Tomamos y compartimos el relato del provincial de los Misioneros del Corazón de Jesús, padre Darío Taveras mcs, quien aborda, desde un texto muy informativo y con una mirada grande, la Vida Consagrada en República Dominicana:
La Vida Consagrada en Dominicana está compuesta hoy por unas 103 Congregaciones/Órdenes religiosas y 8 Institutos Seculares. Conviene tener en cuenta que la vida religiosa se vio obligada a abandonar nuestro país por orden del Arzobispo de entonces, Mons. Fernando de Portillo, O. P. como consecuencia del Tratado de Basilea de 1795. La Vida Consagrada fue volviendo, poco a poco, 100 años después, de diferentes países del mundo, con un marcado espíritu de disposición misionera y un rico y variado aporte de espiritualidad y de carismas.
El total de Religiosos y Religiosas en dominicana es hoy de 2,078 miembros, de los que el 66% son nativos de nuestro país (1,376), repartidos en 400 comunidades.
Las Religiosas son 1,608, de las que 1,078 son nativas del país (un 67%). Las religiosas están repartidas en 305 comunidades, 295 de vida apostólica activa y 10 de vida contemplativa en clausura. Las más numerosas y más antiguas son las Hermanas del Cardenal Sancha, en ese entonces Pía Unión de mujeres consagradas, invitadas a venir al país por el padre Billini, através del Vicario Apostólico Mons. Leopoldo Santanché,en 1873.
Los religiosos en República Dominicana son 470, de ellos 298 son nacidos en dominicana (63%).Están repartidos en 95 comunidades, 94 de vida apostólica activa y 1 de vida contemplativa en clausura.
Las religiosas de clausura son 119, de las que 88 son nativas dominicanas (74%), repartidas en 9 monasterios esparcidos de Norte a Sur y de Este a Oeste, de cuatro Órdenes Religiosas contemplativas: Carmelitas de la Antigua Observancia, Salesas, Clarisas Capuchinas y Carmelitas Descalzas. Como hay un monasterio en cada Diócesis, cada persona tiene en sus Diócesis, una religiosa o religioso orante que le sirve de “madrina” o de “padrino” espiritual que intercede por él.
Los únicos religiosos de clausura son siete monjes Cistercienses, que llegaron a nuestro país en el 1987 gracias al esfuerzo del bien recordado Mons. Flores, con su monasterio en Jarabacoa.
Los miembros de los ocho Institutos seculares suman 147 miembros, en 25 Centros. Tres de ellos fundados en nuestro país: las Altagracianas, las Hermanas Seráficas y las Misioneras Parroquiales de María Auxiliadora. Los otros son Alianza Jesús por María, Filiación Cordimariana, Hermanas de Schoenstatt, Oblatas y Voluntas Dei.
Los Padres de Scarboro y los Misioneros de Burgos son Sociedades Misioneras y las Teresianas son una Institución Internacional. Estos grupos llegaron a nuestro país y han rendido una gran labor misionera y educativa.
CUATRO MIRADAS A LA VIDA CONSAGRADA
Una vez recorrido este “pequeño mapa” de la Vida Consagrada en nuestro país, sería bueno hacer algunas consideraciones que pueden resultar interesantes.
I. ¿Cómo fueron llegando?
Lo primero es cómo fueron llegando poco a poco a lo largo del siglo XX y primera década del siglo XXI.
En la primera década llegaron solamente dos grupos: los Capuchinos en 1909 de Sevilla y las Mercedarias en 1910 de Granada, España.
En la segunda década llegaron tres. Como los anteriores grupos, también llegaron de España: Claretianos, Franciscanas de los SSCC de Antequera y Agustinos Recoletos.
En la tercera década aumentó el número, llegaron cinco: Hermanos de la Salle, Salesianos, Jesuitas, Misioneros del Sagrado Corazón e Hijas de María Auxiliadora. Aquí ya hay un elemento nuevo, ya no vienen todos de España.
En la cuarta década llegaron siete congregaciones, una de hombres y seis de mujeres: Redentoristas, Dominicas de Adrián, Hnas. del Perpetuo Socorro, Misioneras Dominicas del Rosario, Carmelitas Teresas de San José, Carmelitas del Monte Carmelo y las Apostolinas.
