REFLEXIÓN: LA EXPERIENCIA DEL SUFRIMIENTO En poco tiempo los latinoamericanos y Caribeños, hemos visto nuestro continente afectado por la furia de los terremotos. Pérdida de vidas, de bienes materiales, de recursos necesarios para la vida y de muchas otras coasa más. Pasado el movimiento, aparece en nuestra gente, casi como automática, la pregunta, POR QUÉ? ( Hna. Irene Díaz – Coordinadora CODALC)
La experiencia del sufrimiento
En poco tiempo los latinoamericanos y Caribeños, hemos visto nuestro continente afectado por la furia de los terremotos. Pérdida de vidas, de bienes materiales, de recursos necesarios para la vida y de muchas otras cosas más.
Pasado el movimiento, aparece en nuestra gente, casi como automática, la pregunta, POR QUÉ?
Tendrá Dios motivos para enviarles un terremoto a sus hijos? Esta idea del castigo, “ojo por ojo” existe en la mente de Dios o en la mente y el corazón de nosotros, nosotras?
La experiencia de relación de Jesús con su Padre, nuestro Padre, sólo nos habla de un inmenso amor a los suyos que se expresa especialmente en la misericordia, pero a veces resulta difícil comprender este amor en las desgracias.
Es desde la fe que exclamamos, “Tu Rostro escondido” déjanos ver en los rostros desfigurados de nuestros hermanos Haitianos y Chilenos. Rostros desfigurados por el miedo, la carencia, la soledad, por el dolor físico y sobre todo por la pérdida.
Qué lento es el duelo de la pérdida. Qué difícil la aceptación de la separación. Veíamos a un abuelo decir, “yo sólo quiero que el mar me devuelva a mi nieto”, no anhelaba ningún bien material, solamente sentir la presencia del ser amado.
En esos momentos es la vida lo que se valora. Acaso no escuchamos decir, gracias a Dios que estamos vivos, aunque nos hemos quedado sin nada estamos vivos. Es que la vida es la oportunidad para amar.
Esa oportunidad también la tenemos nosotros, nosotras. Oportunidad para sentir con los que ahora están sufriendo, para solidarizarnos, para comprometernos con ayudas concretas, para hacernos los encontradizos y dejar que los que sufren descansen sobre nuestro hombro. No es tiempo de lamentaciones es tiempo de manifestaciones evangélicas.
Que Jesús nos conceda un corazón misericordioso.
Texto publicado en la página web de CIDALC