteligencia lingüística, algunos tienen inteligencia emocional, algunos tienen una inteligencia lógica, incluso algunos puede que sean filósofos, pero todo el mundo tiene su propio don que aportan a la conversación. A veces las personas tienen miedo en las escuelas, tienen miedo de parecer tontos, de decir la cosa equivocada, pero tenemos que mostrar que cada estudiante tiene su propio don, ese don particular que pueden aportar.
Ya sabes que en la Orden dominicana somos muy democráticos y creemos -Santo Domingo creía- que había que votar mucho. Siempre estamos votando. Y esto no sólo para ver cuál es la mayoría, sino porque Santo Domingo creía que cada fraile tenía algo que decir, cada hermano tiene algo bueno que aportar. Y finalmente diría: este es muy momento muy difícil para la gente joven. Miran al futuro y se pregunta hacia dónde vamos. Ven una crisis económica, ven quizá una crisis ecológica. Se preguntan cuál es el futuro para ellos ¿Podrán tener hijos? Creo que tenemos que educar a un joven para que tenga esperanza y crea que Dios lo creó por él mismo. Sea lo que sea lo que tengan que afrontar, al final sus vidas no serán un fracaso. Por eso, comunicar esperanza en una situación difícil creo que es un reto maravilloso para un colegio dominicano.
P.B. Hablando de juventud: ¿Qué pasa con los jóvenes y la Iglesia? ¿Se nos han ido los jóvenes de la Iglesia? ¿Es que la Iglesia no encuentra la forma de comunicarse con ellos? ¿Cuál es la clave?
T.R. Creo que lo que tenemos que hacer es entrar en la imaginación de los jóvenes y dejar que los jóvenes entren en nuestra imaginación. Estoy convencido de que en este momento el gran reto es la imaginación. Yo vivo con dominicos jóvenes. Muchos de los dominicos de mi comunidad tienen 23, 24, 25 años y escuchan una música diferente de la que escucho yo, pero intentamos ver películas juntos. Todos los sábados vamos a ver una película. Tengo que hacer el esfuerzo de comprender su imaginación. ¿Cómo ven los jóvenes el mundo? ¿Cuáles son las canciones que encandilan sus corazones? Pero también tenemos que comunicar nuestra imaginación. Y nuestra imaginación, la imaginación cristiana trata de una historia extraordinaria. La historia de la vida, la muerte y la resurrección. Con frecuencia, hablo con los jóvenes sobre la película De dioses y hombres, que trata de los monjes cistercienses que tuvieron que afrontar la muerte por solidaridad con sus amigos musulmanes. A veces la tentación es decir que el cristianismo es una espiritualidad bonita e inofensiva, ¿sabes? Encender algunas velas, somos encantadores unos con otros, somos amigos todos, pero al final el cristianismo no es eso. El cristianismo es el drama de la muerte y la resurrección. Por eso es muy importante que los jóvenes sean conscientes de que incluso hoy la gente muere por su fe. En este momento hay 250 millones de cristianos que sufren discriminación por su fe. Y pienso en gente como nuestros hermanos y hermanas de Latinoamérica que afrontan la amenaza de la muerte. Henri Burin des Roziers es un dominico francés que está en Brasil cuya vida está amenazada. Un gran y rico terrateniente ha ofrecido 30.000 $ por su vida. Hablé por teléfono con Henri y me dijo que lo sentía, pero ahora se había devaluado. Ahora sólo vale 20.000 $. Ya no vale tanto. Cuando estuve con Henri, en la Amazonía, no me di cuenta de que me había dejado su habitación, y estaba muy nervioso, porque podían tratar de matarle esa noche y en lugar de él, matarme a mí. Por eso creo que tenemos que tratar de ver que en el núcleo de la imaginación cristiana hay un amor que está un poco chiflado, un poco loco, porque dice que tienes que dar tu vida. Por eso, cuando nos reunimos con los jóvenes y ellos dicen: no sé si ser cristiano o no, no les demos algo fácil. Démosles algo que sea muy exigente. Y entonces puede que piensen que merece la pena compartir la aventura.
