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Misioneras Dominicas del Rosario: testimonio de hermana Blandina

BlandinaTameliaComienzo mi compartir cantando la canción “Dios me ha dado hermanas, un regalo para mi debilidad, porque el Reino no se vive a solas, se construye en comunidad…” Porque expresan lo que he ido experimentando durante los pocos años, sólo 23, dentro de los 100 que celebramos.

Me hicieron una pregunta: ¿Qué significa para ti la celebración del Centenario de nuestra Congregación de Misioneras Dominicas del Rosario?

Significa para mí, en primer lugar, lo que cantaba inicialmente, porque gracias al compartir la vida en comunidad, he sentido una gran ayuda para crecer en muchos aspectos y, a veces, con equívocos, confrontaciones y lucha interior para morir a mi “yo” y aceptar con serenidad lo diferente.

La convivencia comunitaria es una llamada constante a vivir una integración de mi ser, en donde puedo armonizar – sonidos diferentes, aspectos diferentes, factores diferentes, porque uniendo todo, incluso escuchando sonidos desafinados, conflictos, sufrimientos, situaciones difíciles, durante el camino, incluso así, podemos vivir en armonía, somos llamadas a construir el Reino con ternura, compasión, comprensión, con valentía y perseverancia. Este deseo lo llevo y llevamos dentro de cada una de nosotras, aunque cueste a veces concretizarlo.

En segundo lugar, me gustaría servirme de las palabras del Papa Francisco, dirigidas a los/as consagrados/as en el Año de la Vida Consagrada, “Mirar el pasado con gratitud, vivir el presente con pasión y abrazar el futuro con esperanza”

Mirar el pasado con gratitud. Agradecer a la Congregación por tantas oportunidades que me ofreció, realmente, recibí tanto que a veces me parece que no lo merecería. Fueron oportunidades que en general fortalecieron mi identidad y el sentido de pertenencia a la Congregación. Cada día, cada año, cada tiempo veo nuestra Congregación como un tesoro escondido, inagotable, que nos va ofreciendo cosas nuevas. Mirando la vida de nuestros Fundadores: Madre Ascensión Nicol y Mons. Ramón Zubieta, nuestras mártires del Congo y la vida de tantas hermanas que dejaron sus huellas, como fieles seguidoras del proyecto de Jesús, un mirar nuestras raíces es siempre motivo para mirar el presente con pasión.

No hay motivo para lamentar limitaciones, sino aprovecharlas como oportunidades para el crecimiento, como dice el autor Carlos Cabarrús:

“La búsqueda y el encuentro del pozo y del manantial son una “via vitae” – camino hacia la vida – (contrapuesta a la “via crucis”), como un camino de resurrección, completando así – con la búsqueda y el encuentro de la herida (causadas a lo largo de nuestra historia personal y comunitaria), la muerte que lleva a la vida”.

Agradecer a la Vicaria de Mozambique, a nuestras Hermanas del Consejo Provincial y al Consejo General que en 2015, me ofrecieron una oportunidad muy especial e inolvidable, un tiempo de renovación, Año Sabático, en Guatemala, donde estuve 4 meses en el Instituto Centro Americano de Espiritualidad de los Jesuitas y otros cinco meses tan ricos, que compartí con nuestras hermanas de la Provincia de San José, en Guatemala, que me hicieron regresar a las fuentes de mi vocación con más entusiasmo, para estar más agarrada a Jesús y comprometerme cada vez más con la causa del Reino de Dios.

Este tiempo de Jubileo, es tiempo de gracia, tiempo para parar y reflexionar para pensar sobre cómo estamos comprometidas con los nuevos Maldonados. Y la reflexión no puede servir de tristeza por las limitaciones sino debe empujarnos con más entusiasmo e coraje para cargar nuestro cántaro de agua y andar al encuentro de nuevos Maldonados.
Mi abrazo fraterno va para todas las hermanas de la Congregación. Deseo para todas y cada una, que la apertura del jubileo, sea un tiempo de felicidad, y esté lleno de gozo y alegría.

Fuente: misionerasdominicas.org

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