A menos de tres semanas de la visita del Papa Francisco a Puerto Maldonado, Monseñor David Martínez de Aguirre, obispo del Vicariato Apostólico de Puerto Maldonado, lanza un mensaje potente sobre el significado de la encíclica Laudato Si, el invaluable aporte de los pueblos indígenas a la humanidad y el cuidado del medio ambiente, y reconoce lo mucho que la Iglesia tiene por hacer de cara a los jóvenes.
Entrevista completa:
– ¿Cómo resumiría usted el mensaje que el Papa Francisco expone en la Laudato Si?
En la Laudato Si el Papa nos pone sobre la mesa el problema del planeta, el problema del calentamiento global y el problema del límite al que está llegando nuestra Madre Tierra. Por ello, el Santo Padre ha recogido diversas investigaciones, el pensamiento de científicos, el pensamiento de diferentes activistas, de comunidades indígenas, el pensamiento de la ciudad; ha querido recoger un pensamiento global para poner en evidencia los riegos sobre la explotación a la que estamos sometiendo al planeta. Él nos está dando un mensaje claro de que esta situación tiene una repercusión social importante. El Papa está poniendo el dedo en la llaga, nos está advirtiendo de que existe hoy una crisis socioambiental. Si queremos cuidar el medio ambiente tenemos que trabajar por la justicia social y si queremos vivir en paz tenemos que cuidar el medio ambiente. En este sentido, el Papa recoge el pensamiento de todos y nos devuelve sus enseñanzas sobre estos temas.
El Papa es signo de unidad, eso es lo que significa que nuestra Iglesia sea Católica y Universal; él quiere a toda la humanidad unida en esta batalla por el planeta. El Papa desea que cada uno de nosotros desde nuestra propia espiritualidad, pueda aportar a este cuidado de la Casa Común, teniendo siempre en cuenta una especial atención para con nuestros hermanos más pobres y excluidos.
– A semanas de la visita del Santo Padre y después de haber vivido estos meses trabajando en los preparativos para su llegada, ¿qué espera que deje su visita a Puerto Maldonado?
Unidad, esperanza e ilusión. Ese es mi sueño y estoy seguro que es también el sueño del Papa Francisco. Llenarnos de ilusión, devolvernos la fe, esa esperanza en que con Dios todo lo podemos. Podemos llegar a ser esa humanidad más “humana”, podemos lograr que nuestro planeta sea cada vez más habitable. Es posible vivir de una mejor manera, es posible vivir en armonía todos sintiéndonos hermanos, es posible vivir sin que a nadie le falte lo más necesario. Esa es mi esperanza, que el Papa nos deje un mensaje que nos ayude a poder humanizar más nuestro mundo.
– ¿Cuáles son los sueños de monseñor David?
Sueño con un mundo mejor, con una Iglesia que responda a la misión que Jesús le ha encomendado. Sueño con una Iglesia abierta, ilusionada con la fuerza del Espíritu; una Iglesia acogedora, que transmita la vida y el amor que recibe del mismo Dios. Y sueño con un mundo que acepta este mensaje como un mensaje de esperanza, que lo acepta con respeto por la diversidad. Sueño con un mundo de hermanos, con un mundo en paz.
– Hay una gran expectativa a nivel nacional e internacional sobre el encuentro del Papa Francisco con los representantes de los pueblos indígenas de la Amazonía del Perú y de los países vecinos de Brasil y Bolivia. ¿Cómo se ha venido organizando este encuentro y qué frutos se esperan para dichos pueblos?
Lo primero que se ha hecho es llevar esta convocatoria a los pueblos indígenas, anunciar, contarles que el Papa Francisco está viniendo a verles. Les hemos contado quién es el Papa Francisco, qué significa este personaje en la Iglesia y en la humanidad, cuál es el mensaje que nos está dando el Papa hoy, por qué viene a Puerto Maldonado y por qué quiere tener un encuentro específico con ellos. Ese ha sido la primera labor que hemos realizado en las comunidades, desde la Misión, a los lugares más apartados. Los misioneros han ido explicando y convocando. Hemos tenido también diálogos con las federaciones, con algunas organizaciones indígenas para escucharlas. Luego hemos pasado a un segundo momento de convocatoria, de empezar a generar planillas, de animar, de buscar modos de financiación para llegar, porque una de las dificultades que tienen las comunidades nativas, en su mayoría, es que viven en lugares bastante alejados, a muchos de ellos solo se puede llegar en transporte fluvial que es mucho más caro. Entonces había que organizarse, buscar financiamiento, una vez conseguida esa ayuda y ahora que ya tenemos nuestras planillas, estamos trabajando en la organización de los viajes. No es fácil organizar toda esta logística, pero estamos trabajando con mucha ilusión en todo este proceso.
Lo que esperamos del encuentro con los pueblos indígenas es visibilizarlos. El Papa en su encíclica Laudato Si dice que los pueblos indígenas son minorías que tenemos que tener en cuenta porque nos están dando la posibilidad de buscar otros rumbos a nuestra humanidad, la cual se ha conducido por unos caminos que, en algunos casos, nos están llevando a la crisis socioambiental que ahora padecemos. Los pueblos indígenas nos dan la posibilidad de repensar nuestras relaciones entre nosotros y con la naturaleza. Lo que yo espero de este encuentro es que los pueblos indígenas sean reconocidos como actores importantes que deben sentarse en las mesas de negociación de nuestro mundo, no solo para las políticas que afecten a sus territorios, sino también para las políticas nacionales y a nivel mundial.
– Un sector de la población cree que con la llegada del Papa a Puerto Maldonado se pondrá automáticamente freno a la actividad minera. ¿Qué mensaje puede dar al respecto?
