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Hacia un mirar profundo (Liliana Badaloni O.P.)

El apóstol Juan, en su Evangelio, no habla de “milagros” o de “prodigios” cuando transmite aquello que Jesús dijo, hizo o vivió, sino que habla de “signos” porque son gestos que apuntan hacia algo más profundo de lo que pueden ver nuestros ojos. El signo describe a un elemento, fenómeno o acción material que por convención o naturaleza, sirve para representar a otro. El signo da indicio o señales de una determinada cosa; remite a otro plano real que no está presente.

Sí, el Evangelio está compuesto de signos a descifrar; propone signos relacionados a la vida de Jesús, convocándonos a mirar más profundo, a descubrir por dónde pasa la fuerza salvadora de Jesús. Se nos llama a una comprensión contemplativa del texto evangélico; se nos solicita superar la pura literalidad de cada uno de sus relatos, para que logremos ir descubriendo ese ‘algo’ profundo que necesitamos captar para que nuestras vidas transiten el camino del seguimiento que implica el discipulado.

Mirar profundo. A esto estamos llamados. A descubrir lo esencial y vivir desde allí.

En Caná de Galilea, según el evangelio de Juan, hubo una boda en la que Jesús, con la mediación de María, transformó el agua en vino. El primer signo del Evangelio de Juan nos habla de transformación. Y la transformación es el signo del auténtico discipulado. En aquella o aquel que comienza a tener una mirada profunda frente a la persona de Jesús y su propuesta de vida, su consciencia empieza a evolucionar favoreciendo una transformación personal en dirección al bien. Cuando nuestra consciencia despierta y evoluciona nuestra libertad interior, el amor comienza a encarnarse en nuestros gestos, decisiones y búsquedas.

En esa ‘transformación del agua en vino’ que se opera en Caná se nos da la clave de todo discipulado: mirar contemplativamente a Jesús; captar sus signos; dejarnos transformar por Él; ofrecer a los demás los frutos de esa  transformación que invita a “pasar haciendo el bien” (Hechos 10,38). Ofrecer esa transformación en actitudes, palabras y gestos concretos.

Hay muchos signos en la historia personal, familiar y comunitaria de los seres humanos que tendríamos que descifrar, porque en ellos se esconde la posibilidad de una vida mejor. Aprender a descubrir los signos. Mirar los signos descubiertos con profundidad para leer en ellos su hondo mensaje. Necesitamos, los seres humanos, descubrir lo esencial y para descubrir lo esencial, urge leer e interpretar los signos.

¿Es la pandemia un signo? ¿Es la cuarentena una oportunidad? ¿Qué tendríamos que advertir, además de colaborar concretamente para
debilitar los contagios? ¿En qué puede ayudarnos la cuarentena? Desde la situación de pandemia que despierta nuestra conciencia ¿qué es necesario transformar en nuestras vidas?

Probablemente la pandemia con su cuarentena nos ofrece la oportunidad de rehabilitar un estilo humano de vida que había quedado en desuso en nuestra cultura actual. La realidad vivida y sufrida por la comunidad humana se hace presente de manera incisiva, penetrante, tajante, en la situación de pandemia y es para nuestra consideración. Realidad que desde la fuerza hiriente de la injusticia y del desamor, deja a la deriva a muchos hermanos y hermanas nuestros.

Podríamos decir que la pandemia y su cuarentena se convierten así en un signo, un llamado a despertar y alcanzar las transformaciones necesarias que posibiliten un mundo fraterno en el que nos descubramos mutuamente hermanos con una casa común, el planeta, al que hay que reconocer y cuidar. Signo que nos llama a despertar para que permitamos la transformación que cada uno necesita para recuperar humanidad.

Nos es necesario un mirar profundo.

Liliana Badaloni O.P.

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