P.B. En la Iglesia estamos muy acostumbrados a hablar de los jóvenes, de lo que los jóvenes necesitan, de lo que debemos de hacer con los jóvenes, por los jóvenes. Vamos a dar la palabra a una joven, miembro del Movimiento Juvenil Dominicano. Que sea ella la que diga, la que pregunte.
Teresa Hernández. Hola. Yo quería saber, desde tu experiencia, cómo dirías que podemos participar los jóvenes en la transmisión del mensaje, la predicación, cuál sería nuestro papel dentro de la Iglesia.
T.R. Creo que el papel de los jóvenes es clave. San Agustín decía: Dios es siempre más joven que nosotros. Dios es joven. Cada año, cada navidad celebramos el nacimiento de Jesús como un niño. Y Jesús murió cuando tenía 33 años, no era tan viejo como lo soy yo. Por eso es muy importante que confiemos en los jóvenes. Tú sabes que Santo Domingo envió a los frailes jóvenes a predicar el evangelio. Y la gente le decía: eres tonto. Los jóvenes escaparán con mujeres locas y nunca los volverás a ver. Pero Domingo dijo: mis jóvenes serán enviados y regresarán, los vuestros estarán encerrados y aún así escaparán. Creo que, para nosotros, es parte inherente de nuestra fe cristiana tener confianza en los jóvenes, porque Dios es joven. ¿Sabes? Uno de los placeres de jugar con la gente joven es que tienen una sensación de juego, no se toman a sí mismos demasiado en serio. Homo ludens, los seres humanos son juguetones. En la Biblia leemos que la Sabiduría jugaba ante Dios cuando creaba el mundo. Por eso creo que los jóvenes tienen que jugar un papel enormemente importante en la Iglesia, enseñándonos a todos a ser juguetones. A reír, ¿sabes? A jugar juegos. Creo que cuando nos volvemos demasiado serios y creemos que somos muy importantes, los jóvenes, como decimos en inglés, nos pinchan el globo.
P.B. Osea que no hay excusas para nuestros jóvenes predicadores, no hay excusas para ellos, tienen que ir adelante. Timothy, uno de los temas en los que siempre incides es en algo que a mí me resulta particularmente bonito, la predicación es diálogo, es conversación. Predicar en nuestro tiempo entiendo que sería un diálogo con esta cultura con la que hoy convivimos, en la que hoy estamos. ¿Cuáles son las claves para ese diálogo, no siempre fácil, no siempre acertado? ¿Cuáles son tus claves para él?
T.R. En primer lugar, voy a decir por qué la conversación es fundamental para la predicación: porque Dios es la conversación eterna del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. En el corazón de la vida de Dios está la eterna conversación amorosa entre iguales. Por eso no puedes hablar de la Trinidad golpeando a la gente en la cabeza. Es una contradicción en los términos. Cuando Jesús vino a predicar la Buena Nueva, siempre fue un hombre de conversación y con frecuencia le dice a la gente: ¿qué quieres? ¿Qué puedo darte? Jesús está siempre a su servicio. Por eso creo que no hay otro modo de predicar que en amistad y conversación. Y creo que es clave en la conversación que sepas que la otra persona tiene algo que enseñarte. No tiene sentido mantener una conversación si ya lo sabes todo. Una cierta humildad frente a la otra persona, que estás preparado para ser sorprendido.
C. S. Lewis escribió un precioso libro: Sorprendido por la alegría, y creo que nuestro Dios siempre es un Dios de sorpresas. Por eso, cuando mantenemos una conversación con alguien tenemos que estar abiertos a lo que nos van a decir de manera inesperada. ¿Sabes? Uno de mis grandes héroes fue un dominico francés llamado Marie-Dominique Chenu y cuando yo era estudiante en París, él ya tenía 80 años. Pero salía todas las noches. Iba a reunirse con académicos, con líderes sindicales, con estudiantes, con artistas y luego por la noche, sobre las 11 en punto, cuando los españoles se están despertando, decía: ¿qué has aprendido hoy? Esto es lo que he aprendido hoy. Toda la predicación y el estudio de Chenu, el padre del Concilio Vaticano, la aprendió escuchando. Creo que si hablas de algo difícil, tienes que encontrar la palabra con alguien. Si quiero hablar con alguien que encuentra el cristianismo incomprensible, no tengo la respuesta en el bolsillo. La tengo que descubrir con ellos, en diálogo. Juntos encontramos la palabra correcta.