En la quinta década hubo un aumento notable. Fue la década del Concordato con la Santa Sede y de la creación de varias diócesis en el país: Santiago, La Vega, San Juan de la Maguana e Higuey.
En esta década llegaron veintiuna congregaciones: Carmelitas de Clausura, Hermanas de los Desamparados, Ángeles Custodios, Hijas de la Caridad, Padres Paúles, Dominicos, Inmaculada Concepción, Oblatas del Stmo. Redentor, Misioneros y Misioneras de los Sagrados Corazones de Mallorca, Siervas de María, Carmelitas Vedrunas, Agustinos, Amigonianos, CICM, Escolapios, Carmelitas Descalzos, Pasionistas, Carmelitas del Sagrado Corazón, Hijas de Jesús y Dominicas del Santísimo Sacramento.
En esta misma década fueron fundadas en el país las Altagracianas, Instituto Secular.
En la sexta y séptima década se redujeron las entradas sensiblemente. En la del sesenta entraron cinco y en la del setenta diez.
La década del sesenta fue una década difícil para la Iglesia dominicana enfrentada al régimen de Trujillo a partir de la muy oportuna carta pastoral que conllevó entre otras cosas, la expulsión de varias congregaciones y trabas de todo tipo a su trabajo. Vino la muerte de Trujillo con una década de inestabilidad: Golpe de Estado, Guerra Civil y el inicio del régimen de los duros doce años del presidente Balaguer.
En esta década del sesenta llegaron las Hospitalarias de Jesús Nazareno, Hospitalarias de San José, Hermanas de los Sagrados Corazones, padres Carmelitas del Monte Carmelo, y los Franciscanos (Frailes Menores OFM), que regresaron en el 62.
En esta década fueron fundadas en el país las Hermanas Misioneras del Corazón de Jesús.
En la década del setenta llegaron nueve Congregaciones: Hermanas Avemarianas, De Amico, Caridad de Halifax, Concepcionistas, Filipenses, Hijas de María, Hijas de los Sagrados Corazones, Monjas Capuchinas, Monjas Salesas y Dominicas del Rosario de Fátima.
Esta es la década de la fundación de las Franciscanas Misioneras y de la refundación de las Hijas de la Altagracia.
Décadas del ochenta y del noventa. Subió significativamente el número de congregaciones religiosas que llegaron al país.
Cuatro acontecimientos importantes pusieron a las Iglesias de Latinoamérica en el centro de atención: el primer viaje de Juan Pablo II, pasando por Santo Domingo, la Conferencia Episcopal de Puebla en el 1979, la celebración del V centenario, y la Conferencia de Santo Domingo en 1992, de nuevo con la presencia del Papa.
Estos acontecimientos influyeron positivamente en la Iglesia dominicana y atrajeron la atención de muchas congregaciones que decidieron fundar en el país.
Veintiséis en la década del ochenta y once en la década del noventa.
En los ochenta llegaron la Orden Cisterciense, las Scalabrinianas, Operarias del Sagrado Corazón, Claretianas, Agustinas, Paulinas, Dominicas de Monteils, Hermanas de la Presentación, Padres Micaelitas, Eudistas, Adoratrices, Del Amor de Dios, Buen Pastor, Misioneras de la Caridad de Teresa de Calcuta, Carmelitas Misioneras, Pasionistas, Escolapias, Misioneras del Sagrado Corazón, Terciarias Capuchinas, Josefinas, Juanistas, Lauritas, Hermanas de Santa María, Marianitas, Carmelitas de la Enseñanza y Adoratrices.
Algo novedoso es que muchos de estos grupos no vinieron ya de Europa ni de Norteamérica, sino de América del Sur y de otras partes.
Las doce que llegaron en los años noventa son las Apostólicas del S.C., Briñiolinas de Génova, Claretianas, De las Escuelas Cristianas de Vorselaar, Hijas de san Pablo, Operarias del S.C., Siervas de Jesús, Hermanas de Cristo Crucificado, Catequistas Franciscanas, Canónigos Regulares, Franciscanas Bernardinas y las Dominicanas del Rosario de Monteils.