Me ha llegado la preocupación de algunas personas, sobretodo de los hermanos que están viviendo en la zona del corredor minero en La Pampa, la preocupación de que el Papa viene a arrasar con la minería. El Papa no viene a eso, no viene a organizar las actividades productivas del país. El Papa es un pastor, es el líder de la Iglesia Católica, es el sucesor de Pedro y viene a confirmarnos en la fe, viene a traernos un mensaje de esperanza. Es cierto que el Papa está levantando el dedo y está diciendo que hay que escuchar. Nos está animando a todos a que escuchemos el grito de la tierra y el grito de los pobres. Eso sí podríamos decir, el Papa está viniendo a abrirnos los ojos y los oídos para que estemos atentos al grito de la tierra y al grito de los pobres, que es un mismo grito. Y en ese sentido, el Papa va hacer que reflexionemos y nos animemos a nosotros mismos, que busquemos cuál es el mejor modo de responder a este grito que está dando la Madre Tierra y el de tantos hermanos y hermanas que se sienten excluidos y que están buscando un medio para sobrevivir.
En este sentido, quiero decirles a los hermanos que se sienten amenazados por el mensaje que pueda dar el Papa y que temen que pueda tener unas repercusiones sociales que los afecten, que estén atentos al mensaje del Papa y que no dejen que nadie pueda manipularles y que nadie pueda dirigirles en uno o en otro sentido. Vamos a escuchar al Papa y veremos qué de positivo podemos sacar cada uno de nosotros, cómo a partir de ese mensaje vamos a sacar pautas para una mejor manera de vivir, respetando nuestros derechos y deberes sobre la tierra, el techo, el trabajo y sobretodo haciendo que la Madre Tierra se vea respetada y pueda ser un bien para todos.
– ¿Cómo se está articulando la Iglesia para responder al grito de los pobres?
Nos articulamos estando a su lado, al lado de nuestra gente. Nos articulamos en comunidades de fe y de vida, comunidades que preocupadas por la situación del día a día, preocupadas por la situación del campo, por el trabajo, por los problemas de la educación, de la salud, por los problemas de la familia; son iluminadas desde la fe, desde la luz de la Palabra de Dios. Desde la Iglesia estamos en el mundo, nos preocupamos y padecemos los problemas de la sociedad y desde ahí nos articulamos e intentamos dar una respuesta, desde las pequeñas comunidades con sus catequistas, desde la parroquia hasta todo el Vicariato.
– Existe un distanciamiento entre la Iglesia y los jóvenes, esto es algo que pasa no solo en Puerto Maldonado, sino en varias regiones del Perú y de otros países. ¿Cómo concretamente con la visita del Papa la Iglesia de Puerto Maldonado apunta a cambiar esta realidad? Y de lograrlo, ¿cómo se hace para hacer dicho cambio sostenible?
‘Joven’ significa entusiasmo, la venida del Papa es entusiasmo. Cuando los jóvenes escuchan el testimonio de alguien que te da vida, te mantiene en zozobra y que te hace sacar de ti lo mejor que tienes; eso activa, eso llama, eso dinamiza. Yo creo que el Papa tiene ese toque, que sabe llegar al corazón del joven porque sabe rescatar de él lo mejor, sabe descubrir en el joven sus ilusiones, sus esperanzas y les sabe involucrar en la construcción de un mundo mejor, en el cuidado de la Casa Común. Yo tengo la esperanza de que este mensaje del Papa nos ayude a motivar a nuestros jóvenes y que sea para ellos un llamado al compromiso, compromiso con nuestra tierra, con los más pobres.
Y esto será sostenible con mucho esfuerzo, con mucho trabajo y mucha dedicación; con los jóvenes hay que meterse en su mundo, hay que hablar en su idioma, hay que comprenderlos. El Espíritu de Pentecostés hizo que aquellos apóstoles, aquellos discípulos supieran hablar en diferentes idiomas, se necesita también aprender a hablar el idioma de los jóvenes, aprender a escucharlos. Y lo que tenemos que hacer es movilizarnos desde las comunidades, desde las parroquias para estar al lado de ellos; ahora hay que empezar por los más niños, tenemos los grupos de la Infancia Misionera, esos niños que se están ilusionando muchísimo en recibir al Santo Padre, y esos niños que hoy se ilusionan, serán los jóvenes que el día de mañana mantengan esta ilusión.
– El pasado 15 de octubre se anunció una asamblea especial: el Sínodo de obispos para la Amazonía (Sínodo Panamazónico), que se realizará el 2019. ¿Cuáles cree que son los objetivos de esta asamblea y qué beneficios traerá a la población indígena, casi siempre olvidada?
Así como los grandes consorcios organizan estrategias para diseñar las políticas internacionales, las megapolíticas y la solidaridad (a nosotros aún nos cuesta organizarnos como estos grandes consorcios), los sectores de la Iglesia Amazónica, estamos queriendo unificarnos entre nosotros, que nos afiancen en la comunión, que nos ayuden a estudiar la problemática similar que tenemos en los diferentes rincones de la Amazonía y que nos ayuden a buscar soluciones en conjunto, que nos hagan de alguna manera hacer frente a las serias dificultades que están padeciendo las poblaciones más vulnerables de la Amazonía; que como Iglesia nos hagan organizarnos para evangelizar mejor y para poder cumplir esa misión que el mismo Señor no ha encomendado. Es un ámbito de organización, de espiritualidad, de sentirnos en comunión, de sentirnos unidos y de responder mejor al rito y al mandato de Jesús: Vayan y hagan discípulos míos en todos los rincones.
(Tomado de: op.org)