P.B. ¿Es el estudio un modo de conversación, entonces, también con la sabiduría de quienes nos han precedido en este proceso de diálogo con la cultura?
T.R. Por supuesto que sí. El estudio es siempre una apertura de la mente y el corazón a la gente que te ha precedido. Si ves a Tomás de Aquino, siempre está implicado en cuestiones disputadas (quaestiones disputatae) y eso implica intercambio, discusión, agudeza, pensar, reir… Creo que cuando lees a gente como Tomás de Aquino o San Agustín, pero también a gente que no es cristina… tenemos que abrirnos a toda la sabiduría, a otras tradiciones, escuchando con atención. Tuve una experiencia maravillosa hace dos años, una conversación de un día con el Gran Rabino, el líder judío de Gran Bretaña. Me invitó a su casa, nos sentamos, había una cámara y hablamos todo el día, cada uno tratando de ver qué podía aprender del otro.
P.B. Una maravilla. Timothy, nos falta todavía abordar una cuestión esencial para la Familia Dominicana. ¿Cómo podemos predicar juntos? ¿Cuál tendría que ser la clave de una predicación con rostro de familia, con voz de familia? Porque nuestra tradición arranca como familia, nacemos como familia ¿qué nos dirías al respecto?
T.R. Mira, Pilar, es verdad que desde el principio Santo Domingo pensó en una familia. La primera comunidad fue una comunidad de monjas. Los laicos empezaron a comprometerse con la Orden muy pronto. Siempre me ha encantado el hecho de que Santo Domingo disfrutase la compañía de las mujeres. Y cuando era muy viejo, bueno, en realidad él nunca fue muy viejo… cuando estaba muriendo dijo que prefería hablar con las mujeres jóvenes a que le hablasen las mujeres viejas. Y ves que muchos de los primeros frailes tenían grandes amistades con mujeres: Jordán de Sajonia con la Beata Diana, Catalina de Siena con Raimundo de Capua… Esta amistad implica no tener miedo de la gente que es diferente de uno mismo, en especial no tener miedo a las personas del otro sexo fue parte de nuestro carisma fundacional.
¿Cómo predicar juntos? Creo que sería bueno que las mujeres pudiesen predicar en la Eucaristía. Personalmente creo que sería una buena idea y no creo que exista ninguna objeción real. Pero, para Domingo, predicar no era principalmente predicar en la iglesia. Domingo predicaba yendo a donde iba la gente e involucrándose en lo que les preocupaba. Domingo predicaba en la calle y predicaba en la plaza. Creo que, como familia, debemos estar presentes donde la gente piensa y habla, por ejemplo podría ser en un congreso de filosofía, en una reunión de artistas, incluso podría ser en un club deportivo… Donde la gente piensa, donde la gente habla, tenemos que estar presentes. Y una de las grandes cosas de pertenecer a la familia dominicana es que cada uno de nosotros tiene acceso a grupos diferentes.
Creo que especialmente en este momento tenemos una necesidad urgente de la sabiduría de las mujeres. Nuestra teología ha estado demasiado dominada por hombres hasta hace poco, pero esto está cambiando. Por eso creo que necesitamos una predicación dominicana en la que varones y mujeres, jóvenes y viejos puedan traer dones muy diferentes.
P.B. Hace tan solo una semana algunos de nosotros participábamos en un momento muy emotivo y era el envío de un grupo de jóvenes, ellos y ellas, que marchaban para compartir la misión de la Familia Dominicana en Camerún, en Perú… Alexia, que colabora con toda su energía en el proyecto de Selvas Amazónicas de los frailes de la Provincia de España, que es un proyecto en el fondo de toda la Familia Dominicana, de alguna manera representaba ese envío que toda la Familia hacíamos a este grupo de jóvenes. Alexia, seguro que hay preguntas que quieres hacerle a Timothy en relación con esta predicación, esta presencia.