En la primera década del siglo XXI, según las informaciones que hemos podido obtener, han llegados cinco nuevas congregaciones. Las Hermanas Siervas de Cristo Resucitado, de Nueva York, Las Hermanas Dominicas del Santo Rosario, de Colombia; Las Misioneras del Espíritu Santo, de México, los Hermanitos de Santa Teresita del Niño Jesús, de Haití y los padres Somascos, de América Central.
También conviene valorar que hay una media docena de nuevas fundaciones en el país, en proceso de maduración y crecimiento, entre otras Las Hijas de la Misericordia, Misioneras del Padre Fantino, Hermanas del Amor Trinitario y varios grupos de Espiritualidad Franciscana.
II. ¿A través de quienes vinieron a nuestro país? ¿Cómo llegaron aquí?
Una tercera parte de estas Congregaciones llegaron por invitación de algún Obispo del país, desde Mons. Nouel hasta hoy. En tiempos del Arzobispo Meriño, predecesor de Nouel, fue nula la entrada de congregaciones religiosas. Tanto los Capuchinos como las Mercedarias, las Franciscanas, los Eudistas y los Claretianos que vinieron para dirigir el Seminario, fueron invitados por Monseñor Nouel.
Otra tercera parte de estas congregaciones vinieron al país animadas e invitadas por otras congregaciones religiosas, especialmente masculinas, que ya estaban en el país, y que veían la necesidad del aporte femenino en la pastoral dominicana. Los Salesianos, por ejemplo, invitaron a las Salesianas, los Jesuitas a las Apostolinas, Las Hijas de la Caridad a los Paules, etc.
La otra tercera parte vino espontáneamente, por su propia decisión, de venir a ofrecer su colaboración en una Iglesia que necesitaba mucha mano de obra. Es el caso, para poner un ejemplo, de los Misioneros del Sagrado Corazón (msc). De Canadá, la congregación envió en 1935 dos emisarios msc, que recorrieron el Caribe mirando las necesidades y concluyeron que la Iglesia más necesitada era, en ese entonces, la de nuestro país.
Algunas vinieron invitadas por uno que otro laico que las conoció en otro país y quiso que vinieran aquí. Es el caso de las Hermanas Carmelitas del Monte Carmelo, invitadas por un grupo de damas de Baní y también es el caso de los Padres Escolapios que vinieron por insinuación del que era en ese entonces embajador dominicano en Managua, Nicaragua.
Algunos también vinieron invitados por el gobierno dominicano, para una obra particular: Dominicanizar la frontera, para abrir una Escuela Técnica en la parte alta de Santo Domingo, o atender el Reformatorio de San Cristóbal. Fue el caso de los Jesuitas, los Salesianos y los Amigonianos.
Algunas Congregaciones españolas que trabajaban en Puerto Rico, tenían problemas de visado, pues se veían obligadas a salir del país y viajar a España cuando se les vencía la visa. Empezaron entonces a venir por un breve tiempo a Santo Domingo. El Gobierno dominicano les dio facilidades y terminó invitándolas a radicarse en el país. Es así como vinieron a nuestro país. Por poner dos ejemplos, las Hermanas de la Caridad de San Vicente y las de los Ángeles Custodios. ¡Dios se sirve de todo para hacer su obra!
En las últimas dos décadas han llegado al país algunas Congregaciones que querían trabajar a la vez en Haití. Es el caso de las Dominicas de Monteils, las Juanistas, los Padres Somascos y las Hermanas Lauritas.
III. ¿Cómo se fue distribuyendo el personal de la Vida Consagrada?
Se juntaron dos elementos interesantes. Por un lado las congregaciones llegaban, en general, abiertas y dispuestas a ir donde se les necesitara, y por otro lado Mons. Pittini que fue Arzobispo del país desde los años 30 hasta 1960, fue un pastor con una gran visión: estuvo atento a ir enviando a las congregaciones que llegaban, a las ciudades y a los pueblos del interior que no tenían presencia de Vida Consagrada.
