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Falleció Frei Henri des Roziers OP: luchador incansable por los Derechos Humanos

Falleció Frei Henri des Roziers OPA los 87 años de edad murió, en París, el Domingo 26 de noviembre, Frei Henri des Roziers OP, luchador incansable por el respeto de los Derechos Humanos. La Coordinación de la Comisión Dominicana de Justicia y Paz de Brasil, lo despidió con un sentido In Memorian que reproducimos.

Nos unimos a las oraciones por su descanso eterno y el consuelo de sus seres queridos y encomendamos su alma al Señor por la intercesión de nuestro Padre Santo Domingo. Q.E.P.D.

MUERE FREI HENRI, UN “LAS CASAS” DE NUESTROS DÍAS

Hemos recibido hoy, con pesar, la noticia de la muerte de Frei Henri des Roziers, fraile dominicano que trabajó casi 40 años en el combate al trabajo esclavo, en la lucha por la reforma agraria y por los derechos humanos en Brasil. Henri se murió en París, en el Convento donde ha pasado los últimos 4 años de su vida, con salud frágil, una atención plena y una alegría envidiable. La fuente de inspiración de una gran cantidad de personas, Henri ha reunido a su lado a un centenar de gente que conspira y se inspira conjuntamente, que se encuentra alrededor de la vida de ese hombre que hizo de sus actos individuales, los gestos colectivos de lucha y de resistencia. Su vida ha sido siempre una vida política. Y esa fue la invitación que él dirigió a todos y todas. Y para ello, mostraba el camino que él mismo había seguido: las grandes utopías de la libertad, la radical experiencia de la fe encarnada vivida por personas como Antonio Montesino y, principalmente, Bartolomé de Las Casas, cuya inspiración Henri encarnó vivamente a lo largo de la vida: “Yo intenté vivir como él”, había confesado en las páginas finales del libro biográfico Comme une rage de Justice (Como una rabia de Justicia), publicado en Francia, el año de 2016, por la Editora Le Cerf (previsto para ser lanzado en breve, en Brasil).

Henri es miembro de la COMISIÓN DOMINICANA DE JUSTICIA Y PAZ DE BRASIL. Más que eso: fue uno de sus idealizadores. Entre nosotros, él insistía en la importancia de la estrategia y de la articulación. Fue, por eso, un constructor de puentes, cuyo cemento era la esperanza en la lucha por la justicia. En esa tarea, unió mundos aparentemente incomunicables. Él hizo al estudiante francés de Sorbona de mayo del 68 encontrarse con el sin tierra del sur de Pará; hizo que los jóvenes Katangais compartieran sus destinos con los jóvenes víctimas del trabajo esclavo de Amazonía; que los abogados de Haute-Savoie sirvieran de ejemplo para los abogados del norte de Brasil; que los frailes franceses se vieran en Tito de Alencar y en los jóvenes frailes brasileños que luchaban contra la dictadura; que el humanismo cristiano se encontrara con la teología de la liberación; que Congar, Chenu y el Cardenal Arns se sentaran a la misma mesa; que el Centro Saint-Yves y la CPT se reconocieran recíprocamente; que la autoridad jurídica del abogado se uniera, al final, a la autoridad moral del religioso; que el derecho se encontrara, después de todo, con los pobres. Así, Henri vivió su vocación al extremo y dio sentido a su vida como pocos lo lograron. A su cepa pertenece gente como Tito de Alencar, Tomás Balduino, Lilia Azevedo y Sor Revy, entre otros hermanos y hermanas que se inspiraron mutuamente.

Fue con palabras envueltas por un acento francés y con ropas rotas, que él frecuentó tribunales para defender a las gentes sin defensa contra la impunidad. Abogado de las causas de la tierra, él conocía de cerca a las víctimas y sus dolores. Hizo de eso su estrategia de lucha y nunca se ha desmoronado ante las muchas amenazas que había sufrido. Al contrario, cada vez que su nombre aparecía en las listas de los marcados para morir, la luz de sus ojos pequeños brillaba con más fuerza. Y era esa fuente de luz que animaba a quien estaba a su lado.

Henri se ha muerto en la habitación del Convento Saint Jacques, donde está la famosa biblioteca de los Chorones (visitada por Foucault y tantos otros) en Paris, delante de la ventana, por donde se extendía un árbol frondoso, cuyas hojas doradas él no se cansaba de contemplar y que venían suavemente a morir contra el cristal de la habitación. Aquel árbol otoñal parecía que predecía el destino del hombre que, en el otoño de la vida, se marchitaba como las hojas. Pero como ellas, también había declinado con belleza, tornándose fertilizante de otras vidas. Como aquel árbol, la vida de Henri se prolongó en sus abonos. A quién queda, quedan otras estaciones, vitalidades y decaimientos. Para homenajeársele seguiremos contemplando los árboles, atentos a las estaciones, cuidando del tiempo que es nuestro. Aunque una parte de nosotros muera con Henri hoy, otra con él se rejuvenece. En silencio, ojos mareados, cosecharemos los frutos y las buenas semillas del mundo que hay de venir. Henri estará con nosotros. Aquel árbol fue su última lección.

Coordinación de la Comisión Dominicana de Justicia y Paz de Brasil

Fuente: op.org

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