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El aliento del Espíritu y las mujeres en la sinodalidad

La sinodalidad en nuestra organización eclesial se basa en la escucha, la participación y el discernimiento comunitario. Cada comunidad camina unida en la fe junto con el Papa Francisco, que ha venido enfatizando la sinodalidad como una forma de vivir en la Iglesia de una manera más inclusiva y participativa. Por lo tanto, es una experiencia de escucha del Espíritu, que permite guiar a la Iglesia para el bien común y promover la participación activa de todos en la misión evangelizadora, en el camino de la verdad, la unidad y la caridad.
La participación de las mujeres en la sinodalidad también ha sido un área de creciente reflexión dentro de la Iglesia. Históricamente, las mujeres han sido excluidas de muchas esferas de poder y toma de decisiones dentro de la Iglesia, y gracias a la apertura de nuestro Papa Francisco, que ha trabajado incansablemente para que las mujeres tengan un papel más activo en la vida de la Iglesia, no solo como participantes, sino también como líderes, estamos ocupando espacios en la Iglesia y en la sociedad.
Las mujeres tienen un papel esencial porque, como todos los demás miembros del pueblo de Dios, están llamadas a participar en el discernimiento comunitario en todos los niveles de toma de decisiones, y en el gobierno eclesial se ve como un camino para promover una sinodalidad más rica, más inclusiva y más representativa. Nuestra presencia ayuda a enriquecer el proceso de escucha y discernimiento, proporcionando una diversidad de perspectivas que son necesarias para el camino de la Iglesia como pueblo de Dios.
Sin embargo, el papel de nosotras, las mujeres, en la sinodalidad, va más allá de la simple participación. Aportamos dones, perspectivas y experiencias únicas que son esenciales para el proceso de discernimiento colectivo. Esto requiere una Iglesia más abierta a la contribución de todos los miembros, incluidas las mujeres, para que el Espíritu Santo pueda actuar verdaderamente con plenitud en el cuerpo eclesial, para ejercer plenamente nuestra vocación, sirviendo de testigo del Evangelio que contribuye a formar y fortalecer la Iglesia, donde todos, hombres y mujeres, puedan contribuir plenamente a la misión de evangelización.
Hoy, sin embargo, el Papa Francisco ha sido enfático en pedir a la Iglesia que abra más espacios para las mujeres y que reconozca que debemos ocupar un papel más central en la Iglesia sinodal. Esto incluye, por ejemplo, su apoyo a la inclusión de las mujeres en las reuniones sinodales y en puestos de liderazgo dentro de la Iglesia, como en varios organismos consultivos y en los dicasterios (departamentos de la Curia Romana). Debemos ser escuchados, no sólo como testigos o colaboradores, sino como líderes y corresponsables de la vida de la Iglesia.
En diversas culturas, las mujeres somos las principales responsables de la transmisión de la fe, de la educación religiosa y de la pastoral en las familias, con la experiencia de vida, por tanto, una rica fuente de sabiduría y discernimiento, que debe ser reconocida e incorporada a la dinámica sinodal. Todavía nos enfrentamos a importantes desafíos. La Iglesia sigue teniendo una estructura patriarcal, en la que muchos roles de liderazgo y toma de decisiones todavía están reservados en su mayoría a los hombres, especialmente en lo que respecta al sacerdocio.
En los últimos años, la participación de las mujeres en los procesos sinodales se ha ampliado. Un ejemplo notable fue la inclusión de mujeres en asambleas sinodales, como el Sínodo de los Jóvenes (2018) y el Sínodo sobre la Amazonía (2019), donde las mujeres no sólo participaron como observadoras, sino también como expertas y colaboradoras en la elaboración de propuestas. Además, se han nombrado mujeres para los comités preparatorios del sínodo, lo que marca un avance significativo en la participación de las mujeres, gracias a que el Papa Francisco reconoce el verdadero valor de las mujeres dentro de la Iglesia.
Dentro de la sinodalidad no podemos olvidar los verdaderos rostros de las madres, mujeres que afrontan una misión sinodal con un camino desafiante, pero también lleno de amor, dedicación y resiliencia, con niños autistas. Sin embargo, en términos generales, las madres de niños con autismo pueden lidiar con una serie de cuestiones relacionadas con el diagnóstico, la crianza de sus hijos y enfrentar desafíos diarios en la sociedad, en la iglesia y el mayor desafío está dentro de las escuelas.
Con los avances en la comprensión de este trastorno, el apoyo de las comunidades y las políticas públicas y una mayor conciencia social, las madres de hoy enfrentan estos problemas de manera un poco diferente a como lo hacían hace unas décadas. Tienen más recursos y apoyo, pero persisten los desafíos. La lucha constante por la aceptación, la inclusión y el apoyo adecuado es una realidad.
El fortalecimiento de la conciencia social, la promoción de políticas públicas más inclusivas y la red de apoyo multidisciplinario, tanto profesional como emocional, han sido fundamentales para ayudar a las madres a enfrentar las demandas cotidianas.
Y lo que es más importante, con el tiempo, muchas madres han encontrado una solidaridad que les ayuda a sentirse menos aisladas y más seguras de su viaje. Son mujeres audaces como la mujer cananea, como María Magdalena y tantas otras que lucharon y anunciaron que tenemos mucho potencial.
«El autismo no es una enfermedad, es una forma de ser» Amy Sequenzia.


Hna. Maria Irenilda Gomes Pitombeira
Dinamizadotora JPIC-CODALC de la Región Cono-Sur
Goiânia, Brasil 08/04/2025

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