Esto tuvo como resultado que no se acumularan en la ciudad capital como estaba sucediendo en otros países del área y que pueblos como Barahona, San Juan de la Maguana, Neyba, Baní, La Romana, Hato Mayor, Monte Plata, Monte Cristi, Dajabón, Nagua, Sánchez, Samaná, Sabana de la Mar, Miches, etc. empezaron a contar con una presencia de Vida Consagrada. Dinámica que han seguido los obispos dominicanos, animando especialmente a las mujeres consagradas a estar presentes en lugares apartados: Pedro Santana, Pedernales, Hondo Valle, Cotuí, Cevicos, Guayubín, Elías Piña, Villa Vázquez…
Las casi 500 comunidades y centros de la Vida Consagrada están esparcidos por todo el país y tienen mucho que ver con el crecimiento en la Iglesia dominicana, en los últimos 100 años. Tanto el Arzobispo Nouel en la primera década del siglo XX, como el Arzobispo Beras eb los años 40 al hablar de su arquidiócesis de Santo Domingo hablan de la “cenicienta del Caribe” o de la “Iglesia más pobre de América Latina”. ¡Qué esforzado y brillante camino recorrido!
IV. Espiritualidad y Carismas
La espiritualidad de diversas familias religiosas ha ido enriqueciendo en diversos ámbitos nuestras obras apostólicas. Cada espiritualidad es una síntesis de ese don con que el Espíritu embellece a la Iglesia y ofrece a sus hijas y a sus hijos diversos caminos de santidad.
Lo común de las espiritualidades de los grupos de consagrados es el seguimiento radical a Cristo, la pasión por el anuncio del Reino y ese abanico de servicios a los hermanos en el mundo y en la Iglesia. La llegada de cada Instituto a nuestro país fue como la invitación de Pablo a Timoteo: “Reaviva el don de Dios que hay en ti”.
Es muy difícil hasta enumerar, una por una, la espiritualidad de los Institutos de Vida Consagrada que enriquecen nuestra iglesia local. Podemos intentar enumerar algunas, sabiendo que quedaremos insatisfechos al no poder mostrarlas todas. Hay nuevas espiritualidades, como la de Carlos de Foucauld, para poner un ejemplo, que tantos frutos están dando, entre los hombres y mujeres de nuestro tiempo.
La espiritualidad franciscana con sus rasgos más peculiares: la pobreza, la humildad, la alegría, el amor por la naturaleza, su visión cristiana de la ecología.
La espiritualidad salesiana con su acceso a Cristo que pasa a través de los jóvenes. Los jóvenes, nos dicen los salesianos, son el lugar y la razón de nuestra experiencia cristiana sobre todo “jóvenes pobres, abandonados y en peligro”. Esta espiritualidad se expresa en la Iglesia a través de los numerosos grupos que constituyen la familia salesiana caracterizada por el ambiente de familia.
La espiritualidad carmelitana con su eje central en la humanidad de Cristo y la importancia de María, la Madre del Carmelo, guiados por el profeta Elías, la gran Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz.
La espiritualidad mercedaria. La Orden y la congregación de la Merced ha mantenido una actitud de atención constante por los cautivos y por su liberación. Su espiritualidad hace tomar conciencia de las nuevas cautividades y se siente convocada a ser redentora donde el ser humano no se siente enteramente libre y su fe tambalea.
La espiritualidad benedictina la tenemos entre nosotros a través de la presencia de los monjes cistercienses en Jarabacoa. El monasterio benedictino es “una escuela del servicio divino”. La Regla Benedictina es muy humana y por eso sigue siendo después de tantos siglos una norma de vida en nuestros días. Una guía de fe cristina en el día a día, en familia laboral y de compromiso social.
Tres rasgos distinguen la espiritualidad benedictina: fuerte centralidad en Cristo, la vida comunitaria en el amor fraterno y el servicio mutuo. A esto se añade la acogida de los que se acercan al monasterio. La hospitalidad es característica de la espiritualidad benedictina.
