(Por: Hna. Mónica Terrazas, O.P) Con mucha alegría les puedo compartir que Su Santidad Francisco , logro sacar “ a flote” lo que hay de bueno, amable y recto de aquellos que queríamos recibirle, pero también de los que no querían.
Y es que desde el momento en que supimos de su posible visita a Ciudad de Juárez, nos parecía imposible pensar que pudiéramos ser testigos de tan gran acontecimiento, sobre todo porque nuestra ciudad está enmarcada de un sinnúmero de experiencias dolorosas , estragos que aún están latentes a causa de la ola de violencia e impunidad que azoto más fuerte hace cinco años y que aún no se ha ido del todo, sigue cobrando víctimas de diversas formas.
Nuestra frontera ha sido por ello, etiquetada y estigmatizada a nivel internacional como una de las más violentas, no muchos quieren mirar para acá, he ahí la bendición de sabernos mirados por Cristo, en la persona del Papa Francisco, su presencia, ha sido para este pueblo, como el aire fresco y sus palabras como el agua limpia en las bocas resecas de un pueblo migrante que recién atraviesa el desierto.
He tenido la oportunidad de conversar con hermanas y demás personas que presenciaron la visita de una u otra manera, ya sea esperándolo en las calles, en los estadios, en la Misa o por televisión y me he encontrado con diferentes expresiones de agradecimiento con Dios por la oportunidad de escuchar el mensaje de esperanza y fe que vino a renovar y a dar más ánimo para salir al encuentro del otro.
Me he maravillado al recibir el mensaje de una persona que me compartió su experiencia de reconciliación entre sus hijos a raíz de la oportunidad de asistir a la Misa con el Papa, saber de un enfermo que asegura haber sido sanado después de recibir la bendición del Santo Padre y ahora está dispuesto a documentarlo con estudios médicos, alguien considerando la posibilidad de perdonar a su ofensor.
Pero lo más impresionante fue ser testigo de la generosidad de varias familias pobres que gastaron lo poco que tenían para preparar alimentos para los peregrinos, abrir las puertas de su casa para que descansaran un poco o prestarles algún servicio, esto último en un contexto cualquiera no tendría mucho de extraordinario, sin embargo estamos hablando de una de las ciudades más violentas donde se supone que la gente no confía en nadie y ni pensar que pueda dejar entrar extraños a su casa, fue como si de pronto hubiéramos tomado conciencia de la propia bondad y de la bondad de los demás.
Quiero compartir con ustedes un pequeño fragmento del testimonio de una mujer interna en la cárcel de nuestra ciudad que experimentó en la visita del Papa, una caricia de la Misericordia de Dios, como ella misma lo expresó:
“El día que me dieron mi sentencia alguien me dijo, ya no te preguntes más “¿Por qué estás aquí?” Mejor pregúntate “¿Para qué estás aquí?” Un día me encontraba triste de saberme lejos de casa sin mi hija ni mi familia y en mi interior pensé: “Yo acepto tu voluntad, Señor” y le dije: “Señor, sólo déjame ver que tus planes son mejores que los míos. Y fue justo entonces cuando encontré la respuesta de “¿Para qué estoy aquí? Évila Quintana Molina .Testimonio de interna en el Centro de Rehabilitación Social (CERESO n°3). Miércoles 17 de febrero de 2016 . video: http://bit.ly/1qllfj2
Ella expresó que la visita del Santo Padre era uno de los más importantes “para qué” y el ayudar a otros con su testimonio, reconoce que de no estar en las actuales circunstancias, no hubiera contado con la oportunidad de recibir tan grande bendición. Seguramente esa actitud es fruto de la gracia recibida a través de la predicación de alguien que ha dejado su comodidad para salir en busca de esas hermanas y hermanos nuestros que anhelan un mejor destino.
Como dominica, me siento comprometida a seguir creyendo en la fuerza de la Palabra, es mentira que la gente ya no quiere escuchar, creer eso nos puede llevar al silencio y la pasividad total, mientras muchos mueren de hambre y sed de Dios, incluso nosotras mismas, pude comprobarlo al ver a mis hermanas de todas las edades y a esas multitudes haciendo tantos sacrificios para estar un poco cerca y recibir el mensaje del peregrino de la Misericordia y de la paz.
No cabe duda que Su Santidad Francisco es un verdadero profeta de nuestros tiempos, que anuncia la paz y denuncia claramente y sin miedo lo que denigra al ser humano, que nos trae el mensaje de la misericordia y la cercanía de Dios con su pueblo, que despierta conciencias dormidas, que sufre, ríe, canta y camina con su pueblo.
El finalizó su homilía solicitándonos que pidiéramos a Dios en silencio “Don de las lágrimas capaces de abrir los corazones y curar la indiferencia ante el dolor ajeno”, así lo vivió nuestro Padre Santo Domingo, como familia dominicana podríamos pedirlo nuevamente en el marco del Jubileo del Orden de Predicadores y que esas lágrimas se traduzcan en acciones concretas que nos lleven a ponernos una vez más en camino, para seguir predicando y testimoniando la alegría del Evangelio.
Hna. Mónica Terrazas, O.P – Dominica de la Doctrina Cristiana