(Por: fray Héctor Herrera OP) El año 1966 marca el inicio de la presencia de las Hermanas Dominicas de las Fuentes, hoy Dominicas de la Paz. Apoyaban el trabajo de los frailes misioneros Dominicos de la Provincia de San José. Y posteriormente a la provincia San Juan Bautista de Perú.
Llegan a San José Obrero, las primeras dominicas. Recuerdo a las hermanas Edwina, Catalina Allen, Dorothy Lemon. Luego fui conociendo a las Hermanas Anunciata Chen, Adela, Malya, Paulette, Mariana, Johana, Carolina, Elena Sauce, Susan, Manuela, primera vocación peruana.
En 1969, conocí a fray Agustín Evans. La hermana Catalina, dirigía el Centro de Educación Inicial, San José Obrero. Trabajaba mucho la catequesis en las escuelas. Me invitaron a enseñar en la Escuela República Peruana. Había mucha actividad en la parroquia.
Hermanas y hermanos era una sola familia. Me gustaba mucho ese espíritu de fraternidad. Los hermanos iban a jugar las cartas. Luego vendría el trabajo pastoral en conjunto, con las hermanas Paulette, Anunciata, Dorothy, Mariana, Carolina. Había una generosidad y entrega generosa, como lo hacía Joanna en la enseñanza y promoción de las mujeres con los talleres de costura y pintura. Lo mismo Margarita y Apoline. Susan Leslie.
Su inserción en el mundo de los pobres es un testimonio de vida, como fieles seguidoras de Santo Domingo.
Después del 31 de mayo de 1970, con el terremoto cambió todo. Las obras físicas cayeron. Pero nació un espíritu de ternura, compasión y acercamiento de acompañamiento al mundo de los pobres, a quienes alentaban a caminar y seguir adelante.
Es la fuerza de la reconstrucción interior y activa en un apostolado fecundo, como diría Domingo: “el trigo disperso da mucho fruto”. El trabajo compartido, nos hacía sentir siempre la alegría de seguir adelante. Se formó el centro de educación especial, en la Parroquia San José Obrero, en el terreno de las hermanas, donde antes hubo un edificio que cayó. Luego conseguiría Fr. Agustín, un terreno en el sur de la ciudad, donde actualmente se ubica Fe y Alegría, en el barrio San Juan.
La presencia de las Hermanas Dominicas de la Paz ha sido fecunda en las obras que los hermanos frailes habían iniciado en la Comisión de Justicia Social, en la Pastoral bíblica, iniciada por la hermana Patricia de Santa Cruz, en el Centro de Comunicación Social CECOPROS Santo Domingo, iniciado por fray Héctor, y con la hábil conducción de la hermana Carolina, continuó ese trabajo con los campesinos del valle de Santa y Nepeña, jóvenes, comunicadores y maestros. Además ella estuvo en los inicios del lanzamiento y fundación de Radio Santo Domingo.
¿Cómo no agradecer a Dios por el trabajo e inserción pastoral en medio del mundo de los pobres, de estas hermanas misioneras que marcaron la huella de Jesús en las familias, jóvenes, pobres, enfermos, parroquias, arte, pintura, coros, terapias y necesitados?
La asistencia en las postas médicas del barrio San Pedro, comedores, talleres de promoción de la mujer, catequesis familiar, biblia, centro de Medicina Complementaria “Benvin Sansbury”, promoción de jóvenes en el estudio y en sus habilidades de la pintura, canto, en la enseñanza, son signos y testimonio de la itinerancia evangélica y dominicana. Su sencillez y donación a la gente son el mejor testimonio profético de su presencia en estos cincuenta años. ¡Gracias hermanas Dominicas de la Paz!