La espiritualidad ignaciana que ha ido llegando a nuestro pueblo en una pedagogía espiritual a través de los ejercicios espirituales, ofrecidos a toda persona que quiera avanzar en el encuentro con Dios para conocer su voluntad y hacerse disponible. Cuatro son los elementos importantes en la espiritualidad ignaciana: Cristocentrismo, misión, discernimiento y experiencia de Dios en medio del mundo. Ignacio nos ha enseñado, a través de la Compañía de Jesús, a encontrar a Dios en medio del mundo.
La espiritualidad de san Vicenciana. Además de las Hijas de la caridad y los Padres Paúles son incontables los miembros de la Asociación de la Medalla Milagrosa o la Sociedad de San Vicente de Paúl. El Cristo de Vicente es el evangelizador de los pobres. Vicente ve a Cristo actuando, predicando, moviéndose en medio de su pueblo. Evangelizar a los pobres es lo que mueve a Vicente. Sabio e inventivo fue san Vicente al fundar las Hijas de la Caridad y los Padres Paúles, con un estilo nuevo en la Vida Consagrada, que gracias a Dios les fue aprobado por la Iglesia.
La espiritualidad dominica. Para conocer la espiritualidad de los dominicos y dominicas, hay que conocer a Santo Domingo de Guzmán y los excelentes frutos de su forma de vida cristiana, como Santo Tomás de Aquino, Santa Catalina de Siena y nuestros frailes del comienzo de la colonia, nuestros padres en la fe con su Sermón de Adviento y su estilo de vida consecuente: Fray Pedro de Córdoba, Fray Antón de Montesinos y otros como Vicente Rubio y Juan Manuel Pérez.
La espiritualidad del Corazón.Una larga decena de congregaciones de las que han ido llegando a nuestro país, tanto masculinas como femeninas, viven de esta espiritualidad del corazón humano, del corazón traspasado de Jesús que nos comunica su vocación de Misionero del Padre.
Rara vez en la historia de la Iglesia, un símbolo religioso ha suscitado tanta adhesión. Es a la vez, una devoción intima que evoca el llamado permanente a la interioridad. Es también culto popular, que no es propiedad de ningún grupo o Congregación Religiosa en particular. Es como la fuente de agua de un pueblo, a la que todos tienen derecho. Y es sobre todo, una espiritualidad, una vía, un camino que conduce sin perderse, al centro de la revelación cristiana.
¿Qué hay de más central que el corazón, que señala a la vez lo más íntimo y la fuente de los pensamientos y de los sentimientos? ¿Qué más universal que el amor que se hizo prójimo de todos y de cada uno? Pablo, que canta inspirado “lo largo, lo ancho y lo profundo del amor de Cristo”, termina diciendo: “Él me amó y se entregó por mí”.
Hay una palabra que reúne y resume toda la riqueza del mismo cristiano: Corazón de Jesús. Juan Pablo II puso de relieve una segunda palabra: ¡Misericordia! Palabra que, según él, era la más adecuada para traducir, a los oídos de la humanidad de hoy, la expresión: Corazón de Jesús.
La espiritualidad claretiana. Un hijo del inmaculado Corazón de María es un hombre que arde en caridad y que abraza por donde pasa…nada le arredra, se goza en las privaciones, aborda los trabajos, abraza los sacrificios, se complace en las calumnias y tormentos que sufre (Constituciones Claretianas Art. 9).
La espiritualidad De la Salle. La Salle dirá que el espíritu de su Instituto es en primer lugar el espíritu de fe que debe mover a los que lo componen, a no mirar nada sino con los ojos de la fe. A no hacer nada sino con la mirada puesta en Dios.
La espiritualidad De la Salle se mide por la “contemplación de Dios para la misión educativa” y desde la misión educativa hacia Dios. El espíritu de asociación es importante en la espiritualidad De la Salle que nació con un sentido de cohesión, disponibilidad, esfuerzo y corresponsabilidad mutuas.
Quedan sin mencionar, muchísimas más. ¡Qué riqueza!
Hasta aquí, lo que pudimos lograr con una sencilla y breve investigación sobre la Vida Consagrada actual en República Dominicana.
P. Darío Taveras msc
15 de enero de 2015
FUENTE: Conferencia Episcopal de República Dominicana