En su libro « Todo amor verdadero es indisoluble», el obispo de Orán en Argelia, Monseñor Jean-Paul Vesco OP, afirma que la Iglesia puede cambiar la disciplina acerca de los divorciados vueltos a casar sin poner en cuestión la doctrina de la indisolubilidad del matrimonio, antes bien con ello la honraría mejor.
► ¿Por qué haber escrito un libro acerca de los divorciados que se vuelven a casar?
◙ Mons. Vesco. La disciplina de la Iglesia acerca de los divorciados vueltos a casar me hiere, es más, me subleva desde hace mucho por la violencia inútil que inflige a estas personas, sin ponderar en absoluto su situación personal.
Sufro también por el mal que esta disposición causa a la imagen de la Iglesia, porque es del orden del anti-testimonio. No se trata, pienso, de poner en tela de juicio la indisolubilidad del matrimonio sacramental. Este es la concretización más excelente del proyecto de Dios para el hombre y la mujer.
Considero, sin embargo, que la doctrina clásica sobre el matrimonio autoriza otra disciplina en el caso de volver a casarse. La disciplina actual, que priva a quienes se vuelven a casar del sacramento de la reconciliación y de la eucaristía, no es respetada prácticamente por nadie. Conozco poquísimos padres de familia, cuyos hijos se divorciaron, que recen para que no vuelvan a casarse.
Algunas personas, por fidelidad al primer «Sí» que pronunciaron, deciden no volver a casarse. Está muy bien que la Iglesia anime a escoger el celibato porque representa un signo magnífico de la indisolubilidad del amor. Pero esto corresponde a un llamado personal y no puede ser el camino único impuesto desde fuera.
Comprometerse en una nueva alianza después del fracaso de un primer matrimonio, no implica renunciar al llamado a la santidad de todo bautizado. No se puede cerrar todas las puertas después de un primer matrimonio, so pena de absolutizar, es más, de ideologizar la indisolubilidad del matrimonio. En nombre de dicha indisolubilidad, la Iglesia no tiene el poder de exigir separarse a unas personas que han sellado una segunda alianza en fidelidad.
► ¿Pero con esto no se corre el riesgo de desanimar a quienes buscan permanecer fieles a su primera alianza?
◙ J.-P. Vesco. La Iglesia reconoce, en Familiaris consortio no 83, que un matrimonio puede fracasar, que vale más a veces romper una alianza y que se puede ser inocente en esta separación.
La Iglesia dice también que conviene distinguir las responsabilidades, pero no saca las conclusiones de esta distinción. Asimila a un adulterio cualquier relación después de un divorcio. Considero que estas palabras son terribles. Una doctrina verdadera no puede estar en contradicción con la verdad de las personas.
► Al adoptar esta posición entre los dos Sínodos de la familia, ¿no teme Usted agravar la confusión y focalizar el debate en la sola cuestión de los divorciados vueltos a casar?
◙ J.-P. Vesco. En verdad, este libro no debería haber sido escrito nunca porque la Iglesia desde hace mucho no debería tratar como adúlteras a las personas que son fieles por muchos años a una segunda alianza, y ello en nombre de Cristo.
► ¿Como obispo no tiene Usted temor de participar en alguna forma de oposición en la Iglesia?
◙ J.-P. Vesco. Lo que me da miedo es ser instrumentalizado por quienes juzgan que la Iglesia es retrógrada. Pero yo me sitúo totalmente al interior de la Iglesia. Lo que me subleva es ver a la Iglesia ultrajada, caricaturizada a propósito de esta cuestión.
Me estoy situando en el debate abierto por el propio papa Francisco, al enviar un cuestionario a todos los bautizados. En virtud de la solidaridad sinodal, contribuyo al debate con algunos elementos. El papa plantea unas preguntas, yo las respondo.
► ¿Qué espera Usted del próximo Sínodo?
◙ J.-P. Vesco. Querría que la Iglesia pudiera otorgar a los ministros de la reconciliación la autorización de permitir que algunas personas se hagan cargo de su pasado, que consideren las razones de su ruptura, que examinen su responsabilidad, con el fin de que puedan pedir perdón por este quiebre. No es un derecho al perdón, sino un derecho a poder pedir perdón.
► ¿Pero al cambiar la disciplina, no pone Usted en tela de juicio la doctrina de la Iglesia?
◙ J.-P. Vesco. Nadie está poniendo en tela de juicio la doctrina de la indisolubilidad. Las personas que sufren por no poder comulgar, sufren precisamente porque creen en ella.
Pero la indisolubilidad no puede quedar reducida al matrimonio sacramental. El sacramento es una consagración de la indisolubilidad de un amor verdadero entre un hombre y una mujer. Este amor es el signo de una realidad más elevada, y es también infinitamente fuerte y frágil.
Que se subraye este signo al decir que uno se casa solamente una vez, está muy bien; pero que, además, no se permita acceder al sacramento de la reconciliación, esto ya viene a ser una doctrina agobiante, lo cual no es justo. Pero yo creo que la doctrina es justa. Entonces, es la manera nuestra de entenderla lo que no es justo.
Pienso, además, que se puede cambiar la disciplina justamente para honrar mejor la doctrina. Si hay algo en mis opiniones que ponga en tela de juicio la esencia de la fe, entonces me retractaré y pediré perdón. Pero que me lo expliquen, porque hasta hoy yo no lo entiendo.
◙ Reportado por Bruno Brevet y Céline Hoyeau. Traducción de Francisco Quijano OP. Publicado en La Croix el 2 de marzo de 2015
Fuente: op.org