Alexia Gordillo. Sabemos que has visitado muchos de estos países empobrecidos, estos países de misión, y a lo mejor podías contarnos cómo podemos afrontar las realidades de pobreza, de injusticia que se viven en estos países que llaman tanto la atención, una vez que estás allí, como Familia Dominicana, como laicos, como jóvenes. ¿Cómo podríamos afrontar estas realidades?
T.R. Creo que una de las cosas más terribles de hoy en día no es sólo la pobreza, sino la desigualdad. La desigualdad es una forma de violencia. En ese sentido, vivimos en un mundo muy violento. Creo que tenemos que luchar por un mundo en el que no haya estas brechas entre ricos y pobres, brechas en España o Gran Bretaña, pero también brechas entre nuestros países, porque todos sufrimos, todos nos depreciamos. Si no soy hermano de personas pobres, me deprecio. Alguien le dijo en una ocasión a nuestro hermano Gustavo Gutiérrez: tú eres la voz de los sin voz. Y él le dijo: no, no soy la voz de los sin voz. Lo que importa es que se escuche su voz. Y creo que a veces vamos a lugares de pobreza y lugares de violencia a escuchar, de modo que podamos escuchar lo que tienen que decir. Mi experiencia, al visitar muchos lugares, es que descubrí la gratitud. Recuerdo en Bogotá, en Colombia, donde nuestros hermanos predican en un barrio extremadamente pobre, uno de los más violentos de Latinoamérica, fui allí y pasé un día allí y lo que me impactó fue la gratitud de la gente. También conozco a mucha gente rica y no siempre están llenos de gratitud.
Creo que también es importante salir de nuestro pequeño mundo e ir a descubrir otras culturas, porque al final todos somos hijos e hijas del Reino. Estoy muy contento de ser inglés, pero al final tengo que ser más que inglés, tengo que ser un hijo del Reino. Cuando era Maestro de la Orden -y aún hoy- viajé a otros países, muy diferentes del mío, y ahí descubro un poco quién soy. Porque no podemos prosperar solos. Sólo podemos prosperar si todo el mundo prospera. Sólo podemos ser felices, realmente felices, si compartimos la felicidad de la gente en Cristo, de quien nadie queda excluido.
P.B. Timothy, nos gustaría ser el Gran Rabino con el que puedes pasar todo un día hablando y una cámara filmando. No lo somos, somos parte de tu familia en España, parte de tu familia Dominicana en España, dinos una última palabra que tenga que ver con la esperanza que hemos de transmitir a nuestro mundo, tú que eres el hombre de los relatos de esperanza.
T.R. Sí, para mí una de las experiencias más extraordinarias de mi vida, que frecuentemente he contado, fue estar en Ruanda en 1993, al comienzo de los problemas Teníamos que ir al norte a ver a nuestras hermanas y el embajador de Bélgica vino y nos dijo: quédense en casa. El país está ardiendo. Pero yo era joven e insensato, así que fuimos hacia el norte, y fue un día terrible. Fue un día terrible. En particular, contemplar tanto sufrimiento de gente joven que había perdido los brazos, los ojos, las piernas… Pero, ¿sabes, Pilar? Cuando fui donde las hermanas pensé: ¿qué puedo decir?, ¿qué hay que decir? Pero al final recordé que no había nada que decir, sino algo que hacer, que era recordar que Jesús tomó el pan, lo partió y se lo dio a sus discípulos diciendo: este es mi cuerpo, entregado a vosotros. Ese fue un gesto de esperanza en una época de desesperación. La última cena, cuando no había futuro y sólo estaba la noche, todo lo que tenían por delante era la muerte, en ese momento Jesús hizo ese gesto extraordinario de esperanza. Para nosotros, cada vez que vamos a celebrar la Eucaristía, recordamos el supremo gesto de esperanza, cuando parecía que sólo había desesperación. Para mí la Eucaristía sigue siendo una maravillosa ocasión en la que, sean cuales sean las luchas que tenga, las faltas que tenga – y tengo muchas -, se me da la esperanza de nuevo.
(Fuente www.op.org/es)