1. La Conferencia de Religiosas y Religiosos del Perú, representada por sus superiores reunidos en asamblea anual, manifestamos nuestra alegría por la próxima visita del Papa Francisco y nos preparamos para recibirlo con entusiasmo, impulsando el mensaje de unidad y esperanza que trae a nuestro país y a nuestra Iglesia.
Asimismo, reiteramos nuestro pleno compromiso por contribuir a la renovación eclesial que el Papa viene promoviendo, fortaleciendo nuestro ser testigos del amor misericordioso de Dios, Padre y Madre, por este mundo herido y colaborando en su realización con nuestros pastores y con todo el pueblo de Dios.
2. Nos comprometemos a seguir acompañando la fe de nuestros pueblos y a seguir anunciando la Buena Noticia de Jesús de Nazaret a quienes aún no la han escuchado. Somos conscientes que este compromiso nos exige una profunda conversión de nuestra vida y misión, que nos lleve a abrazar con mayor ardor la opción preferencial por los pobres, la defensa de los descartados por un sistema económico excluyente y la protección y cuidado de menores y personas vulnerables.
3. Queremos impulsar el llamado del Santo Padre en su exhortación apostólica Evangelii Gaudium: “Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación, que coloque a los agentes pastorales en constante actitud de salida y favorezca así la respuesta positiva de todos aquellos a quienes Jesús convoca a su amistad.” (27).
Como vida consagrada inserta en la Iglesia, queremos contribuir a hacer realidad el urgente llamado del Papa de ser una Iglesia en salida hacia el encuentro de la vida, sobre todo allí donde ella está más agredida y amenazada. De manera especial, queremos salir al encuentro de aquellos hermanos nuestros que se ven obligados a dejar su patria para buscar un futuro mejor en otras tierras, recordando que cada forastero que llama a nuestra puerta es ocasión de encuentro con nuestro hermano Jesús (cfr. Mt 25, 35).
4. Asimismo, nos sumamos al llamado por “ampliar los espacios para una presencia femenina más incisiva en la Iglesia”, reconociendo “las reivindicaciones de los legítimos derechos de las mujeres”, la necesidad de superar toda forma de machismo, y haciendo hincapié en el “gran desafío para los pastores y para los teólogos, que podrían ayudar a reconocer mejor lo que esto implica con respecto al posible lugar de la mujer allí donde se toman decisiones importantes, en los diversos ámbitos de la Iglesia” (cfr. Evangelii Gaudium, 103-104).
5. Del mismo modo, valoramos la responsabilidad de los laicos, que nace del Bautismo, en la misión de la Iglesia y reconocemos la necesidad de vencer el excesivo clericalismo en la Iglesia que los mantiene al margen de las decisiones. (cfr. Evangelii Gaudium, 102).
Valoramos también la esperanza que nos dan los jóvenes y su fuerza renovadora en la Iglesia y en la sociedad. Queremos seguir acompañándolos en sus búsquedas y desafíos, abriéndonos a la novedad que nos trae Dios a través de ellos.
6. Renovamos nuestro compromiso de contribuir al cuidado y edificación de la casa común, poniendo en práctica el llamado de la Encíclica Laudato Si’ de promover una ecología integral. Saludamos la convocatoria del Sínodo Panamazónico y, como testigos del amor misericordioso de la Trinidad hacia toda la humanidad y hacia la creación entera, nos comprometemos a trabajar con mayor ahínco en la promoción de una sociedad más justa, en la defensa de los pueblos originarios, amazónicos y de sus culturas y en la protección de sus territorios.
7. Acogemos con júbilo el llamado del Papa Francisco de anunciar el evangelio de la familia,
reconociendo que “la alegría del amor que se vive en las familias es también el júbilo de la Iglesia” y ayudando a las familias cristianas a “valorar los dones del matrimonio y de la familia, y a sostener un amor fuerte y lleno de valores” (Amoris Laetitia, 1, 5).
8. En ese sentido, rechazamos radicalmente la violencia que sufren las mujeres de nuestro país y el atropello constante contra su dignidad. Igualmente repudiamos la situación de esclavitud y de abuso en la que se encuentran tantas, niñas, niños, adolescentes y jóvenes inmersas en el abominable negocio de trata de personas. Ante esta lacerante situación, que afecta a los más pobres y excluidos de nuestro país, denunciamos la indiferencia culpable de muchas autoridades y renovamos nuestro compromiso de defender el derecho a la vida plena de todas las personas, y en especial de las más débiles, proclamando insistentemente su condición inalienable de hijas e hijos de Dios.
9. Rechazamos igualmente la corrupción generalizada en las instituciones públicas, en las agrupaciones políticas y en la ciudadanía en general. En el flagelo de la corrupción reconocemos un signo punzante de la crisis socio-ambiental que denuncia el Papa; por eso nos comprometemos a luchar contra esta lacra social a través de nuestras obras educativas y apostólicas y desde la práctica cotidiana de la integridad ética y la coherencia de vida que la sociedad y la Iglesia espera de todos los que nos declaramos testigos del evangelio.
Imploramos la protección de María, madre y modelo de la evangelización, para que nos ayude a hacer de la Iglesia “una casa para muchos, una madre para todos los pueblos, y haga posible el nacimiento de un mundo nuevo” (Evangelii Gaudium, 288), y le decimos con el Papa Francisco:
Estrella de la nueva evangelización,
ayúdanos a resplandecer en el testimonio de la comunión,
del servicio, de la fe ardiente y generosa,
de la justicia y el amor a los pobres,
para que la alegría del Evangelio
llegue hasta los confines de la tierra
y ninguna periferia se prive de su luz.
Madre del Evangelio viviente,
manantial de alegría para los pequeños,
ruega por nosotros.
Amén. Aleluya.
Lima, 24 de noviembre